Isabel la Católica es una mujer y reina tan fascinante como
desconocida y, en algunos casos, incluso a propósito y con mala fe.
Hace unos días, durante un interesante debate moderado por Luis Herrero, a cuya mesa fui invitado en compañía de Fernando Sánchez Dragó, Luis Alberto de Cuenca y José Luis Garci, salió a relucir un tema que califiqué sin tapujos de calumnia y de gran mentira histórica: nada menos que la falsa relación amorosa entre la Reina Católica y Cristóbal Colón.
Vaya por delante que las intervenciones de mis contertulios fueron siempre respetuosas y hasta elogiosas, en justicia, con la portentosa figura de nuestra reina. Pero la pregunta sobre el pretendido romance salió a colación y, como es natural, me apresuré a defender la verdad histórica.
Se trata de maledicencias que intentan a toda costa mancillar el buen nombre de Isabel y evitar que suba a los altares, atribuyéndola en este caso relaciones adúlteras que jamás mantuvo.
Como antídoto contra las habladurías, nada mejor que escudriñar en el arsenal documental reunido por el postulador de la causa de beatificación de Isabel, el claretiano Anastasio Gutiérrez, y que ahora aflora en mi libro Isabel íntima (Planeta), que en sólo tres semanas ha alcanzado ya la segunda edición; señal inequívoca de que esta gran mujer y reina sigue levantando hoy pasiones, y de las buenas.
Este mismo sábado, invitado por la Asociación de Amigos de Madrigal de las Altas Torres, localidad natal de Isabel la Católica, impartiré una conferencia sobre las virtudes que nuestra reina vivó en grado heroico.
Hace unos días, durante un interesante debate moderado por Luis Herrero, a cuya mesa fui invitado en compañía de Fernando Sánchez Dragó, Luis Alberto de Cuenca y José Luis Garci, salió a relucir un tema que califiqué sin tapujos de calumnia y de gran mentira histórica: nada menos que la falsa relación amorosa entre la Reina Católica y Cristóbal Colón.
Vaya por delante que las intervenciones de mis contertulios fueron siempre respetuosas y hasta elogiosas, en justicia, con la portentosa figura de nuestra reina. Pero la pregunta sobre el pretendido romance salió a colación y, como es natural, me apresuré a defender la verdad histórica.
Se trata de maledicencias que intentan a toda costa mancillar el buen nombre de Isabel y evitar que suba a los altares, atribuyéndola en este caso relaciones adúlteras que jamás mantuvo.
Como antídoto contra las habladurías, nada mejor que escudriñar en el arsenal documental reunido por el postulador de la causa de beatificación de Isabel, el claretiano Anastasio Gutiérrez, y que ahora aflora en mi libro Isabel íntima (Planeta), que en sólo tres semanas ha alcanzado ya la segunda edición; señal inequívoca de que esta gran mujer y reina sigue levantando hoy pasiones, y de las buenas.
Este mismo sábado, invitado por la Asociación de Amigos de Madrigal de las Altas Torres, localidad natal de Isabel la Católica, impartiré una conferencia sobre las virtudes que nuestra reina vivó en grado heroico.
José María Zavala
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