martes, 18 de junio de 2013

DUREZA INICIAL DE LA FE


Es de ver…, que de entrada y sin más, para nosotros que somos, pobres e ignorantes criaturas, es muy duro y difícil, iniciarnos en la fe primeramente y después consolidarla. Y sin embargo, si queremos ser eternamente felices alcanzando la felicidad para la que hemos sido creados, si queremos calmar hasta saciarnos ese ansia de felicidad que tenemos y que aquí abajo no logramos calmarla, no tenemos otro camino que el de alcanzar primeramente una fuerte fe, porque cuando se tiene fe de verdad, los demás viene rodado. La fe es el punto de partida para amarte Señor, es el kilómetro cero de arranque para tener una vida espiritual y en la medida en que nuestra fe sea más fuerte, en esa misma medida aumentará nuestro amor al Señor.

Pero iniciarse en la fe es un camino duro, muy duro, para unos seres, que aunque son materia y espíritu, en ellos, y Tú bien lo sabes Señor, la materia tiene oprimida al espíritu, de tal forma que nuestras almas malviven bajo la opresión de nuestros cuerpos, los cuales anteponen sus necesidades, deseos y caprichos .a cualquier sano deseo de nuestras almas. Pensamos, juzgamos y vemos todo con las lentes del cuerpo que son nuestros ojos y lo que ellos no alcanzan a ver, llegamos a la conclusión de que no existe. Si, desde luego nuestra alma también tiene sus ojos, pero para que ellos capten algo, previamente hay que desarrollarlos y cuanto mayor sea el nivel de nuestra vida espiritual, con más claridad veremos a través de los ojos de nuestra alma.

Señor Tu eres la Suma sabiduría y no solo eres la perfecta omnisciencia, sino también la absoluta omnipotencia, nada ni nadie puede resistirte, pero también eres el sumo amor, porque el amor es Tú esencia y en Ti, todo funciona en función del amor. Nos creaste por razón de amor y para que compartiésemos tu amor, porque el amor es siempre expansivo. Pero además el amor cuando es auténtico exige libertad, porque solo dentro de la libertad puede generarse el amor y por ello nos distes la capacidad de amarte o de no aceptar tu amor, la libertad que conocemos con el nombre del libre albedrío.

En nuestro mundo material, todo lo bueno lo que tiene valor, ha de ser constatado, de la misma forma que se constatan y se marcan los metales preciosos, las gemas, lo que tiene calidad se le etiqueta y se le marca. Todos queremos saber y conocer si lo que compramos es genuino y tiene garantizada su calidad y cuanto más dinero nos cuesta lo que compramos, más garantías tomamos, de que no nos dan, gato por liebre. Realmente a Dios le pasa lo mismo que a nosotros. Una vez que nos ha creado, quiere saber, si nosotros vamos a ser dignos de su amor y hasta qué punto vamos a corresponder a su amor, es decir que grado de reciprocidad va a existir entre nuestros amores y el de Dios a nosotros.

Y para ello después de crearnos nos ha situado en este mundo para que superemos una prueba de amor y esta prueba de amor lleva primeramente implícita, la prueba de la fe, porque si no media la fe no puede nacer el amor, ya que nadie ama aquello que no cree que exista. De una forma que exactamente no sabemos cómo fue, pero también los ángeles pasaron por su prueba de amor, ya que así lo exige el propio amor. El Apocalipsis, con la simbología que emplea, nos dice que: “Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra”. (Ap 12,3-4). Simbólicamente los ángeles están representados por estrellas, el Dragón rojo es el demonio, que arrastra en su caída a un tercio de los ángeles, que pasan a llamarse ángeles caídos o demonios.

Nuestra prueba de amor, tiene un primer paso que es el más duro de todo el recorrido, que es aceptar contra toda lógica material la existencia de Dios, tener fe en su existencia. Y es este el paso más duro porque quien da el paso no es nuestro cuerpo sino nuestra alma, y ella se encuentra bajo mínimos, oprimida por la sinrazón de nuestro cuerpo. Pero dado el primer paso los siguientes si se persevera poco a poco van perdiendo dureza, porque nuestra alma que es la que con sus sentidos percibe a Dios, cosa que nuestro cuerpo no lo percibe ni nunca lo percibirá. Es nuestra alma la que percibe a Dios, porque Dios al igual que nuestra alma es Espíritu puro y es imposible que la materia, orden inferior al del espíritu pueda captar lo espiritual. Por ello jamás podremos ver a Dios directamente con los ojos de nuestra cara, salvo que Él lo permita, como puede ser el vaso de determinadas Apariciones del Señor efectuadas por ejemplo a Santa Margarita María de Alacoque.

El arranque es lo más difícil, porque son muchas las asechanzas que nos esperan en el recorrido, ya que nunca y hasta en el último momento de nuestras vidas, el demonio nunca se da por vencido, y tira la toalla. Pero una vez que se ha arrancado, una vez que un bautizado ha tenido fe aunque haya sido hace muchos años, las gracias bautismales han dejado su germen en el alma del bautizado y por otro lado las improntas que el Señor deja puestas en toda alma que crea, tiene también un peso específico, que hacen reaccionar más tarde a la persona de que se trate.

Sobre todo en los casos en que la persona que sea, tenga ya una edad avanzada o sin tenerla se encuentre oprimido por el peso sicológico que le crea a todo el mundo al que le dictaminen una grave enfermedad, diciéndole que tiene los días contados. Tanto en la senectud como en esta última situación se reacciona y se acuerda uno de que una vez tuvo fe. Y ello ocurre así, en ambos casos porque sus cuerpos tan fuertes y potentes en la adolescencia y en la juventud, poco a poco han ido perdiendo vigor porque se empiezan a manifestarse su corruptibilidad, mientras que el alma que es eterna jamás fenece y su vigor y fortaleza permanece siempre incólume, sea este mucho o poco y le va ganando terreno al cuerpo. Es por ello que las personas de edad son siempre en general más piadosas que los jóvenes. En cuanto a los caso de aquellos que sin haber llegado a la senectud, de pronto antes de lo ellos esperaban ven que les queda poco tiempo de vida por el diagnóstico médico, lo que les ocurre es lo que dice vulgarmente: Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

Estos casos de fe dormida, están muy generalizados, entre bautizados y sea por una repentina conversión, sea por vejez o por enfermedad, cuando se le ven de cerca las orejas al lobo, llamado satanás, la cosa es que los bautizados tiene muchas más posibilidades de coger el tren, aunque sea agarrándose al farolillo ro del último vagón. Y es consolador pensar esto, pero también es muy triste salvarse por los pelos, aunque mucho peor es no salvarse. Pero es triste, repito que una vida que con un mínimo de esfuerzo y un poco de amor, pudo tener una gran gloria y más felicidad en esta vida, de la que trató de hallar con su cuerpo, si hubiese sujetado este y le hubiese dado a su alma, cuidados y desarrollo de los sentidos espirituales de ella

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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