Hace tiempo, me
invitaron a colaborar en una compañía de teatro católica y una de las primeras
obras en las que participé contaba la historia de Zaqueo. Seguro has escuchado
hablar alguna vez sobre él. Yo, sinceramente, no lo tenía muy presente dentro
de mi doctrina, pero a raíz de esta experiencia aprendí mucho de él.
Zaqueo
era un recaudador de impuestos judío que aparece en el Evangelio de san Lucas.
Este hombre fue uno de los
jefes de recaudadores, por lo que era considerado como rico y odiado por sus
compatriotas a causa de su profesión. También se sabe que era un hombre que
laboraba en Jericó, una ciudad cerca del Río Jordán, en lo que ahora llamamos
Palestina.
Lucas, en su relato, nos
cuenta que Jesús, en uno de sus múltiples viajes, se desvió de su camino a
Jerusalén para visitar Jericó. Zaqueo, a pesar de ser un reconocido pecador
público que probablemente se encontraba muy lejos de su práctica religiosa, se
enteró de la visita y fue a su encuentro. Pero, se topaba con una gran
desventaja entre la multitud: su pequeña estatura.
EL ENCUENTRO DE ZAQUEO Y JESÚS
Dice la Escritura que, en su
profundo deseo por conocer a Jesús, corrió a un árbol sicómoro y lo trepó para verle pasar (Lucas
19, 1-4). Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa» (Lucas 19, 5).
Imagínate esta escena: el aclamado Mesías pidiendo visitar la casa de uno de los
hombres menos apreciados por el pueblo. Debió ser una gran lección para muchos
espectadores de corazón puro.
Entonces, entre los murmullos
del pueblo, la escritura dice que Zaqueo respondió: «He
aquí, Señor, la mitad de mis bienes que doy a los pobres, y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo por cuadriplicado».
A lo que Jesús contestó: «Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él
también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar
lo que se había perdido». (Lucas 19, 8-10)
En
pocas palabras: Zaqueo se convirtió. De esta corta, pero profunda experiencia, podemos rescatar tres
grandes aprendizajes:
1. NO IMPORTA TU PASADO, JESÚS TE ESPERA
A Jesús no le importó la
condición de Zaqueo, ni que fuera considerado un gran pecador, Él vio un corazón dispuesto. Por eso también se dice en la
Escritura que Zaqueo lo recibió con gozo en su casa.
Claramente el relato dice que
fue Zaqueo quien buscó encontrarse con el Maestro, pero también se menciona
cómo Jesús desvió su camino para pasar por aquella ciudad. Posiblemente, Él
también lo estaba buscando.
2. TODOS NECESITAMOS DE DIOS, SIN IMPORTAR NUESTRA
CONDICIÓN
Esto es importantísimo. Zaqueo
tenía un cargo reconocido y suficiente dinero, tanto que probablemente por ello
había perdido una buena relación con la Iglesia. Pero, aún con su alta
posición, no se avergonzó en correr a conocer al Maestro y mucho menos se
avergonzó de redimirse de sus pecados ante Él.
Zaqueo tuvo un corazón blando,
y encontró en Jesús la misericordia que su corazón tanto buscaba. A pesar de
todo, se dio cuenta que el tener todo lo necesario en el mundo (e incluso, a
veces, más de lo necesario) no nos asegurará un lugar en el cielo. Solo Cristo
podrá hacerlo.
3. HAY QUE VENCER CUALQUIER OBSTÁCULO QUE NOS
IMPIDA ESTAR CON JESÚS
Zaqueo tenía una notoria
desventaja en su búsqueda por ver al Maestro. La multitud de la gente y su baja
estatura se lo impedían. Pero, claramente no se rindió.
A veces en la vida nos
toparemos con un montón de cosas que podrán interponerse entre nuestro actual
estilo de vida y el camino a la
santidad. Sin embargo, así como Zaqueo buscó el árbol,
nosotros también debemos buscar siempre alternativas que nos permitan
acercarnos más a Dios. Cada minuto cuenta, te lo aseguro.
Oremos juntos para que Dios
nos permita tener un corazón abierto a su amor y que, a ejemplo de Zaqueo,
podamos redimir nuestras vidas conforme a su voluntad.
Hermanos, al reconocer a
Cristo como nuestro Maestro, corramos a su encuentro y no permitamos que ningún
obstáculo nos lo impida. Solo en Él encontraremos los más profundos anhelos de
nuestro corazón.
Escrito por Myriam Ponce
No hay comentarios:
Publicar un comentario