lunes, 10 de junio de 2013

EL OFICIO DE LOS OBISPOS, EL DEBER DE LOS NUNCIOS


Hoy una pequeña y humilde reflexión eclesial. Como sabéis hago muchos viajes. En esos viajes tengo la suerte de saludar, conocer, almorzar o cenar con un cierto número de obispos y arzobispos al cabo del año. El caso es que al cabo de los años no son pocos los prelados a los que he llegado a conocer.

Después de tanto viaje puedo asegurar que la Iglesia no se construye a base de gestos e imagen. No niego la importancia de los gestos y de la imagen. Pero podría darse el caso de un obispo con una magnífica imagen de cara a la galería, pero que dentro de su despacho y en la mesa del Consejo Presbiteral siguiera gobernando pensando en la imagen.

Hay momentos en que un obispo tiene que optar por la imagen o por lo correcto. Identificar la buena imagen con lo correcto, es un error. La gente, la masa mediática, sólo se fija en la imagen, no ve más allá. Pero el obispo debe ver más allá.

Existe una demagogia en política, y existe una demagogia en materia religiosa. Recuerdo perfectísimamente a un párroco que ejerció el populismo clerical en su parroquia. Fue el párroco más querido en treinta años. Todo eran alabanzas. Cuando dejó la parroquia tras muchos años de estar al frente, tocó a los siguientes párrocos emprender las muchas decisiones de gobierno más imprescindibles e impopulares.

Y así, puede darse el caso de un prelado que sea como un árbol frondoso, pero que, de vez en cuando, de que la Iglesia no es un concurso de popularidad. Los gestos son importantes en el gobierno eclesial. Pero que cuando se identifican gestos con gobierno, es el Cuerpo de la Iglesia el que se resiente.

Insisto, las hojas no son malas. El problema viene cuando sólo hay hojas. Además, este tipo de árboles infructíferos muestran una notable capacidad para tomar decisiones crueles respecto a personas y enteros grupos. Como si todo se debiera sacrificar en el altar de la imagen. Al final, el prelado podría llegar a la conclusión de que el bien de la Iglesia es su buena imagen.

Resulta irónico como detrás de una sonrisa se pueda emboscar una tremenda crueldad. Pero si he escrito estas líneas es para que los curas nos demos cuenta las grandes decisiones que se toman en un despacho, en un Consejo de Presbiterio, muchas veces jamás saldrán en los periódicos, y allí es donde ser corta el bacalao. Los nuncios tienen que ir más allá, y ver lo que otros no ven. El pueblo fiel es imprevisible (como se comprobó, una vez más, en el juicio a Barrabás), pero nosotros los clérigos debemos buscar lo justo, lo correcto, lo que Dios quiere.

Let justice be done though the heavens fall.

PUBLICADO POR PADRE FORTEA

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