El Padre guía con
firmeza motivada al Hijo.
Por: P. Dennis Doren, LC | Fuente: Catholic.Net
El “buen padre”, imagen
ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de “proveedor”: aquel que satisface todas las necesidades
materiales del hogar. Para “que no les falte
nada a los hijos” trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El
padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido
creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar
lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos, de acompañarlos
y enseñarles con su propia vida el buen camino.
Los padres que han logrado vencer las
tradicionales expectativas de ser meros proveedores, comparten el gozo en la
formación y crecimiento de los hijos y hablan de “una
nueva dimensión en la convivencia familiar”, van juntos al cine, a
tomarse un café, al estadio, al campo, siguen de cerca sus estudios, sus amigos,
el deporte de su hijo, en definitiva, es una convivencia “bien padre”. Que esa frase tan repetida por
nosotros los hijos, se siga repitiendo en los corazones de cada hijo “QUIERO SER COMO TÚ,
PAPI”, pero que esta expresión de imitación sea para bien y no para
mal, como la siguiente historia, que espero les sirva a todos los papás para
reflexionar sobre su misión.
Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este
mundo de una manera normal, pero yo tenía que viajar, tenía muchos compromisos.
Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo
no estaba. ¡Cómo creció mi hijo de rápido, cómo
pasa el tiempo!
Mi hijo, a medida que crecía, me decía: ¡Papi, algún día seré como Tú! ¿Cuándo regresas a casa
Papi?. -No lo sé hijo, pero cuando
regrese jugaremos juntos, ya lo verás...
Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me
dijo: Gracias papi por la pelota, ¿quieres jugar
conmigo? -Hoy no hijito, tengo mucho
qué hacer. -Está bien papi otro día será, te quiero mucho papi.
(Se fue sonriendo, y siempre en sus labios tenía la palabra "YO QUIERO SER
COMO TÚ PAPI").
¿Cuándo regresas a casa Papi? -No lo sé hijo, pero
cuando regrese jugaremos juntos, ya lo verás.
El tiempo pasó sin darme cuenta y mi hijo ingresó a la universidad, era todo un
hombre.
-Hijito estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos
un poco de Ti. -Hoy no papi, tengo compromisos, por favor dame algo de dinero
para visitar algunos amigos.
Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy
lo llamo y le digo: -Hola hijo, quiero verte. -Me encantaría Padre, pero es que no tengo tiempo. Tú
sabes, mi trabajo, los niños. Pero gracias por llamarme, fue hermoso oír tu
voz.
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo "ERA COMO YO".
A pesar de los iracundos reproches de quienes
pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra
emocionalmente con el hijo se torna “suave como una
segunda madre”, y que si participa en el cuidado y atención del hijo se
convierte en simple “mandilón”; cada día son
más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus
hijos, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado
del bebé, aunque no sea tan de su agrado estar cambiando pañales...
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También
se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre
establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su
nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo
tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de importancia suma: da
seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la
conducta infantil y cierra el
círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento
único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud
emocional. La madre le dice: “con cuidado”, y
el padre le dice “uno más”, al estimular al
pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la
mano, padre y madre, guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más
sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación
de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios términos.
Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco
de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce
al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada por
el camino de los valores que desea heredarle, lo proyecta a una vida de metas y
proyectos firmes. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor
al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de las limitaciones
presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza
cada peldaño de su desarrollo, ¿qué más privilegio que éste? Por eso hoy nos
unimos y felicitamos a todos los papás que conscientes de su misión, la
realizan en su totalidad. A ellos, muchas felicidades.
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