VATICANO, 04 Sep. 15 / 12:09 pm (ACI).- El Papa Francisco envió un video mensaje a
los participantes en el Congreso Internacional de Teología que se realizó en la
Universidad Católica de Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA), en el
que explicó que sin escuchar al pueblo de Dios la teología se convierte en
ideología.
En el texto enviado a los participantes del evento celebrado en el marco
de los 100 años de la Facultad de Teología de la UCA, el Santo Padre afirma que
un desafío de los teólogos es presentar en las circunstancias actuales el
“Evangelio vivo”.
“Para encarar este desafío, hemos de superar dos posibles tentaciones:
condenarlo todo. Acuñando la ya conocida frase ‘todo pasado fue mejor’
refugiándonos en conservadurismos o fundamentalismos; o por el contrario,
consagrarlo todo, desautorizando todo lo que no tenga "sabor a
novedad", relativizando toda la sabiduría acuñada por el rico patrimonio
eclesial”.
Francisco resaltó luego que “una
teología, responde a los interrogantes de un tiempo y nunca lo hace de
otra manera que en los mismos términos, ya que son los que viven y hablan los
hombres de una sociedad”.
“No hacer este ejercicio de discernimiento lleva sí o sí a traicionar el
contenido del mensaje. Hace que la Buena Nueva deje de ser nueva y
especialmente buena, volviéndose una palabra estéril, vacía de toda su fuerza
creadora, sanadora, resucitadora, poniendo
así en peligro la fe de las personas de nuestro tiempo”.
“La doctrina, no es un sistema cerrado, privada de dinámicas capaces de
generar interrogantes, dudas, cuestionamientos. Por el contrario, la doctrina
cristiana tiene rostro, tiene cuerpo, tiene carne, se llama Jesucristo y es su Vida la que es ofrecida de generación en
generación a todos los hombres y en todos los rincones. Custodiar la doctrina
exige fidelidad a lo recibido y –a la vez– tener en cuenta al interlocutor, su
destinatario, conocerlo y amarlo”.
Este encuentro, prosiguió Francisco, “entre doctrina y pastoral no es
opcional, es constitutivo de una teología que pretenda ser eclesial”.
“Las preguntas de nuestro pueblo, sus angustiar, sus peleas, sus sueños,
sus luchas, sus preocupaciones poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar
si queremos tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos, sus cuestionamientos nos
cuestionan. Todo esto nos ayuda a profundizar en el misterio de la
Palabra de Dios, Palabra que exige y pide dialogar, entrar en comunicación. De ahí que no podemos ignorar a nuestra gente
a la hora de realizar teología”.
El Pontífice refiere luego que “no son pocas las veces que se genera una oposición entre teología y
pastoral, como si fuesen dos realidades opuestas, separadas, que nada
tuvieran que ver una con la otra. No son pocas las veces que identificamos lo
doctrinal con conservador, retrógrado; y por el contrario, pensamos la pastoral
desde la adaptación, reducción, acomodación. Como si nada tuviesen que ver
entre sí”.
“Se genera de este modo una falsa oposición entre los así llamados
‘pastoralistas’ y ‘academicistas’, los que están al lado del pueblo y los que
están al lado de la doctrina.
Se genera una falsa oposición
entre la teología y la pastoral; entre la reflexión creyente y la vida creyente;
la vida, entonces, no tiene espacio para la reflexión y la reflexión no
encuentra espacio en la vida”.
Francisco recordó entonces que “los grandes padres de la Iglesia: Ireneo, Agustín,
Basilio, Ambrosio, por nombrar algunos, fueron grandes teólogos porque fueron grandes
pastores. Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y
vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me
animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología,
la manera de hacer y del pensar creyente”.
El Papa resaltó luego las palabras de San Juan XXIII que en el discurso
de apertura del Concilio Vaticano II, hace más de 50 años, dijo que “una cosa es la substancia de la antigua
doctrina, del ‘depositum fidei’ (depósito de la fe), y otra la manera de
formular su expresión”.
“Sin ese encuentro, con la familia, con el Pueblo de
Dios, es cuando la teología corre el gran riesgo de volverse ideología. No nos
olvidemos, el Espíritu Santo en el pueblo orante es el sujeto de la teología.
Una teología que no nazca en su seno, tiene ese tufillo de una propuesta que
puede ser bella, pero no real”.
Tres rasgos del teólogo:
1.- El teólogo es en primera
instancia un hijo de su pueblo: El Santo Padre explicó que quien hace
teología conoce bien a los suyos, “su gente, su lengua, sus raíces, sus
historias, su tradición. Es el hombre que aprende a valorar lo recibido, como
signo de la presencia de Dios ya que sabe que la fe no le pertenece”. “Tiene un
sentido teológico que no puede ignorar. Se sabe "injerto" en una
conciencia eclesial y bucea en esas aguas”, añadió.
2.- El teólogo es un creyente:
“El teólogo es alguien que ha hecho experiencia de Jesucristo, y descubrió que
sin Él ya no puede vivir. Sabe que Dios se hace presente, como palabra, como
silencio, como herida, como sanación, como muerte y como resurrección. El
teólogo es aquel que sabe que su vida está marcada por esa huella, esa marca,
que ha dejado abierta su sed, su ansiedad, su curiosidad, su vivir”.
3.- El teólogo es un profeta:
“Uno de los grandes desafíos planteados en el mundo contemporáneo no es solo la
facilidad con que se puede prescindir de Dios”. Ante esto y ante la realidad
actual alienada, el teólogo es profeta “porque mantiene viva la conciencia de
pasado y la invitación que viene del futuro. Es el hombre capaz de denunciar
toda forma alienante porque intuye, reflexiona en el río de la Tradición que ha
recibido de la Iglesia, la esperanza a la que estamos llamados. Desde esa mirada invita a despertar la
conciencia adormecida. No es el hombre que se conforma, que se
acostumbra. Por el contrario, es el hombre atento a todo aquello que puede
dañar y destruir a los suyos”.
El Papa Francisco dijo luego que “hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. No es solamente
un acto piadoso de oración para luego pensar la teología. Se trata de una
realidad dinámica entre pensamiento y oración. Una teología de rodillas es
animarse a pensar rezando y rezar pensando”.
“No tengamos miedo de ponernos
de rodillas en el altar de la reflexión y hacerlo con ‘los gozos y las
alegrías, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre
todo de los pobres y de todos los afligidos’ ante la mirada de Aquel que hace
nueva todas las cosas (Ap. 21, 5)”, concluyó el Pontífice.
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