martes, 15 de julio de 2014

HIJOS FELICES ¿CÓMO LOGRARLO?


Antes, como lo de tener hijos era algo natural, había menos exigencias. Ahora, desde lo de la paternidad responsable, los hijos te pueden pedir cuentas sobre si has sido suficientemente responsable a la hora de tener determinado número de ellos.


La cuestión se formula en los siguientes términos: si usted tiene demasiados hijos, no les puede dar lo mismo que si sólo tiene uno, dos…, como mucho tres. Incluso hay sesudos sociólogos que cuantifican muy bien el problema, hasta con fórmulas algebraicas. Por ejemplo: si usted pertenece a la clase media, o es funcionario público, o ejerce una profesión liberal, o es dueño de un establecimiento comercial, y tiene dos hijos, podrá darles estudios superiores, subvencionarles cursos de inglés en el extranjero y pagarles la entrada de un piso de dos habitaciones, salón comedor y cocina. Es decir, les facilita el ser felices de mayores. Pero si tiene tres, ya no podrá pagarles la entrada del piso, y si tiene cuatro no digamos.

Esta digresión se me plantea como consecuencia de un artículo escrito hace unos meses, en el que sostenía que no hacía falta que nuestros hijos supieran montar a caballo, ni realizar múltiples actividades extraacadémicas para que fueran felices. Pero cometí la imprudencia de rematar el artículo con una interrogante: ¿Entonces qué nos aconseja usted? Y efectivamente, algunas lectoras de TELVA, con encantadora ingenuidad, me preguntan: ¿qué nos aconseja usted para que nuestros hijos sean felices? Si yo fuera capaz de contestar a esa pregunta, sería el hombre más sabio del mundo. Para salir del paso suelo contestar que quererlos mucho y que ellos se sepan queridos.

Pero en un coloquio en el que me tocó participar recientemente, una de las asistentes, no conforme con tan elemental respuesta, insistió en saber cómo había que quererles, y si se podía querer lo mismo a muchos que a pocos hijos, y hasta qué punto el exceso de hijos no limitaba sus posibilidades formativas, ni les privaba de un razonable bienestar material. Un lío. Lo único que quedó claro es que en los tiempos que corren el problema no es de exceso de hijos, sino de defecto, sobre todo en España, en el que ustedes las mujeres están quedando fatal en lo que a fecundidad se refiere, con una tasa del 1,6, la más baja de la Comunidad Europea.

A tal extremo han llegado las cosas que, según una encuesta realizada por la Universidad de Valencia, lo que más echan de menos los niños españoles son hermanos con quienes jugar. Eso ya lo tenía comprobado yo en mi familia, y en las familias colaterales que arrancan del mismo tronco. Cada vez que alguna de las mujeres de mi vida se queda en estado se produce una auténtica conmoción, y cuando el niño nace, el estallido de alegría es épico. Una de mis hijas mayores ha tenido dos hijos, y como tiene serios problemas para tener más, ha iniciado complejos trámites para adoptar niños colombianos. ¿Por qué colombianos? Porque hay más y hasta se pueden adoptar de dos en dos. Esto último es lo que pretendía mi hija, pero su marido le ha convencido que es mejor probar de uno en uno. Los que más encantados están son sus dos hijos (de 14 y 12 años), ante la idea de tener un nuevo hermano. A mí, dado el amor que tengo por aquellos países, no me desagrada la idea de convertirme de la noche a la mañana en el abuelo de un indito chibcha, guajiro o mulato.

¿Qué pasa?, podrían preguntarme, ¿es que es usted partidario de la familia numerosa? En esta ocasión sí tengo respuesta: ni soy ni dejo de ser, pero vivo inmerso en ella por los siglos de los siglos. Nací el pequeño de nueve hermanos y, a su vez, he tenido nueve hijos. Por tanto, sólo sé cómo se vive en el seno de familias numerosas, y mi impresión es que no se vive mal del todo. A veces la convivencia resulta compleja, ardua, pero en ningún caso aburrida.

Volviendo al tema que nos ocupa: ¿qué hace falta para que los hijos sean felices? Pues, según la citada encuesta de la Universidad de Valencia, ya hemos visto que hace falta que tengan hermanos, pues si no, sobre todo en las grandes ciudades, se sienten aislados y acaban buscando la compañía que menos les conviene: la de la televisión indiscriminada. Pero según el mismo estudio, el 98 por 100 de los niños encuestados (entre 4 y 14 años) lo que más les atrae es estar con sus padres. Y aquí viene la gran paradoja: muchos padres bien intencionados, pero un tanto despistados, se pasan mucho tiempo fuera de casa, trabajando, y no quieren tener más de uno o dos hijos, para poder darles de todo. De todo menos lo que parece ser que los niños quieren: más hermanos y más compañía suya.

José Luis Olaizola

HIJOS MENORES: EL BENJAMÍN

La fama de los benjamines de la familia da que pensar: súper estimulados por sus hermanos, muy queridos por todos, simpatiquísimos, seguros de sí mismos, en ocasiones criados en un mundo de grandes.

Varios años como educadora le han permitido apreciar a Margarita María Ochagavía ciertas características de los hijos menores.

"En general son niños seguros de sí mismos, Suelen ser educados por papás más relajados, que han aprendido a discriminar lo que vale la pena y que no les exigen tanto como a los hijos mayores. Eso sí, hay que reconocer que a veces se relajan demasiado con la disciplina.

El ROL DE LOS HERMANOS:

"Los menores suelen ser niños muy queridos y sus hermanos los estimulan todo el día, les hablan, les ayudan a caminar.. En el colegio los mayores los van a ver un ratíto a la sala o estando en la fila los saludan junto a sus amigos; todo eso es fantástico para ellos".

Fernando Espina, cirujano pediatra hernato?oricólogo, es el menor de cuatro hermanos. Y aunque no existe gran diferencia de edad con el que le antecede, él siente que ocupó el lugar del "benjamín" en la familia. Esto, reconoce, "era muy cómodo porque se me perdonaban cosas que a los mayores se les exigían; pero a la vez, me costaba más hacer valer las propias ideas porque siempre me consideraban el más chico".

También tuvo privilegios, pero esas preferencias tenían su costo. "Cuando jugábamos a los vaqueros, yo era el que tenía que morir primero. Nunca pude ser el jovencito bueno y siempre me tocaba ser el indio, el mozo, o el perro, porque el papel de bueno de la película estaba reservado para los más grandes".

TOMAR NOTA

Si bien no hay una situación única, ni cánones establecidos, el psicólogo Francisco Parr aclara que no todo es ventaja:

Si se trata de una diferencia de años importante con sus hermanos (cuatro años o más) puede costarle más marcar su identidad: cuando los hermanos son seguidos, se miran entre ellos y se van diferenciando. En cambio, cuando la distancia es mayor hay menos instancias para defender lo que realmente les gusta, mostrar rasgos personales como si son o no tolerantes…

En cuanto a los papás, hay veces en que este hijo recibe un trato de exclusividad, tipo hijo único, y el error está en no discriminar que hay espacios íntimos de los adultos y momentos reservados para los hermanos grandes.

Dicho más directamente: pueden ser "desubicados". Un ejemplo esclarecedor: un grupo de adultos está conversando, el chico interrumpe y sin más, empieza a contar de su bicicleta, acostumbrado a tener todos los ojos encima.

En el hijo menor de padres muy mayores puede surgir la fantasía de no crecer, y transformarse así en un eterno niño grande. Incluso hay papás que lo incentivan con frases como "quédese niño, no crezca".

La independencia y autonomía también son aspectos que pudieran tambalear. Padres excesivamente presentes, crían hijos pusilánimes y cómodos.

El tema de las normas es todo un desafío para los padres de estos niños. Les cuesta darles un "no" y les aplauden cuanto realizan. Esto, puede volverlos muy queridos y seguros de sí mismos, pero también puede revertir en personas narcisistas, que no tolerarán jamás una crítica.

LAS VENTAJAS

En general suele darse el que pertenezcan a familias con bastantes hermanos, lo que es muy apreciado en psicología, porque estimula la generosidad, la paciencia, el respeto.

Son niños que reciben gran afecto, lo que les da una positiva seguridad en sí mismos. Como sus hermanos son más grandes, ellos no sufren celos. Los hijos mayores tampoco rivalizan con él, porque ya han crecido.

La doble paternidad de padres y hermanos los llena de cariño. Incluso hay situaciones en que se aprecia una cierta competencia de padres/ hermanos por querer a este personaje.

En cuanto a la relación con los padres, estos hijos gozan de una verdadera panacea: padres experimentados, y sin ansiedades. Además, suelen estar más asentados en términos económicos y laborales, lo que les da calma e incluso mayor y mejor tiempo para compartir con ellos.

El benjamín de la familia crece en un ambiente multifacético, en un mundo donde muchas preguntas ya han sido respondidas. Esto le permite participar en pensamientos más completos y complejos. Su nivel de convivencia es más abundante: en su casa entran y salen los amigos de sus hermanos y así, suelen crecer en un mundo mucho más abierto.

Si el “Benjamín” es aprensivo con su salud

- Escuchar al niño que se queja, pero teniendo en cuenta que a esta edad es muy manipulador. Preguntarle dónde le duele y desde cuándo.

- Verifique si los dolores desaparecen el fin de semana.

- Si el dolor aparece antes de ir al colegio, déle la sensación de que se preocupó por él para que se vaya tranquilo. Si, por ejemplo, alega que tiene dolor de estómago, prométale que cuando vuelva de la casa va a tomar té en vez de leche y podrá comer dulces.

- Muchas veces el niño requiere atención, pero hay que dársela sin crear un hipocondriaco.

- Tampoco le exija al niño que nunca se queje, pues no falta el estoico que no dice nada hasta que está realmente grave.

- Si se da cuenta de que e¡ malestar no tiene una causa orgánica, averigüe si hay algo en el entorno del niño que le produce tensión.

- Esté atenta a síntomas importantes como: palidez, vómitos, disminución de¡ apetito, desánimo, falta de ganas de jugar… Será su pediatra quién deba discriminar si el "achaque" tiene o no raíz orgánica.

EL HIJO DE ENMEDIO: EL SANDWICH

El siente que sólo recibe las migajas del cariño de sus padres, quienes vibran con los logros del primogénito y las gracias del hermano menor.


No hay padre que no se fascine con su primer hijo y su nacimiento echa a rodar un momento vital maravilloso, lleno de planes y sueños.

Pero la inexperiencia obvia de nunca antes haber ejercido como papá o mamá, hace que ambos actúen ansiosos, lo presionan para que hable y camine lo antes posible, inseguros – ¿habré sido muy dura con él?, e impredecibles en su comportamiento, lo retan y al segundo siguiente lo abrazan.

Sí, frecuentemente se exagera con el primer hijo y éste carga con todas las expectativas familiares, asumiendo que debe cumplir bien su rol.

Por eso en general, los hijos mayores son responsables, meticulosos, sobre-exigidos y autoexigentes. Cada uno de sus logros es ampliamente celebrado y comentado.

En cambio los menores son queridos por ser lo que son: "benjamines". Las madres muchas veces confiesan tratarlos con actitud de "abuela". Es decir, lo regalonean y no le exigen. En efecto, cuando llega un hijo luego de varios otros, la mamá ya no está apurada en sacarle los pañales, en que hable o camine.

Sabe que eso ocurrirá de todas formas, porque ¡todos los niños hablan y caminan algún día! Así, con padres menos ansiosos y más consistentes, pues ya han aprendido, ese menor crece lleno de afecto y en un ambiente de libertad, sintiendo el amor incondicional de sus papás, seguro de sí mismo.

¿Y YO, EL DEL MEDIO?

En este contexto se inserta el hijo del medio, el sándwich.

Su realidad varía notoriamente de acuerdo a las circunstancias. Imaginémoslo en la peor situación: el hermano mayor es hombre, él es hombre también, y la que lo sigue es niñita. El mayor seguirá llamando más la atención del papá y los abuelos, y la mamá se volcará al más pequeño de la familia. El segundo entonces optará por competir con el mayor. Querrá jugar tenis como él y querrá superarlo, objetivo que difícilmente logrará, puesto que no tiene la madurez ni la edad para eso. Se sentirá disminuido porque siempre habrá otro que hará las cosas mejor que él. Por ejemplo, si quiere tomar el papel de hermano mayor respecto de los chicos tampoco le resultará con propiedad, ya que el mayor tiene ese rol por derecho propio.

Por otro lado, la actitud del niño del medio con el menor, será la de hacerse el bebé. Sin conseguirlo tampoco, pasará a ser el "catete" de la casa.

ENVIDIA Y CELOS

Pero en familias muy sobreprotectoras o muy ansiosas, ser el segundo puede constituir un alivio.

Mientras el mayor y el menor concentran expectativas y aprensiones, el del medio crece más libre y no está en el ojo avizor de los padres. Esto será bueno, siempre y cuando la actitud no sea percibida por el niño como abandono o falta de preocupación hacia él. Porque hay que tener presente que un niño es sándwich si no logra hacerse un espacio propio como individuo diferente a sus hermanos.

Cuando las familias resuelven mal esta situación el niño del medio derivará en actitudes de envidia y celos hacia sus hermanos. El mayor siempre será el exitoso y por eso el segundo tratará de desarrollar aquellas habilidades que le han dado triunfos a su hermano. Sus propios talentos los postergará, buscando asemejarse al mayor. Lo cual es grave, ya que querrá ser lo que él no es y en la vida se equivocará en elegir.

El asunto pasa a tener ribetes patológicos si ese hijo tiene problemas para relacionarse con sus hermanos y sus amigos del colegio. Es decir, si siempre se siente postergado y no aprende a compartir; si se siente incapaz de competir y de ganarse un espacio; si tiene problemas de adaptación y pasa "chupado" o se convierte en el payaso permanente del curso o de la casa con tal de llamar la atención.

¿CÓMO RESOLVERLO EN FAMILIA?

- Otorgándole un afecto incondicional. Aún más si presenta algún problema de aprendizaje.

- Dedicándole tiempo. Así se lo conocerá y se lo podrá potenciar en sus talentos.

- Dándole alguna tarea específica en el hogar en la que se sienta cómodo. Con responsabilidades, el niño tendrá un lugar en su casa. Se sentirá participando e importante.

- Nunca sobrevalorar la capacidad afectiva del niño para arreglárselas solo. Si a un hijo de cinco años la mamá le dice: "Tú eres grande, puedes hacer solo la tarea mientras atiendo al bebé", es seguro que el niño no acepta bien esta situación. "Fulanito ya es grande y entiende" dicen los padres. Efectivamente "fulanito" entiende intelectualmente, lo que no significa que comprenda emocionalmente. Por eso es un error hacer crecer a los niños de golpe porque llegó otro hermano, sacarle los pañales o mandarlo al colegio.

LA TRANSICIÓN DEBE SER GRADUAL

- Hacer que los hijos formen equipos.

- Evitar hacerlos competir y por el contrario que aprendan a ayudarse.

- Definir a los niños por lo bueno que hacen. Reforzar con palabras y a veces premios, les ayudará a construir una buena autoestima. Al contrario, si los padres se centran en los defectos estos se agrandarán.

– Tener la apertura de aceptar niños diferentes. Aceptar los dotes particulares del niño del medio, ayudándole a crecer.

QUE UN NIÑO SEA Y SE SIENTA SÁNDWICH ES EL RESULTADO DE LA CONJUNCIÓN DE TRES FACTORES:

El número de hijos y el sexo.

Porque no es lo mismo ser el hijo del medio, rodeado de otros del mismo sexo, a ser la única mujer entre dos hombres.

En el último caso no pasará inadvertida, puesto que será siempre la única.

LA PERSONALIDAD DE ESE NIÑO

si se rebela, manifiesta su rabia por el bebé dentro de límites tolerables, lo más seguro es que sobrelleve bien su calidad de ser el del medio. Lo óptimo es que ese hijo tenga buena expresión afectiva, que saque para afuera sus sentimientos. En caso contrario, si es tímido, retraído o simplemente es el niño que nunca da problemas porque es "muy adaptable", dócil y tranquilo, hay que poner mucho cuidado. Generalmente el torbellino lo lleva por dentro, se traga todo y crea así una personalidad condescendiente, de baja autoestima.

LOS PADRES

Este es el factor determinante. Unos padres con mayor capacidad de acogida, tendrán hijos con menor sensación de haber sido desplazados y por lo tanto niños sándwiches normales. En otras palabras, el número de hijos no es determinante, sino el cómo se los acoge, se los tolera y se los acepta. El niño del medio se define por el grado de capacidad de los padres de aceptar e incentivar los talentos particulares de sus hijos. Eso implica ser capaz de conocer a cada uno, diferenciarlos y nunca compararlos.

UN POCO TARDE

Santiago, 14 años, es el segundo de cuatro hermanos. Esteban, su hermano mayor, siempre fue la "chochera de sus abuelos". Recibió el nombre que llevaban su abuelo y su padre. Todos vibraron con sus primeros pasos y con sus logros escolares. Santiago, como segundo hombre, no fue el regalón de sus abuelos y su madre tuvo poco tiempo para él, puesto que nació Isabel, quien pasó a ser los ojos de su madre.

Santiago se comportó siempre como un niño normal, aunque algo inquieto y "payaso”. En el colegio andaba arrastrando con las notas, pero a nadie le llamó la atención, salvo a sus padres que lo retaban por ser tan ”volado". Inteligente, desvió sus problemas de aprendizaje siendo bueno para el fútbol y el "choro" de la clase. En la familia se ganó la fama de molestoso y por eso entre tíos y abuelos el mayor era el preferido. La situación estalló en el colegio cuando a Santiago no se le renovó la matrícula y fue expulsado por malas notas y pésima conducta. Los padres perplejos no lo podían creer…

NO POSTERGAR

Hay que tener especial cuidado con los hijos del medio que sus padres califican de "ideales", porque jamás dan problemas. Muchas veces esa actitud oculta una procesión que va por dentro. Puede que ese niño sienta que no tiene posibilidad de conseguir algo para sí y se posterga.

Cuando haya oportunidad de dar a elegir puestos en la mesa, en el auto, o en el cine, pídanle primero la opinión al del medio para que él y su hermano mayor crezcan sabiendo que en su familia no existe el mayorazgo.

Aunque al segundo le haya nacido un hermano menor, él sigue siendo niño. Por lo tanto no hay que presionarlo para que deje el biberón, el chupete y los pañales sólo para aliviarse la tarea doméstica.

Un niño puede entender intelectualmente que su madre está más ocupada con el bebé, pero no afectivamente. No hay que abusar de su capacidad de comprensión.

Hay que evitar que el hermano mayor humille al menor, descalificándole o burlándose de él. El mayor debe saber que su hermano cuenta con sus padres y éste, el del medio, confiar en que el mayor no tiene privilegios en este sentido.

Dejarlo que se exprese, aunque sea con llantos. Luego converse tranquilamente con él, asegurándole en palabras acordes a su edad que tiene su espacio y amor incondicional. Tenga especial cuidado con las abuelas o la nana que dicen "pobrecito, nadie lo atiende", ya que el niño escuchará esto y creerá que efectivamente es una víctima.

EL HIJO MAYOR

Como el arado abre surcos, el primogénito abre terrenos jamás pisados por él y por sus padres. Y aunque cueste, hay que evitar que con ese hijo se cumpla el refrán: `echando a perder se aprende".


Aseguran los especialistas que los primogénitos son los hijos con mayor riesgo psicológico. Absurda idea, piensan los padres y sobre todo los hermanos menores. Si nos atenemos a ciertos hechos anecdóticos, el hijo mayor pareciera ser un privilegiado: acapara casi todos los álbumes de fotos y filmaciones familiares, muchas veces el nombre de uno de sus papás y se da el lujo de mandar a los más chicos.

Pero estas ventajas no son más que aparentes. La realidad es que el hijo mayor está determinado por una cuestión que por más obvia que sea, no deja de ser crucial: es el primer hijo de unos padres que nunca han ejercido como tal antes. En otras palabras eso significa que el primogénito es el depositario de las expectativas familiares, tiene todos los ojos puestos sobre él, y que los padres ante él se encuentran, frecuentemente, sin saber cómo hacerlo.

NO ES FÁCIL SER PAPÁ

Aprender a ser padres, significa sin duda, equivocarse y corregir. Los padres primerizos son lo que la psicóloga Beatriz Zegers llama "ambivalentes, cambiantes, poco consistentes". Eso hace que los hijos mayores sean más vulnerables y ansiosos porque una regla básica de la educación es que a mayor claridad de los padres, menor es el nivel de angustia.

El primogénito va rompiendo camino para avanzar en el ciclo de la vida, y con cada paso cuestiona y desafía a los padres a dar una respuesta nueva y adecuada. No es sencillo pasar de papá de un escolar a uno de adolescente. Por ejemplo, decidir el primer permiso para que ese hijo ande solo.

El hijo mayor pone a prueba a los padres, abre camino, sienta los precedentes para la educación de sus hermanos y él se da cuenta de esto.

ERRORES CLÁSICOS

LUCIRLO COMO TROFEO:

Con su natural regocijo los padres se olvidan de respetar el ritmo de desarrollo del niño. Quieren que camine a los diez meses, para que controle antes los esfínteres lo sientan desde los ocho meses en el baño y lo sobreestimulan para que los nombre lo antes posible. Además se entabla una absurda competencia con otras madres. Sería adecuado entender que el niño no es un objeto de vanagloria.

INFANTILIZARLO:

El mayorazgo, es decir, los privilegios del primero por ser el mayor, está cada vez más de capa caída, lo que no deja de ser positivo. Lo negativo es que se lo ha reemplazado por una dificultad de los padres para aceptar que el primogénito es más grande y está en otra etapa que los otros hermanos. Un típico error es tratarlo como niño chico para no hacer diferencia con los otros. Por ejemplo, no dejarlo ver televisión o acostarlo a la misma hora que los menores. Lo justo en este caso es diferenciarlo de sus hermanos.

ASUMIR DE PADRE:

Es lo que Beatriz Zegers llama la "parentalización". El niño impulsado por los padres empieza a asumir como papá y mamá frente a sus hermanos menores, sobre todo en familias largas con la idea de aliviar de trabajo a la madre. Con este molde, los hijos mayores son sobreadaptados o sobremaduros, dicho de otro modo, personalidades muy exigentes y de gran responsabilidad. Les cuesta reconocer debilidades y agobios y en el futuro pedirán ayuda muy a último momento.

El hijo mayor puede y debe ayudar siempre que no se barra con su individualidad ni que sea un sustituto del padre. Ningún hermano tiene la obligación de hacerse cargo en forma permanente de otro, salvo casos extremos de orfandad o abandono.

SOBREDIMENSIONAR SU RENDIMIENTO ACADÉMICO:

Generalmente los niños responsables, autoexigentes y que no expresan sus necesidades afectivas, se asocian a altos niveles de rendimiento académico. En resumen, muchos primogénitos son "ideales". Pero eso no asegura el equilibrio emocional porque viven para los demás y de lo que los demás piensan. Su seguridad afectiva la basan en el éxito intelectual-profesional acarreando en el fondo grandes problemas de autoestima.

Mejor sería relajarlos en su rendimiento escolar y hacerles ver cuánto se los quiere por otras cualidades como sencillez o alegría.

UN FACTOR DESEQUILIBRANTE

Los abuelos suelen ser factor de rivalidad entre los nietos. Generalmente sus ojos son el mayor. ¿Quién no ha escuchado a un abuelo señalar que está en su derecho el tener preferencias?

Es cierto que en su corazón pueden tener mayores aveniencias por el mayor, pero ojalá tomaran conciencia que sus preferencias absolutas por el mayor son fuente de hostilidad y conflicto entre los hermanos. Además los padres al tratar de compensar esta preferencia se vuelcan a los otros hijos. Los abuelos establecen así una cuña en la familia desequilibrando a los propios padres. Puede ser entendible que los abuelos tengan más cariño por alguno de sus nietos, pero nunca es aconsejable que eso se exprese.

Aunque no se puede generalizar, es común que los hijos mayores sean muy obedientes, responsables y atentos, y en su defecto, poco espontáneos, originales y creativos. A decir verdad, Beatriz Zegers señala que los mayores crecen con cierto temor, que no perciben hasta que son adultos. Temor de no cumplir cabalmente con todas las expectativas de unos, padres que lo adoran y que han hecho "todo" por él.

De alguna forma esto se ve reflejado a la hora de elegir alguna carrera profesional. Como muchos llevan el nombre del padre, se niegan a seguir su misma carrera, sobre todo cuando son hijos de padres "brillantes". No quieren tener los mismos profesores que los marcarán desde el comienzo esperando que sean como su progenitor. Por eso es normal ver a hijos mayores patalear un buen tiempo antes de aceptar su camino.

¿Y qué pasa si "fracasan" en sus estudios? Si hay padres con altas expectativas el fracaso es muy doloroso para el hijo. Además los padres cargan en el primogénito el peso y la responsabilidad del ejemplo. "¿Cómo quieres que te financiemos un cambio de carrera? Así el resto de tus hermanos tendrá más adelante el mismo derecho", espetan los padres. Las relaciones se vuelven conflictivas.

El hijo mayor pasa a ser una especie de termómetro de la educación que se dio a los demás. Si no resultó, son un fracaso como padres y si resultó, un éxito.

"MAYOR, FELIZ Y REALIZADO"

Como los hijos mayores se sienten exigidos, pero a la vez muy queridos y de hecho lo son generalmente cumplen con las expectativas de sus progenitores. Se convierten en buenos alumnos y mejores profesionales, lo que les da gran seguridad en sí mismos. A la vez tienen toda la materia prima para constituirse en maridos y padres dedicados y responsables. Es bastante común que ellos cuando se casen construyan una familia sana y estable, lo que sumado a un buen trabajo ambas situaciones logradas con su esfuerzo hacen que este primogénito una vez crecido y con hijos propios se convierta en un hombre realizado y feliz.

Encuentra.com

No hay comentarios: