jueves, 10 de febrero de 2011

UNA LLAMADA DEL SEÑOR ANTE LOS ESCÁNDALOS


UNA LLAMADA DEL SEÑOR ANTE LOS ESCÁNDALOS (I)

Es natural que ante los escándalos de algunos sacerdotes, de los que nos hemos enterado por los medios de comunicación, y de los que puedan suceder, nos sintamos con pena al ver que unos hermanos consagrados hayan dado estos pasos graves y escandalosos. Aunque es posible que nos enteremos de otros, incluso más graves.

Algunos pueden decir esa frase que oímos o decimos ante pecados duros y fuertes que se cometen en la Iglesia: “el demonio anda suelto”. Y puede que sea así, pero lo cierto es que tanto si está suelto como si no, nada puede hacer sin la permisión de Dios, ni puede nada contra el Señor ni contra los suyos.

Tenemos además la confianza en la promesa del Señor cuando le dice a Pedro: "Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18). Pase lo que pase y hagamos lo que hagamos creemos que nadie, ni el demonio van a poder con la Iglesia. Tampoco nosotros con nuestras infidelidades y con nuestros pecados, sean quienes sean los que los cometan, desde el Papa hasta el último cristiano.

Entonces, ¿por qué pasan estas cosas? ¿Por qué lo permite Dios? Cuando nos hacemos estas preguntas, ya estamos entrando en el misterio de Dios; porque al pensar con nuestras categorías humanas, lógicamente, lo haríamos de otra manera. Nos sucede como a los siervos cuando ven que hay cizaña junto con el trigo: Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla? Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero" (Mt. 13, 28-30).

Hemos de ser muy conscientes de que Dios actúa siempre por nuestro bien. Hemos de confiar siempre en el Señor. Nuestras reacciones se parecen mucho a la de los apóstoles cuando en medio de la tempestad, Jesús dormía tranquilamente en popa: “Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»" (Mc. 4, 38-40).

Es posible que tengamos la impresión de que la Iglesia se está hundiendo, que estemos preocupados por lo que puede pasar, preocupados por lo que puede decir la gente que no mira con simpatía a la Iglesia y nos preguntamos en nuestra oración: ¿por qué, Señor, por qué? Y podemos preguntarle como los apóstoles: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?

Sabemos además, por experiencia histórica y por fe, que todo contribuye al bien, por duro que nos parezca lo que pueda estar sucediendo.

Y, desde luego, sabemos también que Dios nos habla a través de todos los acontecimientos. Ante estas realidades de tantos escándalos, ¿qué nos puede estar diciendo? No soy quién para interpretar lo que nos dice, pero, desde luego, nos está hablando. Creo que debemos escucharle en serio y hacer lo que nos dice.

Para saberlo, escuchémosle con seriedad y con el corazón abierto, y dispuestos para obedecerle.

Les invito a escucharle, queridos lectores. En el próximo artículo les voy a indicar lo que creo que me dice tanto a mí como también a su Iglesia. A ver si coincidimos en nuestras apreciaciones. Lo cual no quiere decir que estemos en el buen camino. Hay mucha más gente en la Iglesia, pero si vamos coincidiendo en nuestras apreciaciones, lo mismo clérigos que laicos, consagrados o no, podría ser señal de que estamos escuchando al Espíritu que está hablando a su Iglesia. Pensemos, meditemos y oremos.

UNA LLAMADA DEL SEÑOR ANTE LOS ESCÁNDALOS (II)

Si nos ponemos en actitud de escucha, quizá nos indique el Señor algunos aspectos de nuestra vida que pueden ser la causa de todos estos fallos; y no sólo de la vida de los sacerdotes sino también del pueblo.

Se me vienen a la cabeza tres puntos que creo fundamentales.

1 La relación entre Oración y Actividad.
Los grandes santos han sido siempre grandes orantes. Pensemos por ejemplo en la Bta. Teresa de Calcuta. No creo que nosotros podamos compararnos con ella en cuanto a actividad. Sin embargo hacía al menos dos horas de oración diariamente.

Pensemos en Santa Teresa del Niño Jesús: Patrona de las misiones, una monja que muere a los 24 años y que nunca salió del convento, dedicada a la oración.

¿Nos damos cuenta o no, de que la vida que estamos llevando tiene un déficit de oración? Quienes nos movemos mucho, ¿no tenemos el peligro de que nuestras actividades no estén respaldadas y fundamentadas en la oración? Y si no los están ¿no estaríamos trabajando mal? Dejemos trabajar al Señor y no queramos ser protagonistas. Por mucho que hagamos, recordemos siempre aquello del Evangelio: "De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer. " (Lc. 17, 10). ¿Lo decimos de verdad y con el corazón? Porque es que lo somos si el Señor no está con nosotros.

2 Estilo de vida que estamos llevando.
¿Cuáles son los criterios que tenemos al actuar en nuestra vida y en nuestro apostolado? ¿Qué buscamos? ¿Por qué trabajamos? ¿Hacemos las cosas que debemos hacer y como las debemos hacer? En otras palabras, ¿las hacemos con responsabilidad, sabiendo que es el Señor quien las hace a través de nosotros? Porque de lo contrario seríamos como el pincel que se enorgullece de la obra preciosa que el artista va realizando usándolo.

Concretamente, la vida que llevamos los sacerdotes ¿se parece más a la de los sacerdotes santos o a la que llevan los mediocres? Ojo, que no estoy atacando a los sacerdotes ni a los consagrados. Son lo mejor que tenemos en nuestra Iglesia. Las preguntas van dirigidas a que nos planteemos si nos estamos esforzando para ser cada día imágenes más perfectas del Buen Pastor, porque podemos y debemos serlo.

También es cierto que si los sacerdotes y consagrados fuésemos como debemos ser, también serían mejores los seglares. El Señor tiene una gran confianza en nosotros cuando ha depositado en nuestras manos la gracia que nos mereció en la cruz.

3 Castidad a todos los niveles.
No hace falta ser muy avispados para ser conscientes de que la castidad está por los suelos en nuestros días. Ya desde muy jóvenes parece que no puedan ser enamorados sin relaciones sexuales. La infidelidad matrimonial es muy frecuente. Aumenta la homosexualidad. La masturbación está a la orden del día.

Estando estos vicios tan generalizados, ¿no es lógico que alguno de los seminaristas y novicios no llegue a ser tan casto como exige la consagración al Señor?

Si no tienen solucionado el problema de la castidad, ¿no es lógico también que no deben pedir ser admitidos al sacramento del orden, y que los responsables de su admisión no los admitan si les consta ese dato? ¿No es lógico que si inician el ejercicio de su sacerdocio con esa lacra de la impureza, la sigan llevando a cuestas después de la consagración definitiva? ¿No es cierto que después les va a ser más difícil superar esa situación y están abocados a seguir viviendo en pecado? Y si no lo superan radicalmente ¿no es lógico también que en un momento determinado, salga a la luz pública y que se dé un escándalo que puede ser muy sonado en la Iglesia y en la sociedad?

Y sigo preguntando ¿No estaremos entrando en un círculo vicioso en que, porque los sacerdotes no somos santos, no ayudemos a que el pueblo se santifique y que al no santificarse, no influyan positivamente en la vida de los sacerdotes?

Gracias a Dios son muy pocos los casos de desvíos de nuestros sacerdotes y consagrados. Lo que pasa es que cualquier escándalo que dan y que puedan dar, se comenta por todas partes; si se comentasen todos los casos de infidelidades matrimoniales y de pecados sexuales, ¿no podríamos decir aquello que dijo San Juan, pero aplicándolo a las cosas que hizo el Señor que Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran?" (Jn. 21, 25).

Sabiendo que todos somos pecadores y que la oración todo lo puede, pidamos al Señor que dé a los sacerdotes y consagrados abundancia de gracias, para que en medio de este mundo sean fieles al ministerio recibido.
José Gea

No hay comentarios: