viernes, 23 de febrero de 2018

COSAS RARAS QUE HACEMOS LOS CURAS: LLEVARNOS LAS VELAS A CASA


¿Y eso? ¿es que se las roban? No, robar no. ¿Quién va a querer robar un par de velas de una parroquia de pueblo? ¿Entonces? Es por el frío… Me lo explique.
La explicación es sencilla. Cada vez es más común utilizar para la liturgia velas que funcionan a base de un aceite especial. Tienen un depósito que se va rellenando, su mecha, y son de lo más cómodo y limpio. El único problema es con el frío, porque entonces ese aceite se congela y no hay forma de encender los cirios. Así que el señor cura párroco ha decidido guardar las velas en casa y llevarlas al altar justo para el momento de la celebración.
¿Tanto frío hace en esa iglesia? Tanto, tanto que el párroco nos contaba a los compañeros que cuando se reviste para celebrar, se coloca el alba sobre el jersey y la cazadora, porque si no se hace la cosa imposible.
En muchos lugares, en la ciudad de Madrid, por ejemplo, no se entiende una parroquia normal que no disponga de calefacción e incluso de aire acondicionado en verano. Nosotros, en la sierra norte, aire acondicionado no necesitamos. Cuando se vive a una altitud que supera en muchos casos los mil metros, el calor veraniego no resulta un problema especial. Otra cosa es el invierno.
Ahora mismo, cuando escribo este post, diez de la mañana del 23 de febrero, en mi pueblo el termómetro marca dos grados bajo cero. Dicen las previsiones que hoy llegaremos a una máxima de cuatro grados. Imaginen lo que debe ser el interior de cualquier iglesia, porque si el frío en la calle es extremo, cuando uno está sentadito la cosa se complica. No es nada fácil ponerse en oración y escuchar una homilía con los pies en estado de semi congelación y la nariz destilando lo que ya imaginan. Así que no se extrañen de que se congelen las velas, el agua bendita, las ideas y hasta la devoción. Muchos son los fieles que en noviembre se despiden de la parroquia y no regresan hasta abril. No por nada, por el frío ¿sabe usted?  
¿Es que no hay calefacción en esas iglesias? Pues depende, en unas sí y en otras no. Y en las que disponen de un sistema de calefacción, sea eléctrico o de gasóleo, no se puede encender todo lo deseable, simplemente porque no hay dinero para pagar el gasto.
Yo tengo suerte. En Braojos y en La Serna disponemos de calefacción de aire que se alimenta de una pequeña caldera de gasóleo. Es verdad que andamos con mucho cuidadito para tratar de gastar lo menos posible, pero al menos, como dicen por aquí, nos sirve para quitar “la friora”. En Gascones celebramos en una salita pequeña y tenemos un pequeño calentador de aire que algo hace, aunque sin exagerar.  
Les cuento todo esto para que conozcan lo que es la vida de estas pequeñas parroquias. Parroquias sin calefacción. Sacerdotes que celebran con jersey y cazadora. El aceite de las velas congelado y el agua bendita más de lo mismo. Pues la gente sigue yendo a su misa: “no se preocupe usted, que nunca hemos tenido calefacción y hemos ido aguantando”.
Recuerdo una señora con la que yo comentaba que iba poca gente a misa porque en la iglesia hacía mucho frío. Frío, frío, repuso. Más frío hace en el fútbol y no faltan. Lo que falta es devoción.
En nuestros pueblos no faltan devoción ni interés. Un frío helador en muchos templos. No pasa nada. El señor cura celebrando, aunque sea con el abrigo y la bufanda debajo del alba y tenga que guardar las velas en el calorcito de casa. Y nunca falta gente, con abrigo, gorro, bufanda. Es la sierra. Pequeñas iglesias. Frías. Bajo cero. Pero con ese rescoldito de fe y piedad.
Luego llegamos a nuestra parroquia de Madrid y protestamos porque parece que la calefacción no funciona demasiado bien. Dos misas serranas, en cualquiera de nuestras iglesias sin calefacción, los ponía yo de penitencia, para que sepan lo que es el frío. 

Jorge

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