sábado, 5 de octubre de 2013

PADRE FORTEA

QUO USQUE TANDEM ABUTERE, EUROPA, PATIENTIA NOSTRA?

Volviendo al post de ayer. Cuando yo escuchaba la vida de Sila durante el BUP, o cuando leía la historia de Atenas, o se nos explicaba con todo lujo de detalles las Guerras Púnicas, jamás me pude imaginar que el mundo que rodeaba mi instituto iba a transformarse tan radicalmente como lo ha hecho.

En esa época, el cultivo de la época clásica era sencillamente impresionante. Los valores, las virtudes, la libertad, el orden, el aprendizaje de los errores de la Historia.

No creo que se cultivase menos el estudio de la Edad Clásica en la España de esa época, que lo que vemos en las películas del siglo XIX en las universidades inglesas o alemanas. Desde luego, los estudiantes de mi instituto en Barbastro, a los diecisiete años, sabían mucho más latín que la inmensa mayoría de los sacerdotes actuales.

Después, vino todo un cambio de valores. Es curioso. No nos dábamos cuenta, pero aunque leíamos los textos clásicos (se insistía mucho en el contacto directo con los textos), éstos eran comentados a la luz del cristianismo. Desde luego la educación de la que gozamos en ese instituto, había millares como él en España en esa época, no tiene nada que ver con la atmósfera educativa actual. En la que, por supuesto, hay excepciones. Pero la juventud de ahora ya no es la cándida juventud de entonces. El diente se ha retorcido.

¿Quién de nosotros, los de esa época, los de aquellos institutos, no se da cuenta de que ahora estamos a un decenio de pasar al Imperium? ¿Quién no se apercibe de que las instituciones republicanas no contendrán a la masa movida por la demagogia? Nos esperan nuevos Julios Césares, nuevos Calígulas. No hará falta un golpe de estado. Venezuela es un perfecto ejemplo de consumación del cambio. Europa se irá, poco a poco, hundiendo en el poder cada vez más férreo de tribunos demagogos. Adiós, Europa, adiós.

EL FINAL DE LA VIDA

Alguno se preguntará por qué ayer puse como título El retiro de Sila. La historia de Sila (dejando aparte sus sangrientas proscripciones) era explicada de modo elogioso en nuestras clases de latín, en la época del BUP. Y lo más admirable era su retiro final, 80 a.C, una vez que puso orden en Roma.

Se quedó muy grabada en mi memoria la imagen del ex dictador cultivando su huerto en su villa. Desde entonces, la idea de disfrutar de los últimos años de vida retirado en el campo, cultivando zanahorias, fresas y cebollas me resulta idílica. Yo espero no realizarla. Quiero morir como pastor de almas. Pero la imagen es bellísima. No me ha abandonado en más de un cuarto de siglo.

¿Hay placer comparable a esperar la muerte en una villa romana, dedicado a los pequeños y honestos placeres de la sana vida en el campo, contemplando la vida pasada, charlando con amigos, comiendo con la familia, paseando por los caminos? Sin angustias, sin prisas, sin otra ambición que disfrutar del día presente. Realmente, no. Los hombres se complican mucho, pero todo es mucho más sencillo de lo que parece.

EL RETIRO DE SILA

Durante años, si un ángel se me hubiera aparecido y me hubiera revelado que iba a morir en breve, le hubiera suplicado con todas mis fuerzas a Dios que, por favor, no. Que me dejara más tiempo. Tengo todavía cosas que hacer. Libros que escribir. Tengo que santificarme. Tengo que cambiar cualitativamente mi alma.

Hoy me he sorprendido a mí mismo con el descubrimiento de que a estas alturas, acogería una revelación de ese tipo con una pacífica y serena aceptación. Y esto no es cosa de hoy, es un cambio en mí que se va consolidando desde hace unos cuatro años.

Todas esas cosas que quería hacer en mi juventud, siguen, en mayor o menor medida, en la lista de asuntos pendientes. La diferencia es que a mis cuarenta y cinco años, ya no me resistiría, ya no me aferraría con uñas y dientes a la vida. No sé, siento como si viviera un largo y plácido prolongamiento del tiempo. Como si Dios fuera generoso conmigo y me diera más, sin merecerlo.

Lo curioso es que tengo la plena convicción de que me quedan muchas cosas por hacer, que moriré de viejo y que la segunda mitad de mi vida (recién empezada) será mucho más interesante que la primera, y cargada de sorpresas, estoy seguro.

Pero al mismo tiempo que tengo tal convicción, me siento en un momento en el que el río de mi vida se ha remansado lleno de aguas apacibles. Sin ambiciones, sin grandes proyectos, sin más planes que el día de mañana. Cierto que tengo conferencias agendadas hasta agosto. Cierto que mis libros se siguen publicando y traduciendo. Hace pocos días firmé el contrato para Croacia. Pero es curioso, de pronto, es difícil expresarlo, es como si los próximos días fueran lo único que importa, y el resto estuviera sumido en una nebulosa. Y una nebulosa que me sume en la indiferencia.

A nivel personal, por primera vez en la vida, puedo asegurar que he logrado ese estado mental y sentimental que logran los que tras grandes responsabilidades se retiran a una villa a cultivar su huerto.

Una última cosa. Como han sido varias las voces que me han pedido que los comentarios se moderen, finalmente he accedido a ello. Un colaborador se encargará de ello en este link:

PADRE FORTEA

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