Resulta totalmente antihistórico
colocar turbantes en la gente de Judea en esa época histórica como he visto en
algunas ilustraciones. Ningún elemento iconográfico avala tal posibilidad.
Los Doce no llevarían joyas encima.
Pero los hombres ricos de esa zona sí que llevaban collares y anillos. Los
pobres, no.
Entre los doce, unos llevarían el
pelo largo y otros, corto. Las dos formas eran usuales en esas tierras entre
los judíos. Al levantarse, se componían el pelo con las manos. Unos itinerantes
pobres como ellos, quizá viajaban sin peine. Tal vez algunos de ellos tenían un
sencillo peine de hueso en sus bolsas. Desde luego viajaban sin espejo. Sólo
veían sus rostros en el reflejo de los abrevaderos y las fuentes. Pero ninguno,
sin ninguna duda, llevaría ni perilla ni bigote ni patillas largas.
Lo más lógico es imaginarnos a todos
los apóstoles con barba, unos más corta, otros más larga. Pero no podemos
descartar que uno, dos o tres fueran afeitados. Resulta llamativo observar
hasta qué punto las colonias griegas habían influido en los hábitos de la
Palestina de esa época.
Pero digo que es más lógico imaginarlos con barbas cortas o largas, porque
unos discípulos itinerantes es más razonable pensar que viajaran sin los
enseres necesarios para el afeitado. Se necesita alguna sustancia química y
agua caliente para ablandar la barba, de lo contrario la piel se va
encalleciendo tras diez o veinte años de erosión cutánea tan fuerte, y más con
aquellos instrumentos.
P. FORTEA
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