VATICANO, 04 Sep. 17 / 06:54 am (ACI).- El Papa Francisco animó a
los jóvenes a evitar la “enfermedad del espejo” que
lleva a caer en el narcisismo de “contemplarse a
uno mismo e ignorar a los demás”, e hizo un llamado a romper con esa
dinámica destructiva: “¡Rompan el espejo! ¡No se
miren en el espejo, porque el espejo engaña!”.
En una audiencia que concedió en el Aula Pablo VI del Vaticano a
miembros de la Comunidad Católica Shalom, el Santo Padre se dirigió a los
jóvenes y los invitó a dejar de centrarse en uno mismo e ir hacia fuera, “hacia la alegría de vivir por Dios y para Dios”.
En respuesta a Justine, una joven de 25 años que recibió el Bautismo
durante el Jubileo de la Misericordia y que contó su testimonio junto a otros 2
jóvenes, Francisco señaló que el egoísmo que promueve la cultura de hoy es la
principal fuente de tristeza, una tristeza que tiene su origen en la “autorreferencialidad”, que consiste en “vivir en uno mismo”.
En este sentido, advirtió que “un joven que
se mete en sí mismo, que vive solamente para sí mismo, termina, ‘empachado’ de
autorreferencialidad. Es decir, lleno de autorreferencialidad”.
A continuación, el Papa advirtió del narcisismo, alertó sobre “ese estar contemplándose a sí mismo e ignorar a los
demás. El narcisismo te produce tristeza, porque vivís preocupado de maquillarte
el alma todos los días, de aparecer mejor de los que sos, de contemplarte a ver
si tenés una belleza mejor que los demás”.
“Es la enfermedad del espejo”, insistió, e invitó a “romper el espejo que
engaña”. Por el contrario, “miren afuera,
miren a los demás. Y si un día quieren mirarse en el espejo, les doy un
consejo: mírense al espejo para reírse de sí mismo. Hagan la prueba, se les va
a refrescar el alma. Saber reírse de uno mismo, eso nos da alegría y nos salva
de la tentación del narcisismo”.
El Pontífice se dirigió también a un joven chileno de 26 años llamado
Juan que contó cómo encontró el sentido a la vida en la oración, en la evangelización y
en el sentido de comunidad, y que preguntó cómo puede ser mensajero de
misericordia en un mundo marcado por la desesperanza y la indiferencia.
Francisco explicó que la clave es “salir de
uno mismo” para entregarse a los demás: “Vos
saliste de vos mismo en la oración para encontrarte con Dios, saliste de vos
mismo en la fraternidad para encontrarte con los hermanos y saliste de vos
mismo para evangelizar, para dar la buena noticia, la misericordia en un mundo
marcado por la desesperanza y la indiferencia”.
El Santo Padre recordó que para ser mensajero de misericordia no sirve
limitarse a hablar de ella “la tenés que
testimoniar, compartir, enseñar saliendo de vos mismo. Para hablar de
misericordia hay que poner toda la carne en el asador, sino, no se entiende”.
“Ese testimonio de no estar encerrado en un mismo,
en los propios intereses, sino en salir, salir buscando a Dios, compartiendo
con los demás, no jugando al ‘nene privilegiado’ al que le regalan todo, y
salir para contarle a los demás que Dios es bueno, que Dios te está esperando,
incluso en los peores momentos de la vida. Y ese es el mejor mensaje de
misericordia que uno puede dar”.
En tercer lugar, Francisco reflexionó sobre los daños causados por las drogas, para lo cual se
apoyó en el testimonio de Matheus, un joven brasileño de 22 años que consiguió
superar su adicción a las drogas gracias a un grupo de misioneros que lucharon
por su recuperación y que ahora se plantea su vocación.
El Papa advirtió: “la droga es uno de los
instrumentos que tiene la cultura en la que vivimos para dominarnos”.
Las drogas, “nos llevan a hacernos
invisibles a nosotros mismos, como si fuéramos de aire. La droga nos lleva a
negar todo lo que tenemos de arraigo, arraigo carnal, arraigo histórico,
arraigo problemático. Te quita la raíz y te hace vivir en un mundo sin raíces,
desarraigado de todo, de proyectos, del presente, de tu pasado, de tu historia,
de tu patria, de tu familia,
de tu amor, de todo”.
“Ese es el drama de la droga: genera jóvenes
totalmente desarraigados, sin compromisos reales, sin verdaderos compromisos de
carne, porque en la droga, ni tu propio cuerpo sentís”, subrayó.
El Santo Padre destacó cómo Matheus, tras abandonar las drogas, se dio
cuenta “de todos los arraigos que hay en el
corazón”.
A continuación, se dirigió a todos los congregados en el Aula Pablo VI: “¿Son conscientes de los verdaderos arraigos que hay en
el corazón? ¿De sus raíces, de sus amores, de sus proyectos, de que son poetas
en este universo para crear cosas nuevas y lindas?”.
Y le invitó a dar “gratuitamente” lo
que habían recibido. “Si estamos acá es porque
gratuitamente nos trajeron acá. Por favor, demos gratuitamente lo que hemos
recibido”.
Por último, el Pontífice también reflexionó sobre el diálogo y los
vínculos entre jóvenes y ancianos, y animó a que los más ancianos pasen a los
jóvenes la “antorcha, la herencia, el carisma, la
vivencia interior de ustedes”.
“Uno de los desafíos que hoy este mundo nos pide es
el diálogo entre los jóvenes y los ancianos. Los jóvenes necesitan escuchar a
los ancianos, y los ancianos necesitamos escuchar a los jóvenes. De los
ancianos sale sabiduría, una sabiduría que les llega al corazón y les empuja a
salir adelante”.
El Santo Padre recordó el gran valor de los ancianos, e invitó a
aprovechar la herencia que pueden transmitir a los jóvenes.
“Los ancianos no son para guardarlos en el ropero,
no son para tenerlos escondidos. Los ancianos están esperando que un joven
llegue y les haga hablar”, dijo.
“Y ustedes, jóvenes, necesitan recibir de esos
hombres y esas mujeres esos sueños y esas ilusiones que les hagan redimir.
Ellos tienen la sabiduría y tienen la necesidad de que les golpees el corazón.
Ese diálogo es promesa para el futuro. Ese diálogo nos va a ayudar a seguir
adelante”, concluyó.
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