martes, 24 de mayo de 2016

PROTOCOLO A LA MUERTE DE UN PAPA


Tres días atrás, hice una pequeña añadidura a la más loca de mis obras, la más excesiva: Neovaticano. Era el protocolo, dividido en diez pasos, que se seguía en ese libro cuando moría un sumo pontífice en el Celio. Os participo esos diez pasos. Tomaos esta orgía ritualística con cierta indulgencia, a partir de los 45 años mis neuronas comenzaron a ejercer sus funciones de un modo progresivamente más caprichoso.

Levantamiento del acta: En cuanto el médico advierte que el Romano Pontífice ha fallecido, se llama a un protonotario apostólico para que levante acta oficial de la muerte. El protonotario con dos testigos le golpeará con un martillito la frente llamándole tres veces por su nombre de pila. Si no contesta a la tercera vez, se levantará acta en el mismo dormitorio.

Toque de las campanas: Sólo una vez que el acta esté firmada por los tres y sellada, el protonotario dará orden para que las campanas del basilicarión tañan con el toque fúnebre. Éste será el modo de anunciar al mundo la muerte del obispo de Roma. Todas las campanas del Celio se le irán uniendo paulatinamente. Desde ese momento, la Guardia Romana irá cambiando sus uniformes por los de luto.

Traslado de los símbolos: Dada la orden de tocar las campanas, el protonotario recoge tres objetos que siempre deben hallarse en el apartamento papal: el Anillo del Pescador, las Llaves Petrinas y los sellos pontificios. El protonotario, escoltado por treinta soldados de la Guardia Romana, se dirigirá al archivo del Claustro Central con esos objetos.

Primer responso: Mientras tanto, se reza el primer responso en el dormitorio papal. Responso solemne en el que participan unos quince clérigos, y cuyas ceremonias y plegarias está especificadas en todos sus detalles en un bello ritual de grandes páginas. Ese primer responso queda a cargo de los sacerdotes más íntimos y los que están presentes en el palacio en ese momento.

Despliegue de los pendones negros: Acabado el primer responso, mientras suena el tañido fúnebre de las campanas, el Prefecto de la Casa Pontificia da orden de que se cuelguen los largos pendones negros de las ventanas del palacio. Acto seguido se hará lo mismo en las ventanas del edificio de la Curia y en los dos grandes arcos de la fachada del Basilicarión.

Anuncio desde el balcón: Tras extender los pendones, el Prefecto de la Casa Pontificia saldrá al balcón de la Archibasílica a dar la noticia al mundo de viva voz. La plaza del Basilicarión se ideó para dar avisos al orbe, por eso se da la noticia desde allí, comenzando el anuncio con las palabras latinas: Vere Papa mortuus est.

Destrucción de los sellos: En una sala del edificio de la Curia, ante testigos, el protonotario levantará acta de la destrucción de los sellos. Sobre el acta se sellará por última vez con el sello de tinta y con el sello seco, para que el acta muestre en el futuro que eran los sellos auténticos. Acto seguido, a la vista de todos, se destruirán allí mismo con el martillo ritual que se emplea para llamar a la puerta del Basilicarión.

Tras eso, en una cámara acorazada, se guardarán el anillo y las llaves petrinas. El anillo no se destruye, pues no sirve para sellar. El día previo al inicio del cónclave, tanto las llaves como el anillo se llevarán al Claustro Cardenalicio.

Acabado el primer responso, saldrán todos. Se quedarán las personas encargadas de limpiar el cuerpo del difunto y revestirlo con amito, alba y cíngulo.

Segundo responso: Cuando esté revestido con esa vestidura que simboliza su bautismo, interrumpirán la vestición para que entre el segundo grupo de clérigos que rezará el segundo responso. De este segundo responso se encarga la comunidad de frailes benedictinos del Claustro Central. Tras ello le revestirán con el resto de ornamentos pontificales.

Tercer responso: Al acabar la vestición, entra el tercer grupo de frailes que reza el tercer responso. De este responso se encargan los frailes cistercienses del Claustro Central. Finalizadas esas oraciones, se traslada el cuerpo al vestíbulo del Palacio.

Sellado de los apartamentos papales: En ese momento se sacan los elementos médicos del dormitorio así como las sábanas. Y sin más dilación, un protonotario sella las dos entradas a los apartamentos papales. Las dependencias papales de los tres palacios apostólicos del Celio sólo tienen cada uno de ellos dos puertas de entrada a las dependencias papales. Esas puertas son cerradas con llave, después se corre una cinta por los pomos de bronce y sus extremos se sellan con un sello metálico. Las llaves las custodiará un protonotario hasta que haga entrega de ellas al Camarlengo.

Acabados estos diez pasos, se considera finalizado el protocolo inmediato a la muerte de un pontífice y ya comienza el luto de los novemdiales.

Este protocolo tiene una particularidad, si el sumo pontífice muere entre las 00:00 y las 8:00, el anuncio del fallecimiento no tendrá lugar hasta las ocho de la mañana. La razón es que no tiene ningún sentido despertar a todos los habitantes del Celio con las campanas, ni tampoco privar del sueño a las numerosas personas necesarias para poner en marcha todo el protocolo explicado. Con el, así llamado, respeto del silencio de la noche se evita también que muchos periodistas tengan que estar haciendo guardia toda la noche para dar la noticia. Sin contar con que siempre hay personas en sus casas que sin duda irían retrasando un poco más el irse a la cama, por la curiosidad de esperar a ver si dan la noticia.

Para evitar todas estas cosas, si el Papa muere en ese intervalo de tiempo, los presentes rezarán un responso y se irán a dormir. A la mañana siguiente, el Prefecto de la Casa Pontificia avisará al protonotario apostólico para que levante acta de manera que el anuncio se pueda dar exactamente a las 8:00 en punto con el tañido de campanas. Ni siquiera hay razón para que el protonotario tenga que levantarse en mitad de la noche. No pasa nada por el hecho de que corran rumores por el Celio o el mundo antes de esa hora. Estos sólo se confirmarán o no a la hora determinada con el toque fúnebre de las campanas, seguido del despliegue de los pendones negros de las ventanas del Palacio.

P. FORTEA

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