lunes, 26 de febrero de 2018

EL BAPTISTERIO


La pila bautismal debe ser fija, sobre todo en el bautisterio, construida de materia apropiada y con arte, apta incluso para el caso del bautismo por inmersión. Con el fin de que resulte un signo más pleno, puede construirse de forma que el agua brote como un verdadero manantial (SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, Ambientación y arte en el lugar de la celebración, 1987, nº 20).

    Se prevé que la fuente bautismal esté en una capilla aparte, cerca de la entrada de la iglesia. Si no es posible, en el presbiterio, pero no como algo normal y habitual sino excepcional. Es preferible que tenga ocho lados, recuperando la antigua tradición, sea situando la fuente bautismal en una capilla octogonal, o enmarcando pila en un templete octogonal, o adoptando la forma octogonal la misma pila. ¿Por qué el número 8? Tiene evidentes raíces bíblicas. El Señor Resucitó en el Octavo Día, inaugurando un tiempo nuevo; si el tiempo cronológico tiene 7 días, el Señor abre el tiempo de la vida nueva con un día más, el Octavo, que supera el tiempo terreno.
 La fuente bautismal debe tener cierta amplitud para poder realizar el Bautismo por inmersión (bañando al niño) y no solamente por infusión (derramando un poco de agua en la cabeza). Pensemos que hasta el siglo XIII la forma normal fue siempre la inmersión, y así lo reconoce incluso Santo Tomás de Aquino afirmando que esto es más conveniente para significar los efectos del bautismo y que se permite en cierto modo, aunque es insignificante, el bautizar derramando sólo un poco de agua en la cabeza: “la ablución con agua se puede hacer no sólo con la inmersión, sino también con la aspersión o la infusión. Por eso, aunque sea más seguro el bautismo de inmersión, que es el más común, puede, sin embargo, hacerse también el bautismo de aspersión o el de infusión” (III, 66,7): ¡esa es la tradición litúrgica, también romana!    
 Se podría muy bien rematar la pila bautismal con una cubierta de madera con algún adorno para cerrar la pila bautismal cuando no hubiese bautizos y, sobre todo, que la pila quedase como sellada durante toda la Cuaresma, hasta ser descubierta para la Vigilia pascual, y ser adornada también con flores.
    Lo señalado por el directorio “Ambientación y arte en el lugar de la celebración” para el lugar del bautismo debe enseñarnos cuál es la práctica de la Iglesia y ponerla por obra:  “Tanto si el bautisterio se halla separado del recinto de la iglesia, como si se trata de una fuente o pila colocada en la misma iglesia, habrá de disponerse todo de forma que ostensiblemente quede resaltada la vinculación que existe entre el bautismo, la palabra de Dios y la Eucaristía, que constituye la coronación de la iniciación cristiana. Esto se puede conseguir cuando se proyectan y disponen los lugares de la celebración con sentido unitario y global, acercando material y psicológicamente el bautisterio, el ambón y el altar” (n. 19).
    Siguiendo estos principios, hay que cuidar la dignidad de la pila bautismal situándola cerca del presbiterio, pero no en él cuando no hay capilla bautismal; el material empleado deberá seguir el estilo del templo, del altar y del ambón: “En las iglesias parroquiales y en las que habitualmente se celebra el bautismo y no pueden contar con bautisterio propiamente dicho, debe colocarse la fuente bautismal en el lugar más adecuado, próximo al ambón, pero no en el presbiterio. Restitúyanse a uso litúrgico las pilas de piedra que por la nobleza de su material y valor artístico nunca debieron arrinconarse” (n. 20).
     Sólo falta reseñar un detalle hermoso. El lugar de los óleos, sobre todo del Santo Crisma, debe ser el baptisterio, conservados con honor y dignidad: “Donde sea costumbre, pueden también guardarse los santos óleos y el crisma en un lugar destacado dentro del bautisterio” (Directorio Ambientación y arte en el lugar de la celebración, n. 20); pero si no hay capilla bautismal habrán de guardarse en la sacristía, lugar de las cosas sagradas, en un armario propio y con una arqueta preciosa de madera tallada expresamente diseñada para contener los vasos con óleo, poniendo en práctica lo que el mismo Directorio marca: “Son también objetos sagrados las crismeras o recipientes de los óleos y del Santo Crisma. Dichos recipientes deben ser de materia apta para conservar el óleo, estar limpios y contener suficiente cantidad de óleo para hacer verdaderas unciones, evitándose que se derrame. Cuando no se usen han de guardarse en lugar apropiado, por ejemplo, dentro del baptisterio” (n. 25).

Javier Sánchez Martínez

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