Hemos
venido a este mundo…, para superar una prueba de amor, para demostrarle al
Señor que somos dignos de su amor y que le amamos tanto como nos permiten
nuestras pobres fuerzas y deseos de amarle. Sacrificar esta maravillosa
oportunidad que se nos da, para tener como objetivo en la vida, llegar a ser
los más ricos del cementerio, es propio de mentecatos; sobre todo cuando se nos
ha advertido y dicho de diferentes maneras y con una rotundidad tal, como la
que expresa en Señor en estas palabras: “El que no está conmigo esta contra mí, y el que conmigo no recoge,
desparrama”. (Mt 12,30).
Pero
tozudamente unos se empeñan en querer jugar a las medias tintas, como si las
relaciones con el Señor fuesen una especie de pasteleo político al que, no solo
son los políticos los que están acostumbrados, sino también muchos que no lo
son, porque en definitiva el generador del pasteleo o de las medias tintas, es
siempre el dinero. Y esta conducta de considerar el dinero ante todo y
sobretodo, esta conducta de adorar al dios dinero, da origen a la tibieza, que
podemos considerarla como la mediocridad espiritual, con respecto a la cual,
sin ser muy conscientes de ello podemos estar metidos hasta el cuello
¡Ojalá!
que todos nosotros buscásemos la santidad, sin tibieza alguna. Pero
desgraciadamente bien sabemos todos, que esto no es así y ni siquiera aquellos
que la buscan, lo hacen sin entusiasmo, sin la plena convicción de que es real
lo que buscan, porque su fe es débil. Solo con una fuerte fe se puede emprender
cualquier aventura del orden espiritual, porque la es el fundamento de todo. Si
lo que tenemos es una débil fe, nunca podrá entusiasmarnos nada, que tenga por
base el amor al Señor, nunca llegaremos a tener idea de lo que es y significa
la grandeza de lo sobrenatural y formaremos parte de la categoría de los
tibios. Y sobre los tibios, en el Apocalipsis se nos dice que: "15
Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o
caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a
vomitarte de mi boca”. (Ap 3,15-16).
Al Señor
le repugna la tibieza, hasta el punto de decir que a los tibios, el Señor los
vomitará. Duras palabras son estas, que nos ponen de relieve los sentimientos
del Señor, para aquellos a los que dándoles todo, dándoles todo su amor ellos
le ignoran y corren tras el dios dinero. Son los nuevos idólatras de esta
época, no le aman, con el corazón solo con su lengua Es muy importante la
exclamación que aquí se nos da: ¡Ojalá fueras frío o caliente! porque
la tibieza está haciendo estragos, entre nosotros. ¿Y por qué esa repugnancia
divina sobre los tibios? Y meditando sobre este versículo, uno comprende que
Dios prefiera un ateo antes que un tibio, porque las posibilidades de
conversión son mayores las que tiene un ateo, que las que tiene un tibio
creyente, que se cree que camina rectamente.
En el
orden material, es posible compaginar en algunos casos. Se puede mezclar el
café y la leche y se obtiene una bebida distinta llamada café con leche, pero
no se puede mezclar el aceite y el agua porque se repelen, de la misma forma
que en el orden espiritual, no se puede compaginar el bien con el mal. Las
medias tintas Dios no las acepta, y a los que esto pretenden, a los tibios,
Dios los vomitará. Escribía un conocido exégeta y decía que el tibio es quien
desea ser santo sin que le cueste trabajo y renunciamiento; quien trata de
conquistar las virtudes sin mortificación, que quiere hacer muchas cosas, menos
hacerse violencia para conquistar el reino de los cielos.
Y Thomas
Merton nos dice: “No hay término medio entre la gratitud y la ingratitud.
Quienes no son agradecidos, pronto comienzan a quejarse de todo. Quienes no
aman odian. En la vida espiritual no existe indiferencia al amor o al odio. Por
eso la tibieza (que parece ser indiferente) resulta tan detestable. Es el odio
disfrazado de amor. La tibieza, donde el alma no es “fría o caliente”, ni ama
francamente ni odia francamente, es un estado en el que se rechaza a Dios y se
rechaza la voluntad de Dios mientras se mantiene una apariencia de amarlo a fin
de mantenerse lejos de los problemas y preservar una supuesta dignidad”.
A la
pregunta que nos podemos hacer; ¿Por qué dios vomitará a los tibios? El obispo
Sheen nos contesta a esta pregunta diciéndonos: “Dios puede hacer algo con la gente que le odia y que peca, pero no
puede hacer nada con aquellos que no son, ni caliente ni frío y que niegan el
ser pecadores necesitados de perdón”. Solo el arrepentimiento primero y
después el perdón es lo que genera la misericordia divina perdonando, pero si
no hay arrepentimiento, nunca habrá nunca misericordia, por parte de Dios. Y es
difícil el arrepentimiento de un tibio que cree no haber o pecado, porque
normalmente cuando se pierde el sentido del pecado, uno cree no haber pecado
nunca.
Y es
fácil perder el sentido del pecado, porque se llega a estar tan acostumbrados
al pecado, que no se dan cuenta de su horror. Los inocentes comprenden el
horror del pecado mucho mejor que los pecadores. Los tibios, adoran a Cristo
como Dios, se alimentan de Él en la comunión, se lavan con Su preciosa Sangre y
esperan el momento de encontrarle en el juicio. Pero tienen escasa o nula
experiencia de la íntima relación y la compañía que constituye la amistad
divina. El Señor rechaza la mediocridad, y sin embargo estos son, por
desgracia, una gran parte de los que se llaman cristianos, que viven absorbidos
enteramente por las cosas de la tierra, rara vez levantan sus miradas al cielo.
Su vida es puramente humana y natural, sin horizontes sobrenaturales, sin
ideales de perfección, sin anhelos de santidad.
Me
decías…. A mi Dios no me va a vomita. Yo ni robo, ni mato, no le hago
intencionadamente mal a nadie, voy a misa todos los domingos, incluso comulgo
en la misa. Porque sigo viviendo con el mismo cónyuge, con el que me casé y
todavía nos soportamos. Procuro vivir en amistad de Dios. ¿Qué más se me puede
pedir? Pues mira… se te puede pedir mucho porque aunque crees que haces lo
necesario, ni has siquiera has mencionado el amor a Dios y al prójimo como a ti
mismo. Vives pensando que con hacer lo que te dicen ya es suficiente y te
equivocas, No vibras en el amor al Señor, ni lo posees por delante de todo.
Algunos
consiguen hacerse millonarios, no todos solo uno pocos y se consideran felices
por la abundancia de sus bienes materiales, sin advertir que muy pronto, antes,
quizás, de lo que ellos piensan, descenderán al sepulcro y habrá terminado para
ellos y para siempre la gran farsa de este mundo. No temen por la honra de
Dios.…. Temen quedar pobres, sufrir en el cuerpo, que les quiten sus bienes, o
se los paguen mal. Les asusta ser despreciados, llegar a viejos, caer enfermos
no tener consuelos humanos, sin darse cuenta que el amor del Señor es superior a
todo consuelo humano.
Tibio es
quien desea ser santo sin que le cueste trabajo y renunciamiento; quien trata
de conquistar las virtudes sin mortificación, que quiere hacer muchas cosas,
menos hacerse violencia para conquistar el reino de los cielos. Pero visto lo
ya escrito, está muy claro que el tibio no se caracteriza, por tener un gran
deseo de buscar su santidad, él presupone que la tiene asegurada, porque cumple
con sus deberes frente a Dios.Pero el primer problema que tiene el tibio, es
que él no se considera tibio. El mira a su alrededor y ve un sin fin de
personas, que están muy por debajo de él en orden al cumplimiento de los
mandamientos divinos.
A este
respecto, el Abad Baur nos dice: “Quien
se contenta con lo rigurosamente mandado, se encuentra aún muy lejos de la
perfección esencial”. Si una persona no tiene ni lucha por encontrar su
santidad, tiene un alma tibia que cuando ve a otros luchar espiritualmente, se
dicen para sí: A mí Dios no me pide tanto,
yo soy humilde y con un pequeño rinconcito en la gloria me conformo.
Están en
un gravísimo error, quienes sostienen que Dios no exige que todos seamos
santos. Dios nos quiere a todos santos. En este sentido escribe San Pablo: “Esta
es la voluntad de Dios, vuestra santificación”. (1Ts 4,3). A estas
clases de personas, habría que recordarles que cuando se camina por el lindero
o la línea que delimita dos situaciones, siempre se está corriendo el riesgo de
pisar la linde. Y pisada la linde solo basta un ligero empujón que satanás
siempre está dispuesto a darle a uno. Por otro lado, hay que recordar el
principio de que “Si uno no vive de
acuerdo con lo que piensa, termina pensando de acuerdo con lo que vive”. Buscar
la santidad de uno es amar sobrenaturalmente a Dios.
Y la
persona no ama a Dios, no sabe lo que es el amor sobrenatural. El amor
sobrenatural carece de límites y quien goza de Él, el fuego de este amor, le
lleva a querer avanzar más y más. Porque cuando se ama, el que ama nunca se
sacia y desea más El Señor ama a esta alma que, busca su santidad y le busca a
Él, y se enamora de ella porque es una de sus elegidas que está dispuesta a dar
el todo de este mundo material, por el Todo espiritual que le ofrece su Amado..
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario