Es la segunda vez…, que me ocupo de este tema. Y a ello, me ha
impulsado, unas opiniones que he leído de una persona, que se precia de conocer
bien los evangelios y que aseguraba, que Jesucristo, nunca aseguró ser Dios en
los evangelios. Tamaña afirmación, me dejó sorprendido y lo primero que pensé
es que se trataba de un ferviente islamista, pues como se sabe, los musulmanes
reconocen la existencia de Jesucristo como un gran profeta, pero le niegan su
condición divina en cuanto es Hijo de Dios y la segunda persona de la Santísima
Trinidad.
Son muchas las veces en las que el Señor manifiesta su condición divina.
Recordemos algunas de ellas. La primera de ellas sucede al comienzo de su vida
pública en su bautizo en el Jordán.“21 Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que bautizado
Jesús y orando, se abrió el cielo, 22 y descendió el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú
eres mi Hijo amado, en Ti me complazco”. (Lc 3,21-22). Por segunda vez
habló Dios Padre, durante la Transfiguración del Thabor: “5 Aun estaba el hablando,
cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que
decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle”.
6 Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro sobrecogidos de gran temor”.
(Mt 17, 5-6).
También el Viernes
Santo, de aquel viernes de abril del año 30, ante el Sanhedrín, el Señor habló:
63
Pero Jesús callaba, y el pontífice le dijo: Te conjuro por Dios vivo a que me
digas si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios. 64 Le díjo Jesús: Tú lo has dicho.
Y yo os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”. (Mt
26,63-64). En sentido afirmativo el Señor le dijo: “Tú lo has dicho”, y
en este mismo sentido se manifestó también el Señor ante Pilato: 33
Entró Pilato de nuevo en el pretorio, y, llamando a Jesús, le dijo: ¿Eres tú el
rey de los judíos? 34 Respondió Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han
dicho otros de mí? 35 Pilato contestó: ¿Soy yo judío por ventura? Tu nación y
los pontífices te han entregado a mí; ¿qué has hecho? 36 Jesús respondió: Mi
reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros
habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es
de aquí. 37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú
dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para
dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. 38 Pilato
le dijo: ¿Y qué es la verdad? ”. (Jn 18,33-38).
En esta entrevista con
Pilato, el Señor menciona a sus ministros, que podrían defenderle y sacarle de
esta situación. Al hablar de ministros el Señor se está refiriendo a sus
ángeles, tal como dos días antes había hecho en el momento de que iban a prenderlo,
cuando San Pedro echa mano de una espada para defenderlo. El episodio lo recoge
San Juan con estas palabras: “7 Les preguntó nuevamente: ¿A quién buscan?.
Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». 8 Jesús repitió: «Ya les dije que soy yo.
Si es a mí a quien buscan, dejan que estos se vayan». 9 Así debía cumplirse la
palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste».
10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor
del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.
11 Jesús dijo a Simón Pedro: «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que
me ha dado el Padre?”. (Jn 18, 7-11). El Señor hizo un milagro en
ese momento reponiéndole a Malco el criado del Sumo sacerdote, la oreja que San
Pedro le había cortador.
Por otro lado el Señor usa aquí de una hipérbole, cosa que mucho le
agradaba cuando quería enfatizar algo, y así habla de 12 legiones de ángeles.
Una legión romana tenía como mínimo 10.000 legionarios. Doce legiones suponían
unos 120.000 legionarios, que en este caso se trataría de ángeles, Y casi un
cuarto de millón de ángeles, para hacer frente a un reducido grupo, que se
calcula que serían entre 20 y 40 miembros, entre sirvientes del sumo sacerdote
y soldados romanos, que él sumo sacerdote le había pedido a Poncio Pilato. (Ver
Glosa 009 “Las hipérboles del Señor” publicada el 05-06´09)
Quizás la más rotunda
de las distintas afirmaciones del Señor acerca de su divinidad, se la da, en la
contestación que le dio a San Felipe cuando este le dijo: 8 Felipe le dijo: Señor,
muéstranos al Padre y nos basta 9 Jesús le dijo: Felipe, ¿tanto tiempo hace que
estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí ha visto al
Padre: ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo no las hablo de mí mismo;
el Padre que mora en mí, hace sus obras. 10 Creedme, que yo estoy en el Padre y
el Padre en mí; a lo menos creedlo por las obras”. (Jn 14, 1-11).
Con esta respuesta a San Felipe, el Señor no solo reafirma su divinidad, sino
que claramente nos señala la existencia del Misterio de la Santísima Trinidad,
del que forman parte El Padre y el Hijo además del Espíritu de amor. Si
comprender este divino Misterio, nos resulta difícil entenderlo a nosotros dos
mil años después, pensemos, que para los apóstoles esto era un galimatías que
poco tiempo después les fue aclarado en parte a todos ellos, cuando estuvieron
en Pentecostés.
Y con estos textos
evangélicos no se agota, el total de manifestaciones que el Señor hizo de su
condición divina, como Mesías e Hijo de Dios, ratificadas estas en el Jordán
primero y en el Thabor después por Dios Padre, tal como antes hemos mencionado,
cuando dijo desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia; escuchadle”, Para nosotros, de acuerdo con lo que
nos dice el teólogo dominico Garrigo Lagrange, “Las dos naturalezas de Jesucristo,
quedan perfectamente distintas aunque íntimamente unidas. En efecto, la
naturaleza divina es absolutamente inmutable y no puede convertirse o
cambiarse…, si así fuese Jesús ya no sería verdadero Dios. Por otra parte la
naturaleza humana no puede convertirse cambiarse en naturaleza divina; si así
fuese Jesús no sería verdadero hombre. Tampoco pueden las dos naturalezas
entrar en composición de una tercera naturaleza, lo que supondría una
modificación o alteración de la naturaleza divina que es absolutamente
inmutable”.
En palabras más
simples, podemos decir, que: La interpretación católica de la encarnación ha
sido que Jesucristo fue plenamente humano a la vez que plenamente divino: no un
50% Dios y un 50% hombre, sino 100% humano así como 100% divino. Él es un
hombre también, un hombre como lo somos nosotros, un que llora, que reza, que
se conmueve, que siente la fatiga, que se ve agotado por el hambre, que tiene
sus angustias y sus preferencias, que se indigna y se conmueve, se entusiasma y
se llena de tristeza. San Juan Pablo II, decía que: “Cristo es el hombre
perfecto que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina,
deformada por el pecado”.
Cristo, sobretodo como
Dios y como hombre nos ama y nos ama porque hemos sido redimidos al precio de
su sangre. Él se hizo hombre como nosotros, para que nosotros podamos hacernos
como Él. No se aferró a su igualdad con Dios, sino que se vació a sí mismo y se
hizo como nosotros, para que nosotros podamos hacernos como Él y, de esta forma
compartamos su vida divina. Porque si nosotros no tratamos de imitarle de
asemejarse a Él, nunca le amaremos, porque la asemejanza a Él es lo que nos
lanza a su amor.
“San Ambrosio y San Agustín dicen que Jesucristo, en cuanto hombre,
prosigue haciendo en el cielo lo que hacía en la tierra en favor de los
hombres, es decir, ejerciendo el oficio de abogado, mediador y aún de
pontífice, oficio que consiste, como dice el Apóstol, en estar siempre viviente
para interceder a favor nuestro”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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