miércoles, 14 de enero de 2009

LA NIÑA DE LAS MANZANAS


Un grupo de vendedores fueron a una Convención de Ventas.

Todos le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron retrazados al aeropuerto.

Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos. De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una Canasta de Manzanas. Las manzanas salieron todas volando por todas partes.

Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y a penas alcanzaron a subirse al avión. Todos… menos uno. Este se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicará que iba a llegar en un vuelo más tarde.

Luego regresó a la Terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era una Niña Ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha.

El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta que muchas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña:
· Toma, por favor, estos cien pesos por el daño que hicimos. ¿Está bien?”
Ella, llorando, asintió con la cabeza.

Él continuó diciéndole:
· Espero no haber arruinado tu día

Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó:
· “¡Señor…!
Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó:
· “¿Es usted Jesús?”
Él se paró en seco y dio unas vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta de la niña que vibraba en su alma: “¿Es usted Jesús?”

Reflexión:
Y a ti… ¿la gente te confunde con Jesús? Porque ese es nuestro destino ¿no es así? Parecernos tanto a Jesús, que la gente no pueda distinguir la diferencia. Parecernos tanto a Jesús, conforme vivimos en un mundo que está ciego a su Amor, su Vida y su Gracia.

Si decimos que conocemos a Jesús, deberíamos vivir y actuar como lo hacía Él. Vivir su Palabra cada día. Tú eres la Niña de sus Ojos, aún cuando hayas sido golpeado por las Caídas. Él dejó todo y nos recogió a ti y a mí en el Calvario; y pagó por Nuestra Fruta Dañada.

¡EMPECEMOS A VIVIR COMO SI VALIÉRAMOS EL PRECIO QUE ÉL PAGÓ!
¡EMPECEMOS HOY
!

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