El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre la vejez en la Audiencia General de este miércoles 16 de marzo que dedicó al tema de “la ancianidad como recurso para los jóvenes despreocupados”.
“Hoy hago un llamado a las personas de cierta edad,
para no decir viejos, estén atentos ustedes tienen la responsabilidad de
denunciar la corrupción humana en la cual se vive y en la cual va hacia
adelante este modo de vivir el relativismo, todo es relativo, como si todo
fuera lícito. Vamos hacia adelante. El mundo necesita de los jóvenes fuertes
que vayan hacia adelante y de los viejos sabios, pidamos al Señor el don de la
sabiduría”, señaló el Santo Padre.
A CONTINUACIÓN, LA CATEQUESIS PRONUNCIADA POR EL
PAPA FRANCISCO:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje bíblico -con el lenguaje simbólico de la época en la que
fue escrito- nos dice algo impresionante: Dios
estaba tan amargado por la difundida maldad de los hombres, que se había
convertido en una forma de vida normal, que pensó que se había equivocado al
crearlos y decidió eliminarlos. Una solución radical. Incluso podría
tener un giro paradójico de misericordia. No más humanos, no más historia,
no más juicio, no más condena. Y muchas víctimas predestinadas por la
corrupción, la violencia, la injusticia se salvarían para siempre.
¿No nos sucede a veces también a nosotros
-abrumados por el sentido de impotencia contra el mal o desmoralizados por los
“profetas de la fatalidad”- pensar que era mejor no haber nacido? ¿Debemos dar
crédito a ciertas teorías recientes, que denuncian la especie humana como un
daño evolutivo para la vida en nuestro planeta? Todo
negativo ¿eh?
De hecho, estamos bajo presión, expuestos a tensiones opuestas que nos
confunden. Por un lado, tenemos el optimismo de una juventud eterna, encendido
por los progresos extraordinarios de la técnica, que pinta un futuro lleno de
máquinas más eficientes y más inteligentes que nosotros, que curarán
nuestros males y pensarán por nosotros las mejores soluciones para no morir.
El mundo de los robots.
Por otro lado, nuestra fantasía parece cada vez más concentrada en la
representación de una catástrofe final que nos extinguirá. Lo que sucede con
una eventual guerra atómica ¿no? El “día después” -si aún habrá días y seres
humanos- se deberá empezar de cero. Destruir todo para recomenzar de cero.
No quiero hacer banal el tema del progreso, naturalmente. Pero parece
que el símbolo del diluvio está ganando terreno en nuestro inconsciente. La
pandemia actual, además, hipoteca, de forma no leve, nuestra representación
despreocupada de las cosas que importan, para la vida y para su destino.
En el pasaje bíblico, cuando se trata de poner a salvo de la
corrupción y del diluvio la vida de la tierra, Dios encomienda el trabajo a la
fidelidad del más anciano de todos, el “justo” Noé.
¿La vejez salvará el mundo? ¿En qué sentido? ¿Y
cómo salvará al mundo la vejez? ¿Y cuál es el horizonte? ¿La vida más allá
de la muerte o solamente la supervivencia hasta el diluvio?
Una palabra de Jesús, que evoca “los días
de Noé”, nos ayuda a profundizar el sentido de la página bíblica que
hemos escuchado. Jesús, hablando de los últimos tiempos, dice: «Como sucedió en los días de Noé, así será también
en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido,
hasta el día que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a
todos» (Lc 17,26-27). De hecho, comer y beber, tomar mujer o
marido, son cosas muy normales y no parecen ejemplos de corrupción. ¿Dónde está la corrupción? ¿Dónde estaba la
corrupción?
En realidad, Jesús destaca el hecho de que los seres humanos, cuando se
limitan a disfrutar de la vida, pierden incluso la percepción de la
corrupción, que mortifica la dignidad y envenena el sentido. Cuando se pierde
incluso la percepción de la corrupción, cuando la corrupción se convierte en
algo normal. Todo tiene precio. Todo se compra, se vende, opiniones, actos de
justicia, esto en el mundo de los negocios, en el mundo de muchos oficios es
común.
Y viven sin preocupación también la corrupción, como si fuera parte
de la normalidad del bienestar humano. Cuando tú vas a hacer algo, algo que es
lento, aquel proceso es un poco lento. Cuántas veces se escucha, si me das una
propina acelero esto, muchas veces, dame algo y yo voy más adelante. Lo sabemos
bien todos nosotros. El mundo de la corrupción parece ser parte de la
normalidad del ser humano. Y esto es feo ¿eh? Esta mañana hablé con un señor
que me hablaba de este problema en su tierra.
Los bienes de la vida son consumidos y disfrutados sin preocupación por
la calidad espiritual de la vida, sin cuidado por el hábitat de la casa
común. Todo se explota. Sin preocuparse por la mortificación y del
abatimiento que muchos sufren, y tampoco del mal que envenena la comunidad.
Mientras la vida normal pueda estar llena de “bienestar”,
no queremos pensar en lo que la vacía de justicia y amor. Pero “yo estoy bien, ¿por qué debo pensar en los problemas, en
la guerra, en la miseria humana, en cuánta pobreza, cuánta maldad. Yo estoy
bien. No me importan los otros”. Este es el pensamiento inconsciente que
nos lleva a vivir un estado de corrupción.
¿La corrupción puede volverse normalidad? Me pregunto yo. Hermanos y hermanas: Lamentablemente sí. Se puede
respirar el aire de la corrupción como se respira el oxígeno. Es normal. “Y si quiere usted que yo haga esto rápido ¿cuándo me
da?” Es normal… Es normal pero es algo feo ¿eh?
No es algo bueno.
¿Y qué es lo que abre el camino? La despreocupación que se dirige solo al cuidado de sí mismos: este es
el pasaje que abre la puerta a la corrupción que hunde la vida de todos. La
corrupción obtiene gran ventaja de esta despreocupación que no es buena:
ablanda nuestras defensas, ofusca la conciencia y nos hace -también
involuntariamente- cómplices. Porque siempre la corrupción no va sola, una
persona, siempre tiene cómplices, y siempre se alarga, se alarga.
La vejez está en condiciones de captar el engaño de esta
normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de
interioridad: vida sin pensamiento, sin sacrificio, sin interioridad, sin
belleza, sin verdad, sin justicia, sin amor. Esto es corrupción, todo.
La sensibilidad especial de, nosotros viejos, la edad anciana por las
atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería
volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los
ancianos hacia las nuevas generaciones. Seremos nosotros que daremos la alarma,
la alerta, estén atentos que eso es la corrupción que no te lleva a nada. La
sabiduría de los ancianos es necesaria para ir en contra de la corrupción.
Las nuevas generaciones esperan de nosotros viejos, de nosotros
ancianos, una palabra que sea profecía, que abra puertas, nuevas perspectivas
fuera de este mundo sin preocupaciones, de la corrupción, de la costumbre a las
cosas corruptas.
La bendición de Dios elige la vejez, por este carisma tan humano y
humanizador. ¿Qué sentido tiene nuestra vejez? Cada
uno de nosotros, ancianos, podemos preguntarnos. Es esto. Ser profeta de la
corrupción, y decir a los otros, deténganse, yo hice ese camino y no te lleva a
nada, ahora te digo mi experiencia, nosotros ancianos debemos ser profetas
contra la corrupción, como Noé fue profeta de la corrupción de su tiempo porque
era el único que confió en Dios. Yo les pregunto a todos ustedes, y me pregunto
también a mí, ¿mi corazón está abierto para ser
profeta contra la corrupción de hoy?
Hay algo feo, cuando los ancianos no han madurado, y se convierten en
viejos con las mismas costumbres corruptas de los jóvenes. Pensemos en los
jueces de Susana, por ejemplo, una vejez corrupta, y nosotros con esa vejez no
seremos capaces de ser profetas para las nuevas generaciones.
Y Noé es el ejemplo de esta vejez generativa, no es corrupta, sino
generativa: Noé no hace predicaciones, no se
lamenta, no recrimina, pero cuida del futuro de la generación que está en
peligro. Nosotros ancianos debemos cuidar a los jóvenes, a los niños,
que están en peligro. Construye el arca de la acogida y hace entrar hombres y
animales. En el cuidado por la vida, en todas sus formas, Noé cumple el
mandamiento de Dios repitiendo el gesto tierno y generoso de la creación, que
en realidad es el pensamiento mismo que inspira el mandamiento de Dios: una bendición, una nueva creación (cfr Gen 8,15-9,17)
que en realidad es el mismo pensamiento que inspira
el mandamiento de Dios, una nueva bendición, una nueva generación.
La vocación de Noé permanece siempre actual. El santo patriarca debe
interceder todavía por nosotros. Y nosotros, mujeres y hombres de cierta edad
-para no decir viejos porque algunos se ofenden- de cierta edad no olvidemos
que tenemos la posibilidad de la sabiduría, de decir a los otros: mira este camino de corrupción no lleva a nada. Nosotros
debemos ser como el buen vino, el buen vino, que al final de viejo puede dar un
mensaje bueno y no malo.
Hoy hago un llamado a las personas de cierta edad, para no decir viejos,
estén atentos ustedes tienen la responsabilidad de denunciar la corrupción
humana en la cual se vive y en la cual va hacia adelante este modo de vivir el
relativismo, todo es relativo, como si todo fuera lícito. Vamos hacia adelante.
El mundo necesita de los jóvenes fuertes que vayan hacia adelante y de los
viejos sabios, pidamos al Señor el don de la sabiduría. Gracias.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario