lunes, 28 de marzo de 2011

SE ALGUIEN QUE CUENTE LAS BENDICONES


¡Ah, no, otra vez no! - susurró Wendy para sí, al despertar de un profundo sueño a las dos de la madrugada.


Por varias noches, se había despertado de madrugada y no había podido volver a dormirse. Wendy trató de contar ovejas, y luego de contar de atrás para delante, pero todavía seguía despierta. La leche tibia solo logró despabilarla.


Por varias horas cada noche, se sintió muy mal, esforzándose por volverse a dormir y preocupándose por la causa del problema. Durante el día, le resultaba muy difícil concentrarse en su trabajo, y los oscuros círculos en sus ojos la hacían ver mucho mayor de lo que era.


Entonces una noche, cuando se despertó muy de madrugada, Wendy tomó su Biblia y comenzó a leerla y a estudiarla. Durante las muchas noches que siguieron a esa, escudriñaba la Palabra de Dios y de forma gradual comenzó a entender el mensaje que le ofrecía. Su contar ovejas cambió a contar bendiciones, y descubrió enseguida que siempre se dormía antes de que pudiera contar todas las bendiciones.


En lugar de temerle a su insomnio, anhelaba estudiar la Palabra de Dios en la madrugada. El poder de Dios y su presencia le llenaban el alma. Poco a poco, mientras más tiempo pasaba con Dios, más poder espiritual sentía y aumentaba su sentimiento de autoestima. Por primera vez en mucho tiempo, Wendy se sintió en control de sus sentimientos y comenzó a creer que en Él podía hacer todas las cosas por medio de Cristo.


Al final, el insomnio de Wendy desapareció y volvió a tener dulces sueños. Se aseguró, sin embargo, de pasar tiempo con el Señor durante el día. Seguía agradecida por sus noches sin dormir; Dios usó ese tiempo para enseñarle la verdad de vivir y el gozo de amar. Cuando contaba sus bendiciones, se daba cuenta de que la respuesta para dormirse no estaba en contar ovejas, sino en clamarle al Pastor de ovejas.

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