En los últimos años ha resurgido
un gran interés por los documentos antiguos y especialmente apócrifos, interés
motivado en buena medida por el deseo de hallar en ellos misteriosas verdades
que las iglesias habrían ocultado por miedo a que sea descubierta “la verdad
sobre Jesús” o que “la Iglesia se derrumbe en sus creencias”.
Hay un gusto creciente por las versiones no oficiales o no autorizadas
de los hechos. Lo no dicho, lo oculto, aunque sea falso, suena interesante y
atractivo. Las teorías sobre conspiraciones fascinan, la información
seudohistórica abunda en internet. Lo misterioso y extraño tiene mayor público
que los buenos libros de historia.
El tema de los "evangelios apócrifos" está rodeado de mitos y
prejuicios, que muchos dan por veraces sin tener siquiera noticia acerca de los
propios apócrifos. Todavía se suele confundir en
muchos artículos periodísticos los manuscritos encontrados en Qumrán, que son
en su mayoría de la secta judía de los esenios, con los evangelios apócrifos.
Sin embargo, nada tiene que ver Qumrán con los evangelios gnósticos de Nag Hammadi. Otros afirman que el Concilio de Nicea sustrajo ciertos textos sobre
la reencarnación, o que se eligieron evangelios. Sin embargo, la fe
judeocristiana jamás creyó en la reencarnación, y el Concilio de Nicea no
eligió evangelios.
EVANGELIOS CANÓNICOS
Los cuatro evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, son los aceptados
por el cristianismo (no solo por católicos, sino por todas las iglesias
cristianas), desde comienzos del siglo II ya, como fuente cierta y segura de
revelación. Se les llama “canónicos”.
Se denomina “apócrifos” –a veces peyorativamente- a los considerados
como ajenos a la tradición cristiana. El término apócrifo (del griego:
oculto o secreto) fue usado por los mismos autores de estos textos “ocultos”,
dando así a entender su carácter esotérico, reservado a una elite de iniciados
en sus misteriosas doctrinas. No se les llamó “ocultos” por estar escondidos,
sino por su origen esotérico y
luego se hizo costumbre identificar apócrifo con no canónico, no inspirado,
falso, etc.
Los cuatro evangelios
canónicos (que son
regla de fe para los cristianos, y son considerados como inspirados), fueron escritos durante la segunda
mitad del siglo I. Estos escritos pertenecen a las comunidades cristianas de
los primeros testigos, tienen un origen apostólico y eran de uso generalizado
en los primeros siglos de la era cristiana. No fueron cambiados ni corregidos,
y esto lo sabemos porque se dispone de gran cantidad de copias y traducciones
hechas en la antigüedad. También se poseen escritos de autores de los primeros
siglos que citan y comentan estos textos, lo cual nos permite comparar y ver la
fidelidad en la trasmisión hasta nuestros días. No sería posible ocultar algo
que fue dado a conocer desde el principio. Además, el criterio de canonicidad
tiene que ver con el serio conocimiento del origen de tal o cual evangelio como
vinculado directa y realmente a un apóstol o discípulo del mismo, acreditado a
su vez por las otras comunidades cristianas que servían de referentes por estar
conectadas también con un origen apostólico.
En el Concilio de Trento (s. XVI) se define dogmáticamente el canon
actual de la Biblia, pero ya desde el siglo IV hay elencos completos de los
libros canónicos (Concilio de Cartago, 397), y el decreto Gelasiano del Sínodo
de Roma (383) es el primer documento romano autorizado con la lista completa
del canon. Ya a finales del siglo II, Ireneo de Lyon defiende la canonicidad de
los cuatro evangelios canónicos frente a las sectas gnósticas. Por lo tanto en
los comienzos mismos de la Iglesia, los cuatro evangelios canónicos y las
cartas de san Pablo eran considerados como auténticamente inspirados y de
autoridad apostólica, a diferencia de los posteriores textos apócrifos.
En la época del Canon
Muratoriano -que data aproximadamente del 190 DC- el reconocimiento de los
cuatro evangelios como canónicos y la exclusión de textos gnósticos era un
proceso que se encontraba ya sustancialmente completo.
En el siglo XVI la “reforma protestante”, en una deseada vuelta a las
fuentes, aceptó el canon de la Biblia hebrea, que no contiene algunos libros
incluidos en la traducción griega de los Setenta (LXX), la cual se usaba en la
primitiva comunidad apostólica. Si bien la Biblia católica incluye 7 libros más
del Antiguo Testamento en comparación con las protestantes, en lo concerniente
al Nuevo Testamento, todas las tradiciones cristianas han mantenido los 27
libros canónicos que hoy conocemos.
Claramente los textos gnósticos, por no ser cristianos, nunca formaron
parte de la lista de libros revelados y auténticos entre los cristianos de
todos los tiempos.
LOS
APÓCRIFOS GNÓSTICOS
Existen otros textos, escritos entre finales del siglo II y comienzos
del siglo V que se autodenominaron “evangelios”, y que tienen por autores a
miembros de distintas sectas gnósticas de la antigüedad y de otros grupos
seudocristianos, autores que aparecen con el nombre de apóstoles o de
personajes evangélicos –aunque sin conexión histórica con los mismos-, como:
Tomás, Pedro, María Magdalena, Santiago, Felipe, Andrés, Judas, Bernabé, etc.
Usaban el nombre de un apóstol para darle mayor autoridad a esos textos
tardíos, y no tenían ninguna relación con las comunidades apostólicas. Es
decir: el verdadero autor de un apócrifo determinado elige figurar con el
nombre de un apóstol que en realidad vivió siglos antes.
Estos textos, como no podía ser de otro modo, fueron rechazados por las
comunidades cristianas desde sus comienzos, ya que no sólo presentaban a un
Jesús moldeado según la fantasía de las doctrinas gnósticas y esotéricas- sino
que sus contenidos eran irreconciliables con lo transmitido oralmente y por
escrito por los testigos de las primeras comunidades cristianas. Apenas unos
pocos escritos apócrifos judeocristianos –algunos contaminados de gnosticismo-
influyeron en la liturgia, en historias populares, y en el arte, pero nunca
entraron en el canon.
Aunque se los llame ocultos (apócrifos), no están escondidos en ninguna
parte, ya que se pueden adquirir, desde hace ya varios años, en cualquier
librería que tenga textos religiosos. Son de conocimiento público, estudiados
por historiadores de las religiones y teólogos.
Y los originales tampoco se hallan en algún lugar secreto del Vaticano
–como suele escucharse-, sino en diferentes museos. El evangelio apócrifo “de
Tomás”, por ejemplo, que es un texto posterior al año 150, se encuentra en el
Museo de El Cairo, en Egipto, desde su hallazgo en 1945.
Estos textos nunca serán aceptados por el cristianismo, sencillamente
porque son extraños a su historia e identidad, a sus raíces y su fuente. La
mayoría de ellos nos muestra a un Jesús reinventado por las sectas gnósticas y
esotéricas que mezclaban doctrinas de religiones orientales con la fe de la
Iglesia primitiva, con elementos de la literatura apocalíptica judía
(apócrifa), con la filosofía pitagórica, con el neoplatonismo y con los mitos
egipcios...
Sencillamente no son evangelios cristianos, aunque se llamen “evangelios”, ni tienen por autor a ningún
apóstol o sucesor directo del mismo.
El hallazgo de un evangelio
apócrifo interesa en cuanto creencias religiosas más o menos contemporáneas del
cristianismo primitivo, pero no es algo que afecte a la fe cristiana.
LOS PRIMEROS CRISTIANOS Y LOS
EVANGELIOS
En la tradición cristiana existen
también textos primitivos, de autores de gran importancia, que no fueron
rechazados y se usaron para la enseñanza. Sin embargo no entraron en el canon y
son poco conocidos. Muchos de ellos nos muestran interesantes datos sobre el
cristianismo primitivo, sus celebraciones, sus creencias y enseñanzas, y no por
ello se los integró al canon de la Biblia, ni tampoco se los escondió en ningún
lado: la Didakhé o Enseñanza de los Apóstoles, Pastor de Hermas, Carta
de Bernabé, 1ª Clemente (96 d.C), etc.
Si leemos a Taciano, un gran escritor sirio
de la antigüedad que en el siglo II escribió el Diatessaron,
constataremos que sus únicas fuentes son los cuatro evangelios que hoy llamamos
canónicos y algunos escritos no canónicos de origen judeocristiano. En sus
escritos, la humanidad y divinidad de Cristo, así como su mensaje, están tal
cual los conocemos por la tradición cristiana. Y sabemos que aunque Taciano fue
excomulgado por hereje por pasarse al gnosticismo, y su obra es la historia más
antigua que se conoce sobre Jesús, toda su investigación histórica está apoyada
en los cuatro evangelios canónicos.
Los evangelistas no quisieron escribir una biografía de Jesús, no fue
ésta su intención. Ellos entregaban a sus comunidades la verdad del
acontecimiento Jesucristo como fundamento de su fe, el testimonio de lo vivido
y la enseñanza concerniente a la salvación. Su objetivo no fue hacer un documental,
sino testimoniar y transmitir lo recibido fielmente. La misma fe les obligaba a la más estricta fidelidad a los hechos.
Incluso llegaron a morir por ella. Con razón decía Pascal: “Creo de buen grado
las historias cuyos testigos se dejan degollar”.
¿QUIÉNES
ERAN LOS GNÓSTICOS Y QUÉ CREÍAN?
Para comprender el origen y la doctrina de estos textos tardíos
conocidos como “evangelios gnósticos” encontrados en Nag Hammadi
(Egipto), es necesario introducirnos brevemente en el movimiento que les dio origen,
y así comprender el rechazo cristiano por estos textos, así como su no
vinculación con el Jesús histórico.
El gnosticismo (gnosis: conocimiento) es un movimiento espiritual
pre-cristiano fruto del sincretismo de elementos iranios con otros mesopotámicos,
de escuelas filosóficas griegas como el platonismo y el pitagorismo, y de la
tradición apocalíptica judía. “Estalla públicamente a mediados del siglo II
como una tendencia poderosa e identificable con numerosos maestros, diversidad
de escuelas y amplia expansión (Palestina, Siria, Arabia, Egipto, Italia y la
Galia)” (García Bazán). Se caracterizan por buscar la salvación a través del
conocimiento reservado a unos pocos y por un marcado dualismo cosmológico y
antropológico. No buscaban un conocimiento de
tipo intelectual, sino espiritual e intuitivo, a saber: el descubrimiento de la
propia naturaleza divina, eterna, escondida y encerrada en la cárcel del cuerpo
y la psique. Un conocimiento reservado a una élite de hombres “espirituales”.
Al tomar contacto con el cristianismo, el gnosticismo dio origen a una
larga lista de sectas que mezclaban elementos gnósticos y cristianos,
confundiendo a las mismas comunidades cristianas.
El gnosticismo antiguo, aunque no
era homogéneo en sus doctrinas, tenía un importante desprecio por el mundo
material y por el cuerpo. Los gnósticos creían que el mundo material en el que
vivimos es una catástrofe cósmica y que de alguna manera, chispas de la
divinidad han caído, han quedado atrapadas en la materia, y necesitan escapar y
volver a su origen. El escape de la materia lo logran cuando adquieren
conciencia cabal de su situación y de su origen divino. Este conocimiento es la
“gnosis”. Por lo tanto la única forma de salvación no es por obra de Dios, sino
por la adquisición de la propia conciencia de tener en sí mismo la “chispa
divina”. Muchas de estas doctrinas que se conciben como autosalvación,
autodivinización, reencarnación, con un dejo panteísta, y entienden a Jesús y
Cristo como realidades separadas, vuelven a aparecer en los movimientos new
agers como la Metafísica Cristiana de Conny Mendez, los Ishayas, y las
modernas sectas gnósticas y esotéricas.
Es preciso resaltar que las creencias gnósticas son fuertemente anticristianas
y niegan las creencias centrales del cristianismo: encarnación del Verbo, la
muerte y resurrección de Jesucristo. Su visión del mundo es, además, pesimista.
Gracias al testimonio de muchos escritos cristianos contra los gnósticos
conocemos muchas de sus creencias. Los dogmas proclamados por el cristianismo
primitivo se fijaron para salvar la fe original de la contaminación de ideas
gnósticas que comenzaron a proliferar en el mundo helenístico y dentro del
imperio romano entre los siglos II al V d.C.
Tampoco es cierto que el gnosticismo fuera un cristianismo marginal,
sino que existía una mutua desacreditación. No solo los cristianos rechazaban a
los gnósticos por tergiversar el mensaje y la vida de Jesús con doctrinas
orientales y filosofías extrañas, sino que los gnósticos también rechazaban y
atacaban a los cristianos ortodoxos por considerarlos seres inferiores
espiritualmente.
El ataque era mutuo, solo que el gnosticismo, en razón de su naturaleza
sincretista de mezclar elementos de cualquier religión, asimilaba lo cristiano
a su doctrina y daba la impresión de religión tolerante. Alcanza con leer los
mutuos ataques doctrinales de aquella época. El mismo historiador Paul Johnson
escribe: “Los grupos gnósticos se apoderaron de fragmentos del cristianismo,
pero tendieron a desprenderlos de sus orígenes históricos. Estaban
helenizándolo, del mismo modo que helenizaron otros cultos orientales (a menudo
amalgamando los resultados)... Pablo luchó esforzadamente contra el gnosticismo
pues advirtió que podía devorar al cristianismo y destruirlo. En Corinto
conoció a cristianos cultos que habían reducido a Jesús a un mito. Entre los
colosenses halló a cristianos que adoraban a espíritus y ángeles intermedios.
Era difícil combatir al gnosticismo porque, a semejanza de la hidra, tenía
muchas cabezas y siempre estaba cambiando. Por supuesto, todas las sectas
tenían sus propios códigos y en general se odiaban unas a otras. En algunas
confluían la cosmogonía de Platón con la historia de Adán y Eva, y se la
interpretaba de diferentes modos: así, los ofitas veneraban a las serpientes...
y maldecían a Jesús en su liturgia...” (Historia del cristianismo)
GNÓSTICOS
DE AYER Y HOY
Los dogmas cristianos no introducen una novedad doctrinal, sino que
formulan la fe de modo claro y explícito en un lenguaje preciso y teológico,
para liberarla de expresiones ambiguas e interpretaciones arbitrarias que
puedan alejarla de la fe de los apóstoles. Los dogmas venían en ayuda del
pueblo creyente para que no se dejase confundir por nuevas doctrinas extrañas
al Evangelio. De algún modo aquellas corrientes gnósticas se reeditan en
doctrinas tales como las difundidas por el movimiento New Age, el libro de
Urantia, Sixto Paz con sus telenovelas cósmicas, J.J. Benítez con su caballo de
Troya, los seguidores del Código Da Vinci y las supuestas nuevas revelaciones
extraterrestres sobre Jesús, cuya fantasía se alza como la versión oculta,
secreta… apócrifa de la historia. En tiempos de crisis cultural las nuevas
versiones de la gnosis despiertan desde el fondo de la historia con sus
espejismos, sus juegos multicolores, sus contorsiones, y se prodigan ante un
vasto público ávido de entretenimientos fatuos que traigan aunque sea unas
vanas, efímeras caricias de espiritualidad.
EL GRAN COMPLOT: ¿CONSPIRACIÓN DE
2000 AÑOS?
A raíz de la literatura esotérica, los apócrifos y novelas como el
Código Da Vinci, no son pocos los que se unen al cultural prejuicio
anticatólico y afirman que la Iglesia conspiró para ocultar estos textos a lo
largo de la historia. Pero con un poco de sentido común, vemos que todos los
cristianos -un quinto de la humanidad-, tanto católicos, como ortodoxos, el
protestantismo histórico, anglicanos, bautistas, metodistas, evangélicos y
pentecostales, coinciden en los 4 evangelios canónicos del Nuevo Testamento
como fuentes fieles de revelación, en la divinidad de Cristo, en la
resurrección, y en la mayoría de las verdades fundamentales de la fe cristiana,
transmitida por los apóstoles y sus sucesores.
Sería una ilusión pensar que la Iglesia católica oculta cosas mientras
el resto del cristianismo permanece ingenuo y acrítico ante la verdad sobre
Jesucristo y los Evangelios. Esto obligaría a pensar en una conspiración de
todo el cristianismo mundial a lo largo de 2000 años –no solo de católicos- por
ocultar tantas cosas sobre Jesús. Es insostenible algo así. ¿Nadie se dio
cuenta antes de un engaño tan grande?
IGNORANCIA
RELIGIOSA
Es notoria la extendida y creciente ignorancia en materia de cultura
religiosa en nuestro país. No tenemos mucha idea de la historia de las
religiones, de los símbolos y el arte religiosos, de las distintas mitologías,
de los libros sagrados, etc. La religión es un hecho humano específico e
innegable, que debe ser estudiado desde las diversas disciplinas académicas. Y
Uruguay, en comparación con otros países del mundo renguea en lo que a cultura
religiosa se refiere. Esto nos deja vulnerables frente a cualquier discurso o
interpretación sobre temas religiosos descontextualizados, donde hoy proliferan
cientos de libros y revistas, sectas, cursos y conferencias, sobre temas de los
que no se sabe si se trata de religiosidad o ciencia ficción, y no siempre se
tienen herramientas académicas para discernir adecuadamente.
Creemos que la enseñanza de la historia de las distintas religiones,
tarde o temprano tendrán que incluirse en los programas curriculares de
enseñanza, de lo contrario seguiremos siendo incapaces de discernir entre lo
real y lo fantástico, incapaces de reconocer una tontería con halo de sabiduría
de una verdad histórica.
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV., Los hombres de Qumrán. Literatura,
estructura social y concepciones religiosas, Trotta, Madrid, 2000.
CULDAUT, Francine, El nacimiento
del Cristianismo y el gnosticismo. Propuestas, Akal, Madrid, 1996.
ELIADE, Mircea, La Búsqueda.
Historia y sentido de las religiones, Kairós, Barcelona, 1998.
GARCÍA BAZÁN, Francisco, Aspectos
inusuales de lo sagrado, Trotta, Madrid, 2000.
JOHNSON, Paul, Historia del
Cristianismo, Ediciones B, Barcelona, 2004.
TREVIJANO,
Ramón, La Biblia en el cristianismo antiguo. Prenicenos. Gnósticos.
Apócrifos, Verbo Divino, Navarra, 2001.
Miguel A. Pastorino
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