domingo, 21 de octubre de 2012

SANTA HILDEGARDA Y LOS TIROS DE BRUJA, Y OTRAS RESPUESTAS SOBRE LA SANTA



Gabriela, Quasimodo, FW y Marcial nos preguntan sobre Santa Hildegarda. Les hemos contestado directamente pero como las respuestas tal vez interesen a otros lectores, recordemos brevemente que: A Quasimodo le respondimos que Santa Hildegarda no hablaba de cólicos nefríticos, pero ahora una relectura nos ha revelado que sí que habla de cálculos, como expondremos en un próximo artículo.

Otro corresponsal se interesa por la halitosis, para lo que Santa Hildegarda recomienda masticar hinojo (da igual semillas que tallos) en ayunas. Es preferible y más gustoso tomarlo en verde, pero eso solo es posible unos meses al año; las semillas de hinojo se venden en herbolario. Atención: quitarle las espiguillas, que de lo contrario pueden clavarse. Tampoco hay que pasarse, pues cuatro a seis granos bastan.

Marcial nos pregunta por la enfermedad de Crohn, que Santa Hildegarda naturalmente no menciona por este nombre, pero sí genéricamente al hablar de la espelta, de la que hace afirmaciones estupendas (Ver el artículo sobre la espelta en Opinión).

Manuela nos pregunta por el insomnio, que es una enfermedad de nuestro tiempo y Santa Hildegarda no habla directamente de ella, pero sí de dos o tres piedras eficaces contra fantasmagorías, pesadillas y sueños agitados, entre ellas el jaspe, que es la que ha erradicado las pesadillas recurrentes a mi nieto. Se fueron a la playa, se dejaron la piedra en casa, y el niño volvió a tener pesadillas, que cuando regresaron y durmió con la piedra, desaparecieron. La historia es larga y sabrosa, pero para otro momento.

En fin, Gabriela nos pregunta por las lesiones de espalda, artrosis y hernias de disco, de lo que somos pacientes añejos. Tal vez hayan sufrido Vds. (¡mejor no!) ese dolor terrible que en alemán se llama “Hexenschuss” (tiro de bruja) y en italiano “colpo di strega” (golpe de bruja).

En español no tiene nombres tan siniestros, pero se los merece porque es una invasión de dolor lancinante como un trallazo que le deja a uno sin atreverse ni a pestañear. Un amigo nuestro estuvo tirado en el suelo dos horas respirando con cuidado y sin osar moverse hasta que le rescató un acupuntor. En español esto se llama lumbago, que es una palabra técnica, suave y desvaída que apenas sugiere un dolorcillo molesto pero que no da idea, ni de lejos, de lo malo que puede ser el “colpo di strega".

El mismo amiguete que tiene las vértebras como enchufadas una en otra es una víctima del afán investigador de una escuela de paracaidismo que se obstinaba en inventar paracaídas nuevos y probarlos en carne humana. El invento tenía los cordones demasiado largos que frotaban con la seda de la campana, y a veces ardía.

A nuestro amigo se le quemaron dos sectores de la campana, que no es mucho, pero como es grandón y sobrado de peso, bajaba como las piedras. Dice que al principio no se asustó porque siempre bajaba de carreras, y por aquello de la negra honrilla no se decidía a abrir el paracaídas de emergencia. Al final tiró de la anilla porque vió que se estampaba, pero tardó en abrirse y además quería enredarse con el grande; al final se abrió, y el golpe fue más monumental que lo ordinario. Donde antes tenía dos vértebras lumbares separadas por su amortiguador gelatinoso, solo quedó un amasijo de vértebras indiferenciadas que en líneas generales y cuidándose - tiene prohibición facultativa de hacerse la cama - no suelen molestarle. Pero si se descuida, lleva maletas, o levanta un niño le viene un trallazo en la cintura que le deja tan inmóvil como esos mimos que hacen de estatua en la calle.

Al principio probó con antiinflamatorios y analgésicos, e incluso estuvo amenazado de operación. Una doctora rusa que era acupuntora le echó un remiendo para cinco años, pero luego volvieron los trallazos.

Bueno, pues amiga Gabriela, amigos paracaidistas y pilotos que nos leéis, amigos con la espalda hecha migas por esfuerzos excesivos, amas de casa con la columna torcida de tanta bolsa de la compra, descalcificadas por culpa de los niños: Nos complace anunciaros que, entre las muchas piedras y demás remedios que Santa Hildegarda recomienda para estos dolores, hemos probado uno que funciona que es gloria bendita: El jaspe. Santa Hildegarda dice que hay que ponérselo donde duela hasta que la piedra se caliente. Y es verdad; en muy pocos minutos deja de doler.

Los doctores alemanes Hertzka y Strehlow dicen que cuando el jaspe se caliente hay que dejarlo enfriar (o meterlo en la nevera) antes de volvérselo a poner, pero nunca ha sido necesario. Como la espalda siempre avisa antes con dolorcillos, no hay que esperar mucho a ponérselo, mejor si no abulta mucho y sujeto con cualquier cinta adhesiva, esparadrapo o papel cello, para no perderlo.

La verdad es que algunas veces funciona mejor que otras, tal vez porque todas las piedras son distintas, o quizás por el tamaño, que a lo mejor influye.

El jaspe, como las demás piedras que recomienda Santa Hildegarda, es absolutamente inocuo. Estas piedras son remedios naturales sencillos que no sabemos cómo funcionan ni por qué, pero que funcionan.

Por nuestra parte, ya que es mejor prevenir que curar, al primer aviso venimos usando también los propóleos de las monjas del Monasterio de Tulebras (Navarra), que son un estupendo antiinflamatorio natural, y que sirven además para muchísimas otras cosas. A estas cosas lo único que se puede objetar es que le dejan a uno tan bien que enseguida se olvida de cómo tiene las vértebras.

(Para saber más, véase la “Physica” en www.hildegardiana.es. Ejemplares promanuscrito en papel en Librería Bertrand, C/ Fuencarral 141, Madrid (Metro de Quevedo), Tfno 91 4455631. Estamos puliendo el texto para que se pueda descargar entero, pero eso nos llevara un par de meses).

Además, este mes aparecerá en librerías “El libro de las piedras que curan” de Santa Hildegarda de Binguen, con todo sobre las piedras y su utilidad. (Madrid: Voz de Papel, 2012).

José María Sánchez de Toca

Rafael Renedo Hijarrubia

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