jueves, 24 de febrero de 2011

DEBIERAN VIGILAR


(Confidencias del Señor a Mons. Ottavio Michelini)

¿Has leído las palabras del Evangelio de esta mañana que dirigí a Pedro? "Tú eres Pedro y sobre esta piedra Yo edificaré mi Iglesia y las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella".

En estas últimas palabras "las puertas de los Infiernos no prevalecerán" está claramente indicada la tremenda y gigantesca lucha, el choque continuo, el combate inevitable de las potencias del bien contra las oscuras y misteriosas potencias del mal.

Pero, si ya no se cree en Mí, Verbo eterno de Dios, ¿con qué valor se intenta predicar en mi nombre? O si no creen, o dudan fuertemente incluso aquellos que han sido encargados de formar a mis futuros sacerdotes del mañana. ¿Qué se podrá pensar del mañana? ¿Podrá jamás un árbol malo dar frutos buenos?

Cuánto ofende a mi Corazón misericordioso la visión de la ruina espiritual que se realiza en los seminarios, en los conventos, en las familias religiosas. Pero ¿cómo evitar la justa ira de mi Padre?

¡Oh sí, hijo mío!, el derrumbe está en curso y será tremendo su precipitarse arrollador.

Si en un ejército en guerra los oficiales, en lugar de vigilar y hacer de todo para descubrir los movimientos del enemigo, duermen y se entretienen en diversiones, la derrota es inevitable.

En mi Iglesia la batalla estalla en todos los frentes, los centinelas no todos están vigilantes. Aquellos que debieran vigilar, demasiado han dormido y demasiado duermen; no se hace uso de los grandes poderes dados a mis sacerdotes, y por desgracia muchos se encuentran en tal sopor que hacen dudar fuertemente de su despertar.

Satanás se señorea.
No se cree, hijo, en la evidencia, porque se vive superficialmente. Bastaría meditar, reflexionar un poco sobre lo que está sucediendo en la Iglesia y en el mundo, para llegar a la lógica conclusión de que todo lo que está sucediendo en el mundo no es fruto del tabú sino del Príncipe de las tinieblas y de sus secuaces.

No se ha dado importancia a mis múltiples intervenciones. No se han escuchado debidamente las sugerencias de mi Madre en sus numerosas intervenciones, para indicar a los cristianos, y a los sacerdotes en particular, el modo de contener, con oración y mortificación, la acción homicida de Satanás y sus secuaces.

No han valido las múltiples llamadas de mi Vicario, es más, se han hecho posteriormente materialistas, hablando hipócritamente de renovación. No, hijo, la única renovación posible es una verdadera, sincera conversión.

Satanás con orgullosa arrogancia se señorea; y muchos de mis insensibles ministros no se dan cuenta o fingen no darse cuenta.

¿Hasta cuándo? ¿Aún por mucho tiempo? Reza, repara, ofréceme tus sufrimientos, ámame hijo.

Tú estás en mi Corazón misericordioso. "la pequeña gota de agua" serás absorbido en el océano infinito de amor de mi Corazón, desgarrado por la salvación de todos.

Te bendigo.
Jesucristo.

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