lunes, 14 de febrero de 2011

¿ESTÁ USTED BIEN CATEQUIZADO?


La pregunta no está formulada para ofender a nadie.

Entre los lectores hay quienes son catequistas, profesores de religión, quienes van a misa con frecuencia y comulgan, quienes no van a misa pero creen en Dios y en la Iglesia. Supongo que también habrá algún sacerdote e, incluso, también algún obispo, y podrían decirme que la pregunta les parece injuriosa.

Sin embargo la mantengo ¿Por qué?
Porque para estar bien catequizado no es cuestión de saber bien lo que enseña la Iglesia y de portarse bien en la tarea que cada uno realiza. Hay que ver el nivel al que hemos llegado en nuestra catequización. Vamos allá.

Sabemos que en el catecismo hay cuatro partes fundamentales, Credo, Sacramentos, Moral y oración. Las cuatro hay que vivirlas a la vez. Van siempre unidas, aunque en ocasiones pongamos el acento en una o en otra.

Las cuatro debemos vivirlas en actitud de fe adulta, es decir, con la decisión seria de vivir el amor a imitación de Jesús; en otras palabras, amar como amaba Jesús.

ACTITUD FUNDAMENTAL

Para ello, hay que entrar en la dinámica de la gracia y del amor, aceptando el amor misericordioso de Dios. Y quizá nos cuesta aceptar este amor misericordioso porque nos cuesta aceptar el hecho de nuestro pecado y de nuestra miseria.

A veces somos un tanto adolescentes en el enfoque que le damos a nuestra espiritualidad. Pensamos que la fe nos obliga a ciertas cosas y nos quita libertad; preferimos vivir a nuestro aire; a lo más, intentamos compaginar el "cumplir" con Dios, con el hecho de satisfacer nuestros deseos; cumplimos los mandamientos y con ello creemos habernos librado de Dios como quien, al pagar una deuda, se siente libre y se desentiende de la persona a quien se la debía. A veces también nos desentendemos de Dios y vamos viviendo nuestra vida sin hacer mal a nadie y sin complicarnos la vida, como normalmente decimos.

Debemos ser conscientes de que hemos entrado en el campo de la Gracia saliendo del campo de la Ley. En la Ley se insistía en el cumplimiento: "Moisés escribe acerca de la justicia que nace de la ley: Quien la cumpla, vivirá por ella". (Rom. 10, 5).

Pero en el Nuevo Testamento, se nos ofrece un Evangelio de Gracia. No es cuestión de vivir por la ley, sino por la gracia que nos viene de Jesús gratuitamente. Por eso dice San Pablo: "Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús" (Rom. 3, 23-24).

Si entramos en serio en el campo de la gracia, hemos de dar rienda suelta al amor, como respuesta a lo que Dios ha hecho, hace y está queriendo hacer en nosotros y por medio de nosotros.

Cuando uno descubre el amor misericordioso de Dios, tanto más pendiente de uno cuanto más pecador, descubre que su camino de amor no puede ser otro que volcarse plenamente en Dios por el amor agradecido y generoso.

Ya no es cuestión de evitar los pecados, ya no es el no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no mentirás, no desearás; es mucho más, no es simplemente cumplir con los preceptos como los cumplía el joven del Evangelio, es vivir el nuevo estilo de vida que Jesús nos marca en el sermón de las bienaventuranzas.

Para entrar en este clima, hemos de dar el paso que dio el hijo pródigo cuando, consciente de su desgracia, volvió al padre y le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo (Lc. 15, 18-19). Y desde ahí, aceptar lo que venga y empezar a vivir con unos criterios nuevos; es responderle a Dios con el mismo amor con que le respondió Jesús.

El Espíritu es quien va llevando a cabo toda esta obra. Es quien hace de la Iglesia una ofrenda al Padre por medio de los sacramentos. Es el que produce en la Iglesia los frutos de vida nueva. Y es quien intercede por nosotros, incluso enseñándonos a pedir lo que conviene.

Hacia ahí apunta la catequización. Y por eso nos preguntamos: ¿estoy bien catequizado? A quien esto escribe le falta bastante. Ojalá a quienes lo leen no les falte tanto, aunque creo que a todos nos falta un poco.
José Gea

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