miércoles, 7 de enero de 2009

AMO NY


MUCHOS SON LOS QUE PRETENDEN CAMBIAR AL MUNDO

Algunos con sus ideas, otros con sus libros, aquellos mediante la política y estos de más acá con la violencia.

Entre todas estas estrategias, esta es una anécdota de Art Buchwald ¿será posible generar cambios profundos y duraderos?

Recientemente estuve en Nueva York y tomé un taxi con un amigo. Cuando salimos del coche, mi amigo le dijo al taxista:
§ Gracias por el viaje. Ha conducido muy bien

El taxista se quedó muy sorprendido durante unos segundos y después - con la típica personalidad de los taxistas newyorkinos - le respondió:
§ Te crees muy listo, ¿no?”
§ No tranquilo, no me estoy metiendo con usted. Admiro su forma de mantener la calma con un tráfico tan terrible
§ Bueno, si…” - dijo el taxista antes de arrancar y marcharse.
§ “¿A que venía eso?” - le pregunté a mi amigo.
§ Estoy intentando hacer regresar el amor a nueva York - me contestó - Creo que es lo único que puede salvar la ciudad
§ “¿Como puede un hombre salvar una ciudad?”
§ No es solo un hombre. Creo que he conseguido alegrar el día al taxista. Supongamos que tiene 20 pasajeros. Será amable con los veinte porque alguien ha sido amable con él. A su vez, estos pasajeros serán amables con sus empleados, dependientes, camareros e incluso sus propias familias que a su vez, serán amables con otras personas. La amabilidad puede alcanzar al menos a mil personas. ¿No esta mal, verdad? Pero todo depende de que ese taxista transmita tu amabilidad a los demás. Soy consciente de que el sistema no está hecho a prueba de insensatos. es posible que hoy hable con diez personas diferentes. Si puedo conseguir que tres de esas diez personas sean felices, es posible que indirectamente influya en la actitud de tres mil más
§ La teoría es atractiva - le dije -, pero no estoy seguro de que la práctica funcione"
§ Por intentarlo no se pierde nada. No he necesitado malgastar mi tiempo para decirle al taxista que estaba haciendo un buen trabajo, y él no ha recibido una propina muy buena ni muy mala. Si mis palabras fueron a caer a oídos sordos ¿que he perdido con ello? Mañana puedo intentar hacer feliz a otro taxista
§ Me parece que estás un poco chiflado - le dije -.
§ Eso demuestra lo cínico que has llegado a ser. He hecho un estudio: al parecer, lo que les falta a los empleados de correos, aparte de un aumento de sueldo, es que la gente les diga que hacen un buen trabajo
§ Pero es que no están haciendo un buen trabajo…”
§ No lo hacen porque sienten que a nadie le importa si trabajan bien o no ¿porque nadie les dirige una palabra amable?”

Pasamos junto a un edificio en construcción. Había cinco obreros descansando y mi amigo se detuvo.
§ Han hecho un fantástico trabajo. Debe ser una profesión difícil y peligrosa
Los cinco hombres le miraron con recelo.
§ “¿Cuando estará terminado?”
§ En octubre - gruñó uno de ellos.
§ “¡Ah! Es realmente impresionante. Seguro que todos están muy orgullosos

Cuando nos alejamos de la obra, le dije:
§ No había visto a nadie como tú desde Don Quijote
§ Cuando estos hombres digieran mis palabras, seguro que se sentirán mejor. De un modo u otro, la ciudad se beneficiará de su felicidad
§ “¡Pero no puedes hacerlo tú solo! - protesté - ¡Sólo eres un hombre!”
§ Lo más importante es no desanimarse. Conseguir que los habitantes de una ciudad vuelvan a ser amables no es nada fácil, pero puedo animar a otras personas a luchar por mi causa…”
§ “¡Acabas de guiñar el ojo a una mujer bastante fea!”
§ Si, ya lo sé - replicó -. Y si es maestra, sus alumnos tal vez asistirán a una de las mejores clases de su vida…”
Fuente: Susana Hoggan

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