Se trata de una crisis normal, que pasará con tanta mayor rapidez y facilidad cuanto más los padres se esfuercen en comprenderla.
Por: Gaston Courtois | Fuente: interrogantes.net
Llega a una edad en la que el niño deja de serlo
y no es todavía un adulto. Edad en que se produce una especie de ruptura de
equilibrio en vista de un equilibrio nuevo y de la conquista de la
personalidad, que harán poco a poco de este niño no sólo un joven o una joven,
sino tal joven -chico o chica- determinado. Resulta de esto un período de
crisis que comienza, en general, hacia los trece años y que puede durar dos o
tres.
* Con frecuencia, en este período, los padres,
que han olvidado por completo lo que a ellos mismos les pasó, se sienten
desorientados, porque no reconocen ya a sus hijos. Lo primero que ha de hacerse
es no asustarse. Se trata de una crisis normal, que pasará con tanta mayor
rapidez y facilidad cuanto más los padres se esfuercen en comprenderla.
* El adolescente, que deja de ser un niño,
comienza por tener una crisis de emancipación. No quiere formar parte del mundo
de los pequeños; no quiere ya ser tratado como un niño; no les gusta que le
hagan decir sus lecciones; no quiere que se le mande por la noche a acostar; se
molesta por la menor observación, sobre todo si se la hacen delante de hermanos
y hermanas más pequeños.
* Este deseo de emancipación es la manifestación
de un progreso natural en vías de evolución. Sería en vano y peligroso intentar
dominarlo por la fuerza.
* Lo que caracteriza la adolescencia es una transformación
fisiológica. Importa, pues, que los padres hayan prevenido a tiempo a sus
hijos. Pero en cualquier caso resultará de ello una fragilidad física, una
inestabilidad de carácter que es necesario tener en cuenta.
* No hay por qué extrañarse en este período de
cambios de humor, arranques no razonados, desigualdad en el trabajo, sucesión
imposible de prever de alegría ruidosa y gesto sombrío.
* El adolescente siente la impresión de no ser
él mismo. No comprende lo que pasa en él. Siente más o menos confusamente algo
en sí más fuerte que él mismo... Pero difícilmente lo afirmará. No aceptará con
gusto reproches o reconvenciones, y éstos le producirán, en general, la
sensación de ser un incomprendido.
* Los adolescentes intentan, con frecuencia
torpemente, afirmar su naciente personalidad oponiéndose a la tradición, al
conformismo, al criterio de los adultos. Pocas veces tienen pensamiento propio
y reflexivo. La prueba es que varía con mucha facilidad sobre el mismo asunto
en algunos días de intervalo. Pero se colocan instintivamente en la oposición
de lo que vosotros afirmáis. No saben siempre lo que quieren con precisión. Por
lo menos, quieren algo distinto de lo que vosotros queréis, y con frecuencia lo
contrario de lo que deseáis. Por otra parte están dotados en esta época de una
plasticidad artística y de artesanía que los capacita para interesarse por las
actividades más inesperadas, a través de las cuales buscan su orientación y
realizan la selección de sus gustos y aptitudes.
* En esta edad, que se llama impropiamente "la edad ingrata", no les es suficiente
que los quieran, y -hecho que desconcierta mucho a las madres- hasta los
abrazos, los mimos, las manifestaciones de cariño familiar, los encuentran
indiferentes, si no son hostiles. Lo que ellos quieren es no sólo ser amados;
es amar por sí mismos y elegir sus amistades, naturalmente, fuera de su casa.
* Son capaces, a la vez, de un egoísmo casi
cínico para todo lo que concierne al cuadro familiar y de una abnegación
espléndida fuera; por los pobres, por un ideal, por un movimiento político o
religioso.
* Es la época en que principalmente conviene
orientarlos, sin imponérselo nunca, hacia una organización de juventudes. La
abnegación con que se entregarán a ella será tal vez lo que mejor podrá
ayudarlos a salvar ese período de crisis y a volver a encontrar el equilibrio
en las mejores condiciones: dándose es como se equilibrarán.
* Para los jóvenes es la edad de la pasión
amorosa; por un profesor, por una profesora. Si el objeto de la pasión es algo
bueno y equilibrado, no hay que inquietarse; pasará por sí solo.
* Si la evasión del medio familiar no se orienta
hacia una organización juvenil, el adolescente puede desviarse en otros
sentido, no sin peligro: el de los sueños, la imaginación; es la edad por
excelencia del romanticismo y de lo novelesco.
* No os extrañéis si en esta época vuestro hijo
no quiere salir con vosotros. Lo importante -pero este importante es esencia-
es que el medio en que busque sus diversiones y descanso sea moralmente sano.
Aquí también interviene la elección de la organización juvenil que mejor
responda a sus aspiraciones.
* Estos niños grandes son capaces de
entusiasmarse por las cosas grandes y bellas, como también por cualquier
pequeñez. No se os ocurra burlaros; son muy susceptibles. No intentéis
adivinarlos; son muy suspicaces: se repliegan en sí mismos y se cierran más;
son muy celosos de su autonomía, de su independencia: su
personalidad se yergue. ¡Son muchachos mayores, no chiquillos! Sobre
todo, que no les parezca que se los vigila.
* Esta última palabra me trae a la memoria la
distinción un poco sutil, pero fundamentada, que se estableció un día entre dos
traductores del mismo término griego "episkopein",
de donde procede la palabra obispo; una de las traducciones, que siguió
literalmente los elementos de la composición del verbo griego, dio "vigilar". El otro invirtió, podría
decirse, el orden de los factores y dio "velar
por". Se ve enseguida la diferencia. Un padre no vigilará a su hijo
ya mayor, tendrá confianza en él; pero velará por él para hacerle aprovechar
las ocasiones de demostrar su talento o sus cualidades.
* Dad a vuestros adolescentes ocasión de
contribuir activamente en las decisiones comunes relativas a la casa. Será un
medio de dominar razonablemente la exagerada tentación de evadirse del hogar
familiar.
* La experiencia demuestra que los muchachos
cuya opinión se tiene en cuenta en los asuntos del gobierno de la casa,
alimenticio, de diversiones, radiofónico, etc., en el seno de la familia,
buscan menos que otros ejercitar la libertad fuera.
* Sobre todo, ante las manifestaciones de
independencia, de evasión, de oposición, de vuestros hijos y de vuestras hijas
adolescentes, no dramaticéis. Nada de escenas, lágrimas o reproches...; menos aún
violencias.
* En esta edad más que nunca, saben persuadirlos
y procurad no obligarlos.
* Cuando deseéis conseguir alguna cosa de ellos,
apelad a los móviles más elevados; no os apoyéis en motivos exclusivamente
utilitarios; a pesar de las apariencias, están en la época de los idealismos
desinteresados. Es también la edad de la poesía, en la que gusta hacer versos
sobre todo y a propósito de todo.
* En términos generales, evitad el burlaros de
ellos; mostraos compasivos; más aún; hacedles sentir que los comprendéis.
Conservaréis de esta manera ante ellos la autoridad moral, de que tanta
necesidad tienen, sin que lo sepan, para ayudarlos a canalizar en buen sentido
las fuerzas nuevas y magníficas que los encaminan hacia la edad adulta.
* Tranquilizaos; esos años difíciles pasarán. Si
vuestros hijos comprenden que los amáis por sí mismos, que no solamente no
queréis impedir que crezcan, sino que deseáis ayudarlos a conseguir una
personalidad de hombres o mujeres dignos de tal nombre, vuestros hijos y vuestras
hijas conservarán su confianza en vosotros o, pasada la crisis, sentirán y os
demostrarán un afecto redoblado.
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