domingo, 14 de diciembre de 2014

¿PORQUE NUESTRO SER, TIENE UNA PARTE MATERIAL?


Son, no diré que son muchos…, pero si son bastantes, los que me ocupan mucho tiempo, para contestarles debidamente. Esto es mi obligación y lo que el Señor espera de mí, por ello les agradezco pues me sirven de estímulo en mi trabajo y más de una vez tengo que consultar viejas notas que me refresque viejos pensamientos de santos y exégetas. Lógicamente nadie da más de lo que tiene y siempre me ocupo de contestar, de acuerdo con los conocimientos que el Señor ha dispuesto que tenga, para mejor servirle. Hace unos meses…, una fiel lectora de estas glosas, a cual le agradezco su amabilidad y el interés que se toma en leerlas, me escribió planteándome una cuestión.

Sobre el tema que me plateaba esta señora, son muchas las preguntas que nos podemos hacer, como siempre ocurre en aquellas cuestiones que dependieron en su día de la voluntad divina, y que nuestra ilimitada inteligencia, no acierta de ver clara la razón, tuvo el Señor para hacer las cosas de una forma o de otra. Nosotros solamente podemos hacer dos cosas; La primera aceptar la voluntad divina, teniendo siempre en cuenta que ella en su omnisciencia, y amor a su creación, siempre ejecuta o dispone lo mejor para sus amadas criaturas que somos nosotros. Y la segunda es que tratemos de especular cual pudo ser la razón que tuvo el Señor. Aunque en estos casos hay que ser prudentes, y no olvidar la recomendación que se hace en el Kempis, cuando se nos dice: No escudriñéis porque es peor”.

El tema planteado es: ¿Por qué el Señor quiso crearnos mitad espíritu y mitad carne? Para tratar de responder a esta pregunta hay que tener en cuenta una serie de consideraciones, a las que nos vamos a referir. Pues aunque Dios dada su omnipotencia no tiene porqué supeditarse a ningún condicionante, puede ser que solo por amor, pues Él es amor y solo amor (1Jn 4,16), sea esta, la razón que le movió, al Dios ateniéndose así a su propia esencia

Las dos únicas clases de seres, que nosotros sepamos, que Dios ha creado por amor, para compartir su gloria y eterna felicidad con Él, son los ángeles y nosotros los seres humanos. Existe una gran diferencia entre ellos y nosotros y precisamente, es que ellos no han sido creados con materia y no disponen de una parte material de carne, como nosotros.

Esto determina, que ellos a diferencia nuestra nunca han tenido fe, ni la necesitan pues desde el mismo día de la creación por Dios de cada uno de ellos, vieron y contemplaron el Rostro de Dios y fueron iluminados por la maravillosa Luz que emana de su Rostro, de la cual, se nos dan referencias en la Transfiguración del Thabor que contemplaron los tres apóstoles, Pedro, Juan y Santiago. Sobre esta Luz de Dios que será la base de nuestra futura gloria, pueden verse varias glosas en las que he mencionado la luz del Señor.

Por otro lado hemos de considerar para comprender este tema, que Dios es amor y solo amor (1Jn 4,16) y el amor exige una reciprocidad, porque si el amor no es recíproco, el amar no nace, y esta reciprocidad ha de ser comprobada. En el amor humano, vemos que si este es auténtico, emanará siempre del amor de Dios, porque Dios es la única fuente generadora de amor que existe. Nosotros cuando amamos también queremos comprobar la fidelidad de la persona que nos ama y si ella nos traiciona, queriendo compartir nuestro amor con un tercero, nos indignamos y esto es lo que también le pasa al Señor,

Es por ello por lo que, el Señor nos ha situado en este mundo material, para que realicemos una prueba de amor a Él y si resulta, que la prueba hemos de superarla en un mundo material y hemos de vivir durante un cierto periodo de tiempo, mientras dure la prueba de amor, en ese mundo material que es esta tierra, es lógico que necesitemos una parte de nuestro ser que también sea materia, para que ella nos ayude a superar la prueba de amor, a la que estamos convocados.

La parte fundamental e importante de nuestro ser humano es nuestra alma que pertenece al superior orden del espíritu. No olvidemos que Dios es espíritu puro y no materia aunque Él sea el creador de todo el orden de la materia u orden material. Nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero esa imagen y semejanza se refiere a nuestra alma no a nuestro cuerpo, sencillamente porque Dios no tiene cuerpo.

            Hemos mencionado una prueba de amor que el Señor necesita de nosotros, porque si nos ha regalado el libre albedrío, es decir la capacidad de que disponemos para aceptar el amor que el Señor constantemente nos está ofreciendo o despreciarlo no aceptándolo. Esta es nuestra prueba de amor. Que demostremos amar a Dios y a todo lo por Él creado especialmente a nuestros semejantes, a nuestros hermanos. Nuestro cuerpo material es mortal y solo nos servirá, mientras estemos en ese mundo, donde solo estamos de paso, ya que esta no es nuestra casa, aunque sean muchos que le tenga mucho apego a ella, y miedo a la muerte que será nuestra liberación, porque ella nos abrirá las puertas de la felicidad y de la gloria eterna.

Cierto es que obtendremos un nuevo cuerpo, tal como San Pablo nos dice: “42 Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles; 43 se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; 44 se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual”. (1Cor 15,42-44). Es lógico que nuestro futuro cuerpo sea espiritual, pues la materia como orden inferior, necesita sitio o lugar donde ubicarse y en el cielo todo es espiritual.

Ignoramos la prueba por la que tuvieron que pasar todos los ángeles, Sabemos solo, lo poco que nos dice el Apocalipsis en su capítulo 13, Parece ser que el orgullo del demonio le llevó a rebelarse y la prueba solo la superaron 2/3 de los ángeles capitaneados por el arcángel San Miguel, que derrotaron a los ángeles sublevados juntamente con el demonio y fueron echados del cielo a los infiernos, pasando a convertirse todos ellos en demonio.

            Tradicionalmente la Iglesia católica nos dice que nuestros tres enemigos que tratan de evitar, nuestra santificación y acceso a la gloria de Dios, son: el demonio, el mundo y la carne. Nuestro cuerpo fenecerá y si vivimos con Cristo y compartimos su vida y su muerte, con Él resucitamos y tendremos otro cuerpo no mortal y espiritual tal como nos dice San Pablo.

            No pensemos que aquel que no comparte la vida con Cristo, va a ir al cielo porque Dios es muy misericordioso, sí lo es pero además de misericordioso es justo y no le tembló la mano, para enviar al infierno a un 33% de los ángeles que Él mismo había creado. El Hijo en la oración sacerdotal se manifiesta sobre nosotros diciéndole al Padre: “Yo les he dado tu palabra, y el mundo les aborreció porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo. No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal. Ellos no son del mundo, como no soy del mundo yo” (Jn 17,12-16).

Y más adelante le sigue diciendo el Hijo al Padre: “Santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad Como Tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo y yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en verdad. Pero no ruego solo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectamente uno y conozca el mundo que Tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí” (Jn 17,17-23).

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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