viernes, 21 de junio de 2013

ANIMALES: NI COSAS, NI PERSONAS


Nos acercamos a un tema que divide a la opinión pública, pero que debe ser tratado más allá de la visión superficial y poco razonada con la que -a menudo- se plantea en algunos medios y espacios recreativos e informativos, provocando una crisis de carácter antropológico, al negar las diferencias que existen entre un ser humano y el resto de los animales. Pongamos un ejemplo: si subo un video, en el que una persona sale golpeando a su mascota, será visto, compartido y ampliamente criticado en todas partes, pero -si en lugar de eso- publico las estadísticas de los abortos consentidos a nivel mundial, posiblemente el rating será mucho menor. Con esto, no estamos aplaudiendo el maltrato animal, pues –como ya se mencionó en el título del ensayo- los animales no son cosas, objetos inanimados; sin embargo, llama la atención que seamos muy compasivos con ellos, mientras nos da igual el que uno de nosotros tenga o no de comer. ¿Hipocresía? Por lo pronto, se trata de una cuestión marcada por la falta de coherencia, pues ¿cómo se puede tener compasión con las mascotas y, al mismo tiempo, vivir indiferentes ante los niños explotados? Nuestra contraparte -seguramente- dirá que es más importante preocuparse por los animales, darles preferencia, pues se comportan mejor que la mayoría de las personas; sin embargo, es ahí cuando se trata de una visión equivocada, pues la bondad y la maldad dependen del ejercicio de la voluntad. Cuanto se actúa por instinto -que es el caso de los animales- no hay libre albedrío; es decir, capacidad para optar por el bien o por el mal. Si los animales pudieran razonar y discernir, cometerían los mismos errores que las personas. Por lo tanto, el factor determinante y, por ende, diferencial es la fuerza de voluntad, pudiéndose utilizar para construir o destruir. La responsabilidad moral de los actos, parte de la conciencia que se tenga en el momento en que se llevan a cabo. Los animales, si bien es cierto que cuentan con un cierto nivel de inteligencia, no pueden encauzar su instinto a través del raciocinio. Entonces, eso les quita mérito. Si no existiera la posibilidad de identificar entre la bondad y la maldad, tendríamos disculpa o, en su caso, ante la ausencia del mal en el mundo, ¡qué fácil sería ser bueno! La grandeza está en llevar una vida sana en medio de las tentaciones y turbulencias a las que todo ser humano se encuentra expuesto. En otras palabras, no se pueden valorar de la misma manera las acciones de los animales y las que llevan a cabo las personas, porque los primeros actúan por instinto, mientras que los segundos razonan. El ser humano también tiene reacciones instintivas, pero guiadas por la conciencia. De ahí que puedan ser juzgadas.

Ahora nos toca reflexionar sobre las mascotas en concreto. Hay que reconocer que llegar a la casa y ser recibido por nuestro perro, es algo agradable, significativo y que nos ayuda a volvernos más humanos; sin embargo, no lo podemos utilizar para sustituir a un papá, primo o hermano, ya que el nivel de la relación es objetivamente distinto. Ciertamente, para quien vive bajo el lastre de la violencia intrafamiliar, es un consuelo sentarse junto al gato y abrazarlo, pero psicológicamente sería un trastorno que una persona dejara de relacionarse con el mundo, para estar con su iguana o tortuga. Las mascotas son buenas, pero tampoco se trata de gastar miles de pesos o euros en ellas, olvidándonos de tantas personas que podrían comer ese día con eso que gastamos y que, en realidad, no le hacía falta al canario. Hay que tener sentido común, aunque –como dicen algunos- sea el menos común de los sentidos.

En el caso de los alimentos de origen animal, es necesario impulsar medidas que garanticen la conservación de las especies, sobre todo, aquellas que se encuentran en peligro de extinción; sin embargo, no se puede prohibir la carne o el pescado, pues aunque implican la muerte de un animal, forman parte de una dieta balanceada. No fuimos nosotros quienes decidimos que nuestro organismo necesitara consumir dichos productos. Fue decisión de la naturaleza y resulta imposible intentar anularla.

Por otro lado, hay que subrayar la importancia de proteger a las mascotas, multando a quien no las cuide, pues se les debe atender con dignidad. Toda iniciativa que busque hacer conciencia al respecto, tiene que ser recibida, sobre todo, en los colegios, pues se trata de formar personas, evitando hechos crueles como dejar al perro morirse de frío o de hambre. Los Estados también están obligados, pues hay que evitar las cazas injustificadas, especialmente, de focas y ballenas.

En conclusión, las mascotas no son cosas, ni personas, sino seres vivos con los que compartimos nuestro paso por el mundo. Es necesario cuidarlos, siempre que no nos perdamos en el igualitarismo entre personas y animales, pues hay diferencias muy claras que no se pueden pasar por alto. Todo en su justa medida.

Carlos J. Díaz Rodríguez

1 comentario:

Laura dijo...

Muchísimas medidas serían necesarias para la industria alimenticia en este tema. No es simplemente matar animales; la industria es extremadamente cruel. El mundo globalizado no permite un consumo como en épocas anteriores y deriva en este exagerado consumismo con maltrato extremo al animal - algo que no es posible para algunos de nosotros apoyar