martes, 30 de junio de 2020

¿TE CUESTA CONFIAR? ESTAS LETANÍAS TE AYUDARÁN A ABANDONARTE SIN MIEDO EN LOS BRAZOS DE DIOS


Hoy el tema de la confianza creo que ocupa una góndola entera entre los escaparates de libros de autoayuda. Sin embargo, ¿soy solo yo, o cada vez nos cuesta más confiar no solo en nosotros mismos sino en los demás? 
Pensándolo bien, no creo que sea solo mi imaginación, por algo existe tanta bibliografía al respecto: todos queremos confiar, pero nos cuesta, y queremos aprender cómo.
Por eso te comparto algunos puntos importantes sobre la confianza acompañados de letanías que puedes meditar a medida que avances en la lectura. ¡Espero que te sirvan!
CÓMO CONFIAR EN EL OTRO
Creo que lo que nos impide hacerlo es el miedo a que el otro no sea digno de esta confianza. Temor a exponernos a quien no sabrá actuar correctamente conforme a lo que le confiamos y por el miedo a la misma vulnerabilidad que esto implica. 
Respecto a lo primero, es cierto: no podemos estar abriendo nuestro mundo interior a cualquiera que pasa. Pero, al mismo tiempo, creo que podemos buscar a quienes sí, no solo para ayudarnos, sino para consolarnos, acompañarnos etc.
Es así como es bueno que hables con tu director espiritual de tus luchas, para que te indique cómo vencerlas. Que confíes a tu pareja tus deseos y planes de vida, para ver si se alinean con los suyos y construir un futuro juntos. Que acudas al amigo que sabes que puede levantarte el ánimo cuando algo te pesa. 
Y en cuanto a lo segundo, pienso que es necesario aprender a ser vulnerables. Para no tener miedo al otro, para vivir mejor la fraternidad. Después de todo, al final de nuestras vidas, «seremos juzgados en el amor», como dijo san Juan de la Cruz.
¿Y qué amor es el que se guarda para uno mismo, por miedo a que otro pueda romperlo? Como dije, a nosotros nos preguntarán cuánto amamos. Al otro le preguntarán qué hizo con el amor que recibió.
CÓMO CONFIAR EN UNO MISMO (Y EN LA PROPIA DEBILIDAD)
Creo que con frecuencia cometemos el error de pensar que la confianza en uno mismo es sinónimo de la tranquilidad que nos da contar con una o muchas aptitudes, fuerzas, virtudes, etc. Esto nos puede confundir, llegando a pensar que cuanto «más tenemos» o «más hacemos», «más somos».
Y si por un determinado motivo no podemos seguir teniendo ni haciendo, «no somos». Por motivos similares, si palpamos nuestras incapacidades, nuestras faltas, nuestras debilidades, nos desanimamos y desconfiamos de lo que somos o podemos llegar a ser.
Pero —gracias a Dios— la confianza y la autoestima del cristiano no se fundamenta en cuánto pueda hacer ni en que lo pueda hacer por sí mismo, solo o mejor. En cambio, se fundamenta en la confianza en Dios. Porque al confiar en Él, nos abandonamos en sus brazos con la certeza de que todo estará bien.
«Todo lo puedo en Cristo», afirma san Pablo, y con los salmos podemos repetir: «Tú eres Señor, mi fortaleza». San Josemaría Escrivá animaba a sus hijos espirituales a fomentar el «endiosamiento bueno», que no es soberbia, sino humildad, porque es conocer la verdad sobre uno mismo.
Aún con miserias, está la absoluta seguridad de que Dios actúa a pesar de estas —o precisamente con estas—, por lo que podemos tener la certeza de que nada saldrá mal. O incluso lo que nos parezca que no salió como nos hubiese gustado, salió «al modo de Dios», en los términos que Él consideró óptimos. 
CONFIAR EN DIOS
La confianza que tenemos depositada en Dios tiene que nacer, alimentarse y crecer al considerar nuestra filiación divina. Siendo hijos —¡verdaderos hijos!— de quien todo lo ha creado, deberíamos conservar la serenidad en todo momento. 
En las Sagradas Escrituras encontramos palabras tan lindas como reales, que nos pueden facilitar acudir al Señor, con alguna jaculatoria, cuando nuestra fe y nuestra paz tambalean.
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?», «Sé la roca de mi refugio, Señor, un baluarte donde se me salve». «Los cabellos de vuestra cabeza están contados», «Os aseguro que estaré siempre con vosotros, hasta el fin del mundo», «Tened confianza, soy Yo». ¡Hay tantos versículos que nos pueden devolver la esperanza!
Estos son algunos versos y algunas palabras que Dios nos dejó, para que nos quede claro que si Él está de nuestra parte (y lo está), nada hay que temer. Y que todo esto Él lo hace gratuitamente: no tenemos que ganarnos su atención o su cariño, ¡así que no lo mires con recelo, cuando te dice que de verdad le importas!
CONFIAR EN LOS TIEMPOS DE DIOS
Esta convicción de que Dios lo hace todo bien también tiene que llevarnos a confiar en sus tiempos, en depositar nuestros días en sus manos. Tener seguridad en su plan, aun cuando este desajuste nuestros proyectos, en darle sin miedo a que luego nos pida más (o todo). En entregar sin asustarse al pensar que, dando, uno se quedará sin nada.
Esto lo sabemos, sí, pero a veces conviene recordarlo. Y al hacer memoria, también entender que confiar es compatible con dar un salto de fe en el misterio, en aquella zona nebulosa donde no podemos ver el sentido de lo que pasa o lo que hacemos.
Confiar también, aquí, en que incluso un sinsentido humano puede poseer un alcance y un valor divinos. Así que confía en Dios, confía en sus promesas, en su poder y en que nunca te abandona.
 Escrito por María Belén Andrada

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