miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿QUÉ FALLA AL EVANGELIZAR UNA GRAN CIUDAD?


La nueva evangelización, entendida como vivir, enseñar y, por ende, compartir la fe católica en medio de una sociedad sin cultura religiosa, es un reto irrenunciable, porque hace falta y muchos de los problemas que vemos -violencia, divorcios, drogas, suicidio, etc.- tienen que ver con un tipo de necesidad que es mucho más compleja que la material. Estamos hablando, de la pobreza intangible o de sentido. Pues bien, la experiencia nos ha enseñado que evangelizar la cultura en un contexto cosmopolita es algo urgente y, al mismo tiempo, difícil; sin embargo, ¿en qué fallamos cada vez que lo intentamos? Quizá por el hecho de repetir métodos que funcionan en otras realidades -como el campo o la periferia- pero sin atrevernos a diseñar un modelo pastoral “ex professo” para las grandes ciudades y capitales como Ciudad de México, Madrid o Roma. Y no es que sea más importante un contexto sociocultural que otro. Simple y sencillamente, son realidades distintas que exigen respuestas pastorales diferentes, porque varían las inquietudes personales y grupales de los destinatarios. Las ciudades tienen un mayor grado de dificultad porque se trata de un auditorio que, por el mismo ritmo en el que se desenvuelve, no se conforma con cualquier explicación. Es lógico que una persona que viaja cada tres meses al extranjero tenga una visión más completa del mundo que alguien que nunca ha salido de su país. ¿Clasismo? Nada de eso, pues la Iglesia tiene que atender los dos casos; sin embargo, el acompañamiento considerará la personalidad y experiencias de cada uno en particular. Cuando una mamá tiene dos hijos y necesita hablar con ellos por separado, no lo hará de la misma manera, porque tomará en cuenta la diversidad de gustos, ideas, virtudes y defectos de ambos. Por lo tanto, hay que saber distinguir entre campo, periferia, ciudad y ciudad cosmopolita. La última se distingue de las demás por contar entre sus residentes a personas originarias de otros países. Cuando estamos en una parroquia con un territorio parroquial muy pobre, las personas son más participativas porque tienen menos distractores que los de la ciudad. ¿Bueno o malo? Sencillamente, ¡diferente! El progreso no es negativo, pero requiere de otro tipo de educación, pues sin negar sus cosas constructivas, hay que formar a las personas en una mejor administración de su tiempo, al punto de que entiendan que por muy ocupados que estén, necesitan de Dios, de la oración, de la liturgia, de los sacramentos y, por supuesto, de las buenas obras desde la posición que tengan en la sociedad, sobre todo, si es de un cierto grado de incidencia y liderazgo.

¿Por qué hay más vocaciones religiosas provenientes de familias pobres que de acomodadas económicamente hablando? En realidad, Dios llama a todos. Tan es así, que en la historia de la Iglesia hemos visto Papas que han venido desde los pueblos más pobres hasta las ciudades más aristócratas, pero lo cierto es que algo que determina son los distractores. Entonces, ¿lo mejor es que se prohíba el entretenimiento o el desarrollo urbano? ¡No, nada de eso! Porque la fe católica busca que todos consigamos una vida digna, pero educándonos de tal modo que, en medio de todas las voces, sepamos reconocer cuál es la de Dios y actuar en consecuencia.

¿Qué hay que hacer para evangelizar las ciudades cosmopolitas? Aprovechar los puntos estratégicos. Por ejemplo, toda metrópoli cuenta con muchas comunidades universitarias. Tomando en cuenta esto, podemos abrir -como lo han hecho los dominicos de New York- un centro universitario en el que los estudiantes tengan un espacio para reunirse, descansar, estudiar, divertirse y, quien lo desee, participar de la Misa y de la dirección espiritual a cargo de un sacerdote. Supongamos que una congregación tiene una biblioteca con un acervo bibliográfico de ensueño y que, por si esto fuera poco, está ubicada en un punto céntrico. ¿Por qué no abrirla de forma gratuita como servicio cultural y, aprovechando la afluencia de lectores, invitarlos a una charla en la que uno de los religiosos expertos en filosofía les hable sobre la fe y la razón? Realmente, se trata de iniciativas sencillas, porque implica aprovechar mejor las estructuras ¡qué ya existen! En vez de vender o cerrar, quizá viene siendo tiempo de potenciar, dándoles otro giro pero dentro de la nueva evangelización.

Es hora de atrevernos a hacer presente la fe en la gran ciudad. Cuentan que a Pedro le daba mucho miedo dejar su tierra para irse a Roma; sin embargo, ante el deseo de los cristianos romanos, liderados por Pablo, decidió desinstalarse y dar literalmente su vida en la que fuera la capital del imperio. Como él, debemos lanzarnos y ampliar nuestro ángulo de visión organizacional, para que las estructuras tengan vida y, desde ahí, la Iglesia se acerque a los que están lejos.

Carlos J. Díaz Rodríguez

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