sábado, 11 de agosto de 2012

LAS HISTORIAS DE MARÍA # XXXVI



Un reo condenado a muerte en la Germania, de ninguna manera quería confesarse. Viendo un Padre Jesuita que no podía convertirle, a pesar de haberle suplicado con lágrimas y habérsele echado a sus pies, le dijo:

-Recemos juntos un Avemaría.

Accedió a ello el sentenciado, y empezó a llorar amargamente, se confesó con mucho dolor, y quiso morir estrechando en sus brazos la imagen de María.

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Un devoto de María encargaba siempre a su hija que rezase con frecuencia el Avemaría, especialmente en cualquier peligro.

Sucedió que mientras la joven estaba descansando un día al salir del baile, fue asaltada por el demonio, el cual visiblemente quería llevársela, de modo que ya la había cogido, pero al decir ella el Avemaría, el enemigo desapareció.

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Había en Colonia una mujer que vivía en adulterio con un sacerdote, al que un día encontró muerto y ahorcado en su aposento. Después de este suceso, ella entró en un Monasterio, en donde tentándola el demonio hasta visiblemente, no sabía ya que hacer para librarse de él, y habiéndole indicado una amiga suya que repitiese incesantemente el Avemaría, lo practicó con tal feliz resultado, que diciendo el demonio:

-Maldita sea la que te lo ha enseñado… desapareció sin aparecérsele más.

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Cierto joven, primero dejó de asistir a los Ejercicios de la Congregación de la Virgen, y luego llevó una vida desenfrenada. Habiéndosele aparecido una noche el demonio en una figura horrible, invocó a María.

-En vano – le dijo entonces el demonio – invocas a aquella que has abandonado, pues eres mío por tus pecados.

Temblando el joven se arrodilló, y empezó a rezar la fórmula de los hermanos: Santísima Virgen, etc. Entonces se le apareció la Madre de Dios, a cuya vista huyó el demonio por una gran abertura que hizo en la pared. Volviéndose después María al joven, le dijo:

-No merecías mi auxilio, pero he querido compadecerme de ti para que cambies de vida y vuelvas a la Congregación.

A la mañana siguiente el joven luego se confesó llorando mucho… y volvió a la Congregación.

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Llorando un día cierto pecador a los pies de un Crucifijo, le suplicaba que le diese a conocer que ya estaba perdonado, más no pudiendo conseguir su deseo, se dirigió a la Virgen de los Dolores, la cual se le apareció entonces, y la vio que ofrecía sus Lágrimas al Hijo, diciéndole:

-Hijo, ¿se perderán estas Lágrimas?

Y luego oyó que Cristo ya le perdonaba, y el pecador vivió después santamente.

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Hasta aquí esta Saga sobre las Historias de María, de San Alfonso María de Ligorio.

En la transcripción de esta obra he usado palabras actuales para una mejor comprensión, debido a que está originalmente escrito en castellano antiguo.

Fuente: Las Glorias de María

Publicado por: José Miguel Pajares Clausen

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