viernes, 30 de enero de 2009

FILOSOFÍA DE NIÑOS


I
Al autor y orador Leo Buscaglia se le solicitó una vez que fuera parte del jurado en un concurso. El propósito del concurso era encontrar al niño más cariñoso.

El ganador fue un niño de cuatro años cuyo vecino era un anciano a quien recientemente le había fallecido la esposa.

El niño al ver al hombre llorar, fue al patio de la casa del hombre, se subió en su regazo y se sentó.

Cuando su mamá le preguntó qué le había dicho al vecino, el pequeñito respondió:
· Nada sólo le ayudé a llorar

II
Una niña de cuatro años con su pediatra.

Mientras el doctor revisaba los oídos de la niña con el otoscopio, le preguntaba:
· “¿Crees que encontraré al Pájaro Abelardo ahí adentro?”
La niña permaneció en silencio.

Enseguida el doctor tomó el abatelenguas y revisó su garganta y le preguntó:
· “¿Crees que me encontraré con el Monstruo Galletero ahí dentro?”
De nuevo la niña no contestó nada.

El doctor puso el estetoscopio en el pecho de la niña y mientras escuchaba su corazón le preguntó:
· “¿Crees que escucharé a Barney ahí dentro?”
· “¡Oh, no! – contestó la niña – ¡Jesús está en mi corazón, pero Barney está pintado en mis calzones!”

III
Siempre que estoy decepcionada de la vida, me detengo a pensar en el pequeño Jaime Scott.

Jaime estaba intentando conseguir una parte en una obra de la escuela. Su mamá me dijo que el niño había puesto su corazón en ello, aún así, ella temía que no sería elegido.

El día que las partes de la obra fueron repartidas, yo estuve en la escuela.

Jaime salió corriendo con los ojos brillantes, con orgullo y emoción:
· “¿Adivina qué… mamá? – gritó, y dijo las palabras que permanecerán como una lección para mí – ¡He sido elegido para aplaudir y animar!”

IV
Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos en el camino, descalzo apuntando a través de una ventana y temblando de frío.

Una señora se acercó al niño y le dijo:
· Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?”
· Le estoy pidiendo a Dios que me dé un par de zapatos – fue la respuesta del niño.

La señora lo tomó de la mano y lo llevó dentro de la tienda; le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño; preguntó si podría traerle un recipiente con agua y una toalla. El empleado le trajo rápidamente lo que pidió.

Ella llevó al niño a la parte posterior de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies al niño y se los secó con una toalla.

Para entonces el empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par de calcetines y le compró un par de zapatos. Junto el resto de pares de calcetines y se los dio al niño.

Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo:
· “¡No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!”
Mientras ella daba la vuelta para irse, el niño la alcanza de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, contestó con estas palabras:
· “¿Es usted la esposa de Dios?”

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