La única manera de
darle sentido y una respuesta a nuestro dolor y sufrimiento es el camino de
Cristo.
Por: Pablo Augusto Perazzo | Fuente: CEC
«Nosotros predicamos a un
Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas
para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios» (1Cor 1, 23-24). Ese es nuestro camino de
salvación. Ese es el camino del cristiano. Jesús nunca ha dicho que ser
cristiano es algo fácil: «Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9,
23).
Muchas veces la cruz se hace demasiado pesada, y
pareciera que no la podemos cargar. Por eso Jesús, conociendo mejor que nadie
nuestra debilidad, también dice en otro pasaje: «Venid a mí todos los que
estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».(Mt 11, 28-30) La única manera de darle sentido y
una respuesta a nuestro dolor y sufrimiento es el camino de Cristo.
Muchas veces tenemos que acompañar personas en
momentos de tribulación, de dolor, de sufrimiento… la verdad es que son pocas
las palabras con las que se puede consolar alguien que está sufriendo la muerte
de un ser querido; acompañando la enfermedad de un hijo; los problemas graves
de un familiar; las injusticias a causa de enemigos; la pobreza de madres que
no tienen con que dar de comer a sus hijos; los padres que tienen que lidiar
con los distintos problemas de la familia; o, simplemente, situaciones
difíciles que se presentan a diario, y requieren un sacrificio y esfuerzo
especial de nuestra parte.
La verdad es que si nos quedamos en plano
simplemente “horizontal”; es decir, si
miramos esas situaciones solamente desde los “ojos
del mundo”, es imposible darle sentido; darle una respuesta; darle un
sentido a todas esas situaciones. ¿Qué sentido
tiene sufrir? Solamente Dios puede darnos sentido. Solamente Cristo, que
vivió en su propia carne el sufrimiento, puede entendernos y compadecerse de
nosotros. La cruz, por lo tanto, en Cristo, cobra un sentido divino, un camino
de salvación. Es, por lo tanto, un camino lleno de sentido. Que nos puede
llevar a la felicidad.
Muchos huyen del dolor y del sufrimiento. Es
comprensible. Pero hacer eso, en el fondo, es huir de la propia vida. Pues
nuestra vida siempre tiene una cuota de sufrimiento, de dolor; siempre implica
cargar una cruz. Cada uno tiene su Cruz. No significa que busquemos el
sufrimiento, pero la vida por sí misma porta una dimensión de dolor. ¿Quién no tiene problemas en la vida?
Volvamos nuestra mirada a Cristo. Él asume el
dolor, asume el sufrimiento de la Cruz, de manera voluntaria. «El cual, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su
porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz» (2Fil 6-8). Es decir, descubre que es en ese camino,
permitido por el Padre, que cumple su Misión. Libremente opta por asumir el
dolor y el sufrimiento en su vida. No se trata de buscar el sufrimiento, pero
si Dios lo permite en nuestras vidas, por algo será. Normalmente no sabemos el
porqué, pero Dios tiene un Plan para cada uno de nosotros. ¡Cuántas cosas aprendemos! ¡Cuánto crecemos y maduramos
como personas, cuando aceptamos el sufrimiento en nuestras vidas!
Una clave espiritual fundamental es aprender a
sufrir junto con Jesús. Comprender nuestro dolor a través de Cristo, quien le
dio sentido salvífico a todo sufrimiento. De esa manera, sufrimos junto con
Jesús. Nos conformamos más a Jesús. Por lo tanto, al participar de su dolor,
nos estamos haciendo otros Cristos. Así nos santificamos, y por lo tanto somos
cada vez más felices. Sólo quien cree en Cristo puede entender el dolor y el sufrimiento
de esta manera. Cómo decíamos al comienzo, es “locura
para los griegos y necedad para los judíos”.
«Si de verdad queremos que
estas reflexiones se concreten en un consuelo real y fuente de paz, es
imprescindible cumplir con una condición: vivirlo todo en la fe, que quiere
decir que el cristiano que sufre debe unirse conscientemente al Cristo
doliente, debe acompañarlo cargando con paz su propia cruz a la de Cristo, que
sube al Calvario llevando con amor la suya, debe no sólo aguantar el dolor con
resignación sino asumirlo amorosamente, de forma consciente y voluntaria,
sabiendo que de esta manera su sufrimiento, igual que el de Jesús, se torna,
fecundo y creador, en fuente de vida y redención» (Ignacio
Larrañaga, El arte de ser feliz, Paulinas 2012, p.120).
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