EL PODER DEL SANTO ROSARIO
ROSARIO:
Parece ser que las rosas son muy útiles para la salud del cuerpo. Pues lo mismo
le pasa al Rosario para la salud de nuestra alma. Procura una felicidad espiritual
a los que son devotos.
Parece ser que las rosas son muy útiles para la
salud del cuerpo. Pues lo mismo le pasa al Rosario para la salud de nuestra
alma. Procura una felicidad espiritual a los que son devotos, y es muy
necesario para curarles del pecado y de disminuirles los dolores que merecerían
en el purgatorio. En el reino de Aragón (España), una joven llamada Alexandra,
asistió a las predicaciones de Santo Domingo y decidió entrar en la Cofradía
del Santo Rosario. Pero, sumida en la vanidad del mundo, olvidaba rezar el
rosario a cambio de pasar horas delante del espejo o en conversaciones mundanas
e inútiles. Como era muy hermosa, más de algún joven comenzó a rondarla. Sobre
todo había dos jóvenes que la pretendían más asiduamente, hasta tal punto que
se batieron en duelo por ella. La joven presenció el duelo para decidir cuál de
los dos era el vencedor, pero a la señal de comienzo, los dos jóvenes se
abalanzaron con tanta saña el uno contra el otro, que cayeron ambos mortalmente
heridos, falleciendo los dos al poco rato. Lógicamente el duelo y su resultado
causó gran revuelo en la comarca y gran dolor a ambas familias, hasta tal punto
que se unieron para castigar a la causante, por sus coqueterías y devaneos, del
drama. Le propinaron tal paliza que dejárnosla moribunda en el suelo, bañada en
sangre. Ella suplicaba que antes de matarla, que al menos la dejaran
confesarse, pero furiosos ellos se cegaron más todavía y de un sablazo le
cortaron la cabeza. Para escapar de la justicia, arrojaron el cadáver a un pozo
y se marcharon corriendo.
Sin embargo, la Santísima Virgen quiso recompensar
los pocos actos de piedad que la pobre muerta había tenido hacia Ella: hizo
saber a Santo Domingo, que se encontraba en otra ciudad, todos los detalles del
crimen. Al cabo de unos días el santo fue directamente al pozo, y después de
orar fervientemente, llamó a la doncella. Al instante, salió entera del pozo,
toda ensangrentada y postrándose a los pies, bañada en profundas lágrimas de
dolor y arrepentimiento se confesó, dando gracias del gran favor que Dios le
había hecho. Vivió dos días más para rezar los numerosos rosarios que Santo
Domingo le había impuesto por penitencia. Fueron a verla de muchos lugares, y
ella no cesaba de predicar y recomendar la devoción a María, que la había
salvado del infierno. Interrogada por Santo Domingo sobre lo que le había
pasado al morir, contó tres cosas muy importantes: la primera, que gracias a
los méritos de los cofrades del Santo Rosario, había podido tener una
contrición perfecta, gracias a la cual no fue condenada al infierno, la segunda
que cuando le estaban cortando la cabeza pudo ver un tropel de demonios
repugnantes que querrían llevarla al infierno, pero que la Virgen había acudido
para salvarla, y la tercera que había sido condenada a 200 años de purgatorio,
por haber causado la muerte de los dos jóvenes, más otros 500 años por haber
sido causa de pecado para muchos a causa de sus coqueterías. “Espero que los
miembros de la Cofradía
a la que he pertenecido, para honrar a María, recen por mi y estos ochocientos
años sean disminuidos. Falleció de nuevo con sentimientos de onda piedad. Santo
Domingo hizo tantas penitencias, oraciones, donativos, ayunos e hizo hacerlo a
tantas personas que a los quince días se apareció la doncella resplandeciente y
le dio las gracias efusivamente. Añadió que las otras almas del purgatorio le
comunicaban que no dejaran de tener una gran devoción al Rosario, que tantos
alivios le procuraban. “Que las cofradías del Santo Rosario aplicaran las
indulgencias a esas pobres almas, pues no perdían nada, pues estas almas
intercederían a su vez por los orantes”. Santo Domingo, encantado de escuchar
esta revelación, trabajó con más ahínco todavía para propagar la devoción al
Rosario. Nosotros, después de escuchar este relato y de recordar las peticiones
que hizo Nuestra Señora en Fátima, no tendremos perdón de Dios, si no rezamos
el Rosario a diario.
MARCO SUAREZ
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