sábado, 28 de mayo de 2016

FECUNDACIÓN ASISTIDA - PARA SABER MÁS


La reproducción humana artificial, llamada generalmente «asistida», goza ya de una amplia aceptación social. Da la impresión de que, por fin, la ciencia ha encontrado la manera de proporcionar hijos a quienes no los pueden tener y de eliminar así sufrimientos, sin perjudicar a nadie. Sin embargo, las apariencias engañan. La opinión políticamente correcta no coincide con la opinión científica y éticamente bien fundada. Lo saben también todas las personas que se han formado un juicio propio de acuerdo con los datos de la ciencia y los principios de la ética humanista y no siguiendo los eslóganes y las informaciones interesadas de la industria productora de niños y de los laboratorios de investigación biomédica. Todos ellos saben que, a pesar de ciertas apariencias y de los éxitos técnicos conseguidos, la producción de seres humanos en los laboratorios es una práctica que choca con la dignidad de la persona y que trae consigo numerosos abusos y atentados contra las vidas humanas incipientes, es decir, contra los hijos. La acción técnica de producir es apropiada para fabricar objetos, pero es completamente inapropiada para ser aplicada a las personas.

Cuando se producen seres humanos en el laboratorio, se comete una injusticia con ellos, porque se les está tratando como si fueran cosas. La dignidad del ser humano exige que los niños no sean producidos, sino procreados. La industria productora de seres humanos ha dado lugar, por primera vez en la historia, a la acumulación en los centros de reproducción de un número incalculable de embriones humanos que no van a poder ser gestados por ninguna madre que les dé a luz. El embrión humano merece, pues, el respeto debido a la persona humana, porque no es una cosa ni un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano. El comienzo de la vida humana sigue y seguirá ligado a las relaciones sexuales entre el varón y la mujer, que al unirse en el abrazo conyugal perfeccionan su unión de vida y amor y, al mismo tiempo, generan a los hijos.

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