ELENA FEICK ES UNA CATÓLICA COMPROMETIDA
EN LA AYUDA A PERSONAS CON SENTIMIENTOS HOMOSEXUALES
Elena Feick es ahora
una laica católica muy comprometida en el ámbito provida pero también en la
ayuda a personas con atracción hacia el mismo sexo, pero hasta 2007 no había
sido bautizada sino que ella era una “wicca”,
una bruja que practicaba unos ritos neopaganos cada vez más populares entre los
jóvenes. Además sentía
atracción hacia otras chicas. Pero una lectura del Evangelio y una misa después
sacaron a esta joven de la oscuridad.
Desde su
adolescencia sentía pasión hacia la brujería y los dioses paganos. Ella misma adoraba a los cinco elementos y a una de estas
diosas pero anhelaba poder hacerlo junto a otros y no tanto en solitario. Y para ello quiso hacerse “wiccan”, miembro de una religión pagana vinculada
a la brujería que empezó a funcionar en la década de 1950 y que en los últimos
años ha atraído a muchos jóvenes como Elena.
LA
IMPACTANTE CITA DEL EVANGELIO
Elena
quería participar en los aquelarres pero antes de que la admitieran le pidieron
que investigara sobre otra religión además de la “Wicca”. Decidió leer los
Evangelios porque debido a sus prejuicios creía que podría desmontarlos
fácilmente. Pero entonces llegó a San Lucas 11, 9: “Yo
os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”, y se dio cuenta de que “sí creía”. Había algo que le atraía, pero ella
misma confiesa que “no me gustó como el Dios
cristiano no estaba dispuesto a compartirme con otros ‘dioses’, así que durante
mucho tiempo me resistí”.
Tal y
como aparece en el blog Parishable Items,
Elena quería seguir siendo bruja y adorar a diosas paganas, pero no
podía decir que no creía también en el cristianismo por lo que optó finalmente
por unirse a los Unitarios Universalistas,
una especie de movimiento religioso liberal.
Sin
embargo, esta joven siguió encontrando este camino a
Dios de maneras poco corrientes. Un paso importante se
produjo viendo su serie favorita, Sexo en Nueva
York, cuando en un capítulo una de las protagonistas se convirtió a
otra religión con la esperanza de que su novio se casara con ella. Elena quedó
muy decepcionada con esta actitud de la protagonista llegando a la conclusión
de que “la relación de uno con Dios debería estar
antes incluso que las relaciones románticas”.
Entonces decidió no salir con nadie hasta que descubriera con seguridad en qué
creía. Y así fue
explorando distintas religiones hasta que contra su voluntad acabó en una misa
católica que acabaría dando un vuelco en su vida.
EL
MIEDO A LA MISA Y AL SACERDOTE
La
Eucaristía se celebró en la nueva escuela católica a la que iba y tenía mucho
miedo de asistir porque pensaba que el sacerdote podría
leer sobrenaturalmente su alma y denunciarla como bruja. Pero en el momento de la comunión en vez de recibir el cuerpo
de Cristo, al no ser católica, recibió una bendición y algo sucedió en su
interior. Sin saber cómo explicarlo esta joven se sintió diferente y totalmente
abrumada.
“A veces todavía puedo sentir su pulgar trazando una cruz en mi frente.
Fue la primera vez que realmente experimenté el sentimiento del amor de Dios”, confiesa Elena años más tarde de aquel signo.
Unas
semanas más tarde decidió preguntar al sacerdote sobre aquella
experiencia y así empezó su camino a la Iglesia. Un año después se unió al programa local de catecumenado de
adultos para convertirse en católica aunque no fue fácil para ella dejar de
practicar la brujería.
LA
ADORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO
Cuando en
las catequesis le hablaron de la presencia real de Jesús en la Eucaristía ella
pensó que en realidad esos católicos estaban “locos”.
Sin embargo, alentada por ese sacerdote que la había bendecido, el padre
Terence Runstedler, comenzó a ir a la capilla de
adoración perpetua todos los días y empezó a recibir gracias.
“Me di cuenta de que las cosas por las que había rezado en casa que no
tenían sentido sí lo tenían si rezaba por ellas en la capilla. Cada
vez que iba a esta Adoración, Jesús me habló de alguna manera. Cada vez. No
podía ignorarlo”, afirma.
De hecho,
Elena confiesa que la Eucaristía fue la razón por la que no ignoró por completo
la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad.
LAS
DUDAS DE ELENA
Después
de descubrir el catolicismo rezó para que estos sentimientos desaparecieran
pero eso no ocurrió. Entonces Elena creyó que tal vez la
Iglesia estaba equivocada y comenzó a ir a grupos de apoyo LGBT. Su mente cambió de nuevo en el funeral de su abuela. Era un
servicio no católico y todos fueron invitados a presentarse y recibir su
comunión, "pero tenía la certeza –asegura- que
no podía porque ahí porque faltaba la Presencia Real. Lo que significaba que
todavía creía en la Eucaristía y que la Iglesia tenía que estar en lo cierto.
Así que cambié toda mi vida de nuevo a pesar de que no entendía las enseñanzas
sobre la castidad”.
Finalmente,
a la edad de 29 años durante la Vigilia Pascual fue bautizada, confirmada y
recibió su Primera Comunión. “Hasta esa noche,
todavía tenía miedo de que Dios me golpeara cuando las aguas bautismales me
tocaran. Quería pertenecerle a Él
pero a la vez temía que Él no me quisiera”.
Esta
joven pensó también que “si me quería en la
Iglesia, ¿por qué no me hizo nacer en una familia católica? Pero fue
recibirlo por primera vez y simplemente lo supe. Podía escucharlo (no como una
voz, sino como pensamientos que sabes que provienen de Él) diciendo que
siempre le pertenecí y siempre lo haría”.
UNA
AYUDA A PERSONAS CON SENTIMIENTOS HOMOSEXUALES
"El
Señor seguía invitándome, empujándome y poniendo cosas en mi camino que no
podía ignorar. Siguió presentándome a Sí mismo, una y otra vez, hasta
que finalmente reconocí que era a Él a quien ansiaba”, cuenta ella como
resumen de su conversión.
A día de
hoy Elena tiene 32 años vive en Escocia y en su tiempo libre compone canciones,
elabora rosarios y es miembro de Courage International y Eden
Invitation, dos grupos que apoyan a personas con
atracciones hacia el mismo sexo para que puedan llevar una vida casta y santa. Elena espera ayudar a otras personas que identifican LGBT a descubrir
también una identidad propia más profunda en Dios.
J. Lozano / ReL
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