viernes, 14 de enero de 2011

IMAGINACIÓN NEGATIVA EN LA VIDA ESPIRITUAL


En una glosa de hace unos días, tratamos de la función positiva de la imaginación en el desarrollo de la vida espiritual. Ahora aquí vamos a tratar de ver el lado negativo que la imaginación tiene dentro del desarrollo de la vida espiritual de la persona.
Tanto la imaginación como la fantasía, que es un subproducto de la imaginación, tienen una enorme importancia en el desarrollo de nuestra vida espiritual, y en este sentido escribíamos diciendo: En la vida interior, es donde más funciona nuestra imaginación y asimismo nuestra fantasía, ellas son en la mente humana eslabones previos, a la formación del pensamiento que luego nos dará origen a la creación del deseo. San Juan de la Cruz, escribía: Distingo dos sentidos corporales internos: imaginación y fantasía. Ambos se ayudan recíprocamente. La imaginación discurre imaginando. La fantasía compone lo imaginado fantaseando”. La imaginación, debido a que es un poder del alma, puede imaginar lo infinito. Pero la realidad tiene límites y ella, está restringida, enjaulada y encerrada, dentro de estos límites. De aquí nace, la desproporción entre lo que imaginamos ser y lo que resultamos ser en concreto.

También afirmábamos que: Existe una unánime identidad en todos los escritos de santos y autores, consultados, en considerar a la imaginación y por supuesto a las fantasías y a los sueños humanos, como una rémora u obstáculo importante en el desarrollo de la vida espiritual de un alma. La imaginación, que es la más baja de las potencias o capacidades de nuestra alma, es la que más desmandada quedó por el pecado y menos sujeta a la razón. De donde nace que muchas veces se nos va de casa, como esclavo fugitivo, sin licencia. Conocida es la frase de Santa Teresa de Jesús, que la llamaba la loca de la casa.

En esa glosa, que antes mencionábamos, nos ocupábamos del lado positivo, que la imaginación y la fantasía tienen para el desarrollo de la vida espiritual, pero hoy nos toca mencionar la parte negativa que es bastante grande e importante, sobre todo en el ejercicio de la oración mental o meditación, y sin olvidar el mundo de las tentaciones, donde el demonio es un consumado maestro en la utilización de la imaginación, tratando de hacernos ver como blanco lo que es más negro, que los tizones que a él le envuelven.

La imaginación es una gran aliada del demonio. Lo primero que estimula el demonio cuando decide atacarnos, que es casi siempre, es la imaginación, e introduce el desasosiego en nuestra alma, por medio de representaciones que halagan el amor propio. Encuentra un poderoso aliado en la propensión a soñar que todos tenemos, propensión esta que es fruto del ansia, que todos tenemos de gozar de la verdadera felicidad, que anhelamos, desde que fuimos creados, que no conocemos y que el ansia que de ella tenemos, tratamos de sustituirla por la caricatura de felicidad que aquí abajo podemos llegar a encontrar, tras incontables sufrimientos y desasosiegos.

La acción del demonio, al igual que la de los ángeles que de cada uno de nosotros se preocupan, no pueden ninguno, ni ángeles ni demonios, penetrar directamente en la inteligencia y en la voluntad de una persona. Estas facultades le son inaccesibles. En ellas solamente Dios puede penetrar. Los ángeles, sean estos buenos o rebeldes, tienen libre acceso a la imaginación, a la memoria y a la sensibilidad del hombre, sin que puedan llegar más allá de estos límites, su dominio. Por ello, en nuestra vida espiritual importa mucho, que nuestra imaginación sea constantemente purificada y domada: ella debe ser la sirvienta de la inteligencia. Pero la imaginación que es una vagabunda, encuentra muy a menudo una cómplice en la memoria: la memoria es una golosa que se traga todo lo que la imaginación le presenta, después de que esta lo haya recogido de aquí de allí o de allá. Por lo dicho, es necesario ejercitar la sobriedad en nuestras funciones imaginativas, vigilar estrechamente la imaginación, y la sugestión ya que satanás, es incapaz sin la imaginación, de formar los pensamientos que necesita para presentarlos al espíritu y abusar de él a través del engaño.

Desde luego que a nosotros nos resulta imposible eliminar la imaginación, ella nunca se nos separa, pero si podemos tratar de dominarla y encauzarla. Lo primero de todo que hay que hacer, para tratar de dominarla, es ir a suprimir sus fuentes de alimentación, y de ellas la más importante son las imágenes que percibimos. El mundo moderno, con sus adelantos técnicos, nos está continuamente saturando de imágenes. Y no me refiero exclusivamente a las imágenes de carácter pornográfico que nos inundan y acosan por doquier, sino aquellas otras, que sin ser claramente nocivas a nuestra vida espiritual o interior nos destilan un sutil veneno de contenidos que parecen ser inocentes, y no lo son tanto. En esta vida es menos peligroso aquel que le vemos venir y le reconocemos por sus malignas intenciones, de que aquél otro que siendo lobo se viste con pieles de cordero. Es conocido el refrán que nos dice: Del agua mansa líbreme Dios que de la brava ya me libro yo.

El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 2525 dice a este respecto: "La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que favorecen el exhibicionismo y los sueños indecorosos. Y este arsenal de imágenes que vemos, que muchas veces nos lo meten por los ojos queramos o no queramos, los acumulamos en la memoria, que es el almacén de dónde saca la imaginación que nos funciona en la mente, todos los mimbres que le son necesarios para formar el cesto donde crear y alimentar nuestros sueños y fantasías.

La mortificación de la imaginación trae innumerables bienes al alma. Cuando no hay esa mortificación interior necesaria, los sueños de la imaginación giran frecuentemente alrededor de las propias ideas y capacidad intelectual. Para la persona que aspire a una unión con Cristo, ya aquí en la tierra donde caminamos, es necesario que domine su imaginación. Si se quiere ser una persona de vida interior y nivel espiritual, es requisito imprescindible primeramente tener el corazón vacío de imágenes, en segundo lugar, gozar de la libertad espiritual en el deseo, y en tercer lugar sentirse unido interiormente con Dios.

Los recuerdos, siempre nos atosigan, no hay en el mundo un ser humano, que no tenga su mente llena de recuerdos y estos son una terrible fuente de alimentación para que la imaginación pueda trabajar. ¿Quién es el que nunca ha pensado, como habría sido su vida si no hubiese hecho tal o cual cosa? ¿Quién no ha imaginado, que habría pasado si en vez de casarse con su marido o con su mujer, hubiese escogido otra persona distinta que antes conoció, para compartir su vida con ella? ¿Acaso ningún separado o separada, ha pensado nunca, que habría pasado si en vez haberse separado hubiese seguido aguantando? Todos hemos especulado alguna vez, sobre los momentos transcendentes de nuestra vida, pero pocos son los que mirando hacia atrás, se dan cuenta de que en aquellos momentos transcendentes, no se apoyaron en el a amor al Señor, y así les fue.

Mirar para atrás es un gravísimo error. A todos nos es imposible predecir el futuro y de la misma forma mirar para atrás es también tratar de predecir, porque imaginamos lo que nos resulta más agradable imaginar, dado que el optimismo nos envuelve y siempre pensamos en lo mejor pero no en lo peor. La mirada hacia atrás, siempre produce sufrimiento en el ser humano. Si lo que recordamos al mirar para atrás, fue desagradable y negativo, buena gana de volver a sufrir por segunda vez, amén de que en estos caso siempre recordamos conductas de otras personas que creemos que nos perjudicaron, y esta mirada hacia atrás, no propicia el perdón ni el olvido sino todo lo contrario el sufrimiento y el resentimiento; lo cual como sabemos, no son precisamente virtudes cristianas.

Y si miramos hacia atrás para recrearnos en los buenos momentos anteriores, podemos tener la certeza de que estos nunca retornarán. La vida es una función de teatro y repetir las escenas de esa función, es imposible. Podemos disponer del escenario, aunque este también cambia, pero los actores o bien ya han sido llamados a la casa del Padre, o bien el paso del tiempo, los ha transformado física y psíquicamente, ya no son los mismos. Por ello nunca podremos repetir la función. La mirada hacia atrás aunque sea para recordar buenos tiempos pasados, al final nos producirá sufrimiento pues nos veremos invadidos de nostalgia.

Por malo que sea a nuestro juicio el momento que estemos viviendo al presente, hay que pensar que es lo que Dios ha querido o permitido, para cada uno de nosotros. Y podemos estar seguros que aunque no lo comprendamos ni lo entendamos así, sin embargo estamos pasando el momento más feliz de nuestra vida, que siempre es el presente. No lo es ni lo será el pasado ni el ignorado futuro. Hay que mirar siempre al presente, ni siquiera mirar al futuro, pues en él también la imaginación juega su papel. El futuro siempre está en manos del Señor y si solo, si nos preocupamos debidamente de Él, podemos estar plenamente seguros que Él, siempre se ocupará de nuestro futuro. Nunca Él, ha defraudado a nadie y no vamos a ser uno de nosotros la excepción. Porque no olvidemos que todo es posible para el hombre, cuando deja que Dios despliegue su poder al servicio de su amor.

Para caminar hacia Dios, todo en la vida del hombre debe de estar equilibrado. De la misma forma que las tres básicas virtudes teologales, que siempre funcionan en el alma humana al unísono, también las tres potencias o capacidades del alma, deben de ir al unísono. Es un tremendo error desbordar nuestra memoria que alimenta nuestra imaginación, marginando nuestra inteligencia y nuestra voluntad. La Madre Angélica pone un ejemplo muy representativo sobre esta cuestión: Cuando la memoria y la imaginación están sobrecargadas, perdemos de vista el tema que nos ocupa. Es como aquellos antiguos receptores de televisión que solían tenían tres botones, uno para cada color. Haciendo girar al máximo uno cualquiera de dichos botones se distorsionaba la imagen. Esto es precisamente lo que nos ocurre cuando una de estas tres facultades del alma se desequilibra con respecto a las demás. Obtendremos siempre una imagen distorsionada.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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