Cuando Jesús llama
hijos del diablo a quienes lo rechazan, son homicidas y mentirosos, por algo
será.
Cuando un sacerdote confiesa
no es difícil que en unas cuantas ocasiones se quede asombrado y maravillado de
la categoría espiritual de la persona que tiene delante, quien a pesar de sus
fallitos o fallos, intenta realizar en su vida lo que piensa que Jesús y la
Virgen espera de él. Son auténticos santos, aunque santo en sentido estricto es
toda persona que está en gracia de Dios. Pero desgraciadamente, en todos los
tiempos y también hoy hay en nuestra Sociedad muchos que rechazan a Jesucristo.
Como Jesús no tenía pelos en
la lengua, les dijo a los judíos que le rechazaban: «Vosotros
hacéis lo que hace vuestro padre’. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de
prostitución; tenemos un solo Padre: Dios’. Jesús les contestó: ‘Si Dios fuera
vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he
venido por mi cuenta, sino que Él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje?
Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros
sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro
padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque
no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo porque es
mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,42-44). Jesús acusa a sus
interlocutores no sólo de no ser hijos de Dios porque le rechazan y no escuchan su palabra, sino también de ser hijos
del diablo porque como éste son
homicidas y mentirosos.
Es decir para Jesús ser hijo
del Diablo significa: rechazar a Jesús, ser homicida y ser mentiroso. La
pregunta obvia es: ¿quiénes son en nuestros días
aquéllos que cumplen estas tres condiciones? En nuestra Sociedad, que
algunos llaman ya incluso postcristiana, vemos un claro rechazo a Dios y a todo
lo religioso en la vida pública. Raro es hoy el dirigente que cuando jura o
promete su cargo dice: «lo juro». En
muchísimos otros campos no es que haya una autonomía de lo civil sino una
oposición descarada hacia todo lo religioso, como los intentos de robar a la
Iglesia la Mezquita-Catedral de Córdoba o la Catedral de La Seo en Zaragoza o
la Ley contra la educación que pretende meternos el gobierno del presunto
Doctor Sánchez.
Muchos además de quienes
rechazan a Dios, han adoptado como ideología, en parte también ante el más que
evidente desastre que ha resultado ser el marxismo, la ideología de género, que
desde luego es una ideología criminal en cuanto favorece los crímenes del aborto
y de la eutanasia. Nadie, con un mínimo de conocimientos, puede negar hoy que
la vida humana empieza mucho antes del nacimiento, y por eso muchos padres y
abuelos llevan en sus móviles la foto de su hijo o nieto aún no nacido, y los
científicos serios consideran ya probado que la vida humana empieza en la
fecundación, porque aunque haya una evolución, no se dan cambios esenciales.
Uno puede ser un ser humano o no serlo, pero no las dos cosas, o primero una y
luego otra, pero no en el mismo individuo. Y que la eutanasia es un crimen,
porque es matar a un ser humano, es claro, tanto más cuanto que la experiencia
prueba que se mata a muchos que no desean ser víctimas de ella.
La ideología de género además
es mentirosa, anticientífica y malvada. Hay que tener cara, por muy autoridad o
legislador que seas, para afirmar que los niños con pene y cromosomas XY son
niñas y que las niñas con vulva y cromosomas XX son niños o que una persona que
ha dado a luz no es mujer. Que yo pueda decidir mi sexo es tan ridículo como
acceder a esa petición de ese holandés con sentido del humor que ha pedido a
las autoridades que le quiten veinte años en los documentos oficiales,
argumentando: ¿si me pueden cambiar el sexo, ¿cómo
no van a poder cambiarme la edad? No nos olvidemos tampoco que la
clínica John Hopkins de Baltimore, uno de los centros pioneros en el mundo, ha
dejado de hacer operaciones de cambio de sexo al llegar a la conclusión que
ninguno de sus pacientes víctimas había obtenido ningún beneficio con sus
operaciones de cambio de sexo. Hay también una declaración del Colegio
Americano de Pediatras apoyada con datos científicos que indica que «hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88%
de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la
pubertad de forma natural». Cada día además hay más casos de
homosexuales, muchas veces con ayuda médica, que logran llegar a la
heterosexualidad y recordemos que contra el hecho no valen argumentos y que es
la ideología la que debe adaptarse a la realidad, y no ésta a la ideología.
Cuando Jesús llama hijos del
diablo a quienes lo rechazan, son homicidas y mentirosos, por algo será.
Recordemos además que el plan del Diablo no es precisamente favorecernos, sino
todo lo contrario, hacernos todo el mal posible. Termino con una pregunta: ¿entre Dios y el Diablo, a quién escogemos?
Pedro Trevijano,
sacerdote
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