Mientras la Segunda Guerra Mundial estallaba a su alrededor en Polonia, San Maximiliano Kolbe luchó por las almas usando una imprenta y otra “arma”: la Medalla Milagrosa.
“Aunque una persona sea del peor tipo, si tan solo
acepta llevar la medalla, dársela... y luego rezar por él, y en el momento
oportuno esforzarse por acercarlo a su Madre Inmaculada, para que pueda
recurrir a ella en todas las dificultades y tentaciones”, dijo Kolbe sobre la Medalla Milagrosa.
“Esta es verdaderamente nuestra arma celestial”, dijo el santo, describiendo la medalla como “una
bala con la que un soldado fiel golpea al enemigo, es decir, al mal, y así
rescata las almas”.
La Medalla Milagrosa es un sacramental inspirado en la aparición mariana
a Santa Catalina Laboure en París en 1830. La Virgen María se le apareció como
la Inmaculada Concepción, estaba vestida de blanco y de pie sobre un globo con
la luz saliendo de sus manos y aplastando una serpiente bajo su pie.
“Una voz me dijo: ‘Hay que hacer una medalla
semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán
la protección de la Virgen’”, dijo Santa Catalina.
Como seminarista franciscano que estudiaba en Roma en 1917, Kolbe se
sintió conmovido por la historia del papel que jugó la Medalla Milagrosa en la
conversión de Alfonso de Ratisbona.
Ratisbona era un francmasón francés y un ateo de ascendencia judía que
recibió la gracia de la conversión mientras llevaba una Medalla Milagrosa que
le entregó uno de sus amigos católicos en Roma. La Virgen María se le apareció
el 20 de enero de 1842 en una capilla lateral de la Iglesia de Sant'Andrea
delle Fratte en Roma.
San Maximiliano Kolbe eligió celebrar su primera Misa el 29 de abril de
1918 en la capilla lateral de Sant'Andrea delle Fratte, donde la Virgen María
se apareció a Ratisbona.
Este último fue ordenado sacerdote jesuita, y finalmente dejó la orden
para mudarse a Jerusalén en 1855, donde fundó un convento para hermanas en la
Congregación de Nuestra Señora de Sion, una congregación fundada para “testificar en la Iglesia y en el mundo que Dios sigue
siendo fiel en su amor por el pueblo judío ".
San Maximiliano dio su vida en lugar de un compañero de prisión en
Auschwitz, un hombre que tenía esposa e hijos. Murió por una inyección de ácido
carbólico (fenol) en el campo de concentración el 14 de agosto de 1941. Los
oficiales nazis incineraron el cuerpo del santo en la fiesta de la Asunción de
María.
Kolbe es conocido por ser un evangelizador y misionero eficaz. Antes de
mudarse a Japón en 1930, hizo una peregrinación a la Capilla de la Medalla
Milagrosa en la Rue de Bac en París.
San Juan Pablo II recordó la visita de San
Maximiliano cuando oró en la capilla de París en 1980.
“Vengo como peregrino después de cuantos han venido
a esta capilla desde hace ciento cincuenta años, y como todo el pueblo
cristiano que se apiña aquí cada día para comunicarte su alegría, confianza y
súplicas. Vengo como el Beato Maximiliano Kolbe; antes de su viaje a Japón,
hace cabalmente cincuenta años, vino aquí a buscar tu apoyo particular para
propagar lo que luego llamaría ‘La Milicia de la Inmaculada’ y emprender su
prodigiosa obra de renovación espiritual bajo tu patrocinio, antes de dar la
vida por sus hermanos”, dijo San Juan
Pablo II.
San Maximiliano formó La Milicia de la Inmaculada en 1917 para “llevar a cada individuo con María al Sacratísimo Corazón
de Jesús”. Pidió a todos sus miembros que llevaran la Medalla Milagrosa
como signo de su total consagración a María.
“Ahora, en esta época de la Inmaculada Concepción,
la Santísima Virgen ha entregado a la humanidad la ‘Medalla Milagrosa’. Su
origen celestial ha sido probado por innumerables milagros de curación y
particularmente de conversión”, escribió Kolbe.
“La misma Inmaculada, al revelarlo, prometió a
todos los que lo usarían muchas gracias; y dado que la conversión y la
santificación son gracias divinas de Dios, la Medalla Milagrosa será uno de los
mejores medios para obtener estos dones”, dijo.
San Maximiliano también agregó a la oración de Santa Catalina asociada
con el sacramental: “Oh María, sin pecado
concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. A esto, añadió
Kolbe, “y para todos los que no recurren a ti, especialmente
los enemigos de la Iglesia y los que te recomiendan. Amén”.
Traducido y adaptado por Diego López
Marina. Publicado originalmente en Catholic News
Agency.
Redacción ACI Prensa
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