viernes, 7 de mayo de 2010

LA CURACIÓN II


B-. ENFERMEDADES DEL CORAZÓN Y CURACIÓN INTERIOR
Todos somos conscientes de las graves repercusiones de nuestro pasado en el presente. Ahora nos vamos a referir especialmente a las actitudes enfermizas de nuestra personalidad y a las relaciones conflictivas con los demás que hunden sus raíces en dolorosas experiencias de nuestra historia. ¡Cuántos traumas han sido causados por heridas en nuestro pasado! Consecuencias negativas invaden el plano fisiológico (por ejemplo, algunas enfermedades físicas son causadas por heridas emocionales), psicológico (los complejos son causados siempre por heridas) y que hasta el, espiritual (muchas debilidades en nuestra vida de fe tienen dolorosas causas en nuestra historia). Estas enfermedades emocionales de nuestro corazón el Señor puede sanarlas mediante la oración de curación interior.

En un centro psiquiátrico de Montreal había un hombre ciego que presentaba un cuadro médico muy extraño: había perdido la vista aparentemente sin ninguna causa. El nervio óptico, la pupila y la córnea estaban en perfectas condiciones. No había razón para ser invidente.

Mediante un tratamiento hipnótico se descubrió que la causa se remontaba a cuando era muy pequeño y dormía en la misma recámara que sus padres. Una noche, ellos tuvieron relaciones sexuales muy intensas que el pequeño interpretó como una agresión de su padre contra su madre. Esto le causó un trauma tan hondo que cerró sus ojos a esta agresión y a toda realidad, volviéndose ciego. Al encontrarse el origen del problema se le dio la terapia adecuada y después de algunos meses recobró la vista.

Esto es lo mismo que hace el Señor Jesús mediante la oración de curación interior, yendo a la raíz de nuestros conflictos para ser sanados; con la ventaja que él no cobra y lo hace mucho más rápido que los psicólogos y psiquiatras de este mundo. El sana los corazones destrozados y venda sus heridas. Sal 147,3

Tenemos un Dios maravilloso que es capaz de ir hasta el fondo de nuestros problemas para sanarnos y liberarnos. Antiguamente existía una bellísima oración en la liturgia que decía: "Libéranos, Señor, de nuestros males pasados, presentes y futuros...".

Nuestro Dios es capaz de sanarnos de los males del pasado porque Él no está en el tiempo. Mejor dicho, El está en todos los tiempos porque es el mismo ayer, hoy y siempre.

Para esto es necesario primeramente sacar a la luz lo que nos ha herido. Esto significa no sólo hacerlo consciente sino exponerlo a la luz del amor de Dios en un abandono total, pidiéndole que Él cure con su misericordia infinita nuestras heridas La mitad de la curación de un problema emocional radica en la capacidad de escuchar al paciente con amor y sin juzgarlo.

Existen algunas enfermedades y heridas físicas que se curan con baños de sol. La persona se expone a los rayos del sol que lo van penetrando y así va sanando. De la misma manera, Jesús, sol de justicia, sana las heridas del corazón. Si exponemos todo nuestro ser, especialmente las áreas más enfermas ante los rayos de misericordia de su corazón, su calor nos va a penetrar y a sanar.

Para ustedes que buscan a Dios, brillará el sol de justicia con la salvación en sus rayos. Mat 3,20.

La incubación de recuerdos dolorosos en nuestra memoria produce traumas y complejos en las relaciones con los demás, con nosotros mismos y hasta en nuestra relación con Dios. Por eso, el ministerio de curación interior comienza primordialmente en el campo de nuestros recuerdos, pues lo que guardamos archivado en al memoria, consciente o inconscientemente, produce reacciones somáticas, orgánicas y nerviosas.

En un clima de oración y fe tratamos de regresar a la persona al pasado buscando el origen de sus sufrimientos (rechazo familiar, abandono, violencia, fracaso, accidente, etcétera). Entonces se toma cada incidente doloroso y lo ponemos a la luz del Señor, tomando autoridad en nombre de Jesús sobre está situación. Y Jesús, que es el mismo ayer, hoy y siempre, sana las heridas de la memoria como el sol sana las heridas de nuestro cuerpo cuando las exponemos a sus rayos.

Mandamos en el nombre de Jesús, por el poder de sus santas llagas (sus heridas que curaron nuestras heridas) que sean curadas nuestras enfermedades: "Yo te libero en el nombre de Jesús de los temores, angustias, complejos, etcétera, causados por estos acontecimientos".

a.- Raíz del problema
No debemos confundir la curación con la supresión de síntomas. No debemos dejarnos engañar por los síntomas porque éstos brincan y se transforman, mientras que el problema permanece.

Por ejemplo, sucede que algunas personas renuncian al cigarrillo por algún método pero luego comen más de la cuenta. Un alcohólico puede dejar de beber pero si no sana la raíz puede caer en otros vicios. En estos casos el problema no se soluciona sino que se traslada. Parece un globo inflado que si le apretamos de un lado, el aire se recorre para el otro.

Generalmente existe una herida de falta de amor o deformación del amor en todas nuestras enfermedades. Por eso su curación se llama "del corazón".

Una experiencia negativa de falta o deformación del amor se cura con experiencias positivas verdaderas de él. Por eso, no basta descubrir el problema o la raíz de los conflictos, sino más importante es llenar este vacío con el amor misericordioso del corazón de Jesús.

Lo esencial es apropiarnos los méritos de la muerte de Cristo para gozar de los frutos de su resurrección con la certeza de la fe que, hace dos mil años, él ya cargó con el castigo que nos trae la paz.

En la curación no se trata de suprimir síntomas (dolor) sino de ir a la raíz que está ocasionando los problemas. Por tanto, no debemos centrar nuestra atención en los síntomas, que son la superficie del problema sino que debemos empeñarnos primero en encontrar la causa de los problemas.

La curación de Jesús actúa a fondo: desata el nudo principal que origina todas las demás complicaciones. Esta raíz se descubre principalmente de dos formas:
-Dialogando con la persona.
Tratando de descubrir cuándo y cómo se originó el problema.
Había una persona que sufría de un asma tan fuerte que casi se ahogaba. Hablando con ella Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, y buscando cómo y cuándo comenzó su enfermedad se dio cuenta que fue poco después de nacer su segundo hijo ya que esta señora tenía una vecina que de mala fe la atacaba afirmando que ese niño recién nacido no era hijo de su esposo. Esto la hirió tanto que comenzó con el asma. El asma no era la enfermedad sino el síntoma de una herida emocional que al descubrirse y sanarse desapareció automáticamente.
- Mediante el discernimiento carismático.
En algunas ocasiones el Señor concede una luz especial para penetrar hasta la raíz del problema. El Señor viene en ayuda de nuestra impotencia para que, descubriendo lo que humanamente es imposible o duraría muchas sesiones con métodos psicológicos, se cure la enfermedad emocional.

El discernimiento carismático no es fruto de una técnica psicológica sino una gracia especial del Señor para ayudar a un caso particular.

Una niña de trece años despertó un domingo a media noche muy asustada con gritos y sobresaltos porque un hombre se había metido en su cuarto. Al día siguiente amaneció ciega. A pesar de que abría los ojos nada podía ver. Como la familia era pobre buscaron remedios caseros. Luego recurrieron al doctor y no hubo resultados positivos.

Entonces la trajeron a la iglesia. Como el P. Emiliano no sabe de medicina lo que hizo fue comenzar a orar. Lo hizo pero sin resultado. Oró en lenguas y en ese momento comprendió con mucha claridad que esta niña no estaba ciega sino que tenía una herida emocional por la impresión recibida a través de sus ojos del hombre que había entrado a su habitación.

Se le pidió al Señor que la sanara de su herida emocional y a los diez minutos comenzó a ver. Cinco minutos más tarde había recuperado completamente la visibilidad. Su herida emocional era la raíz del mal físico. Curada la causa sanó también la consecuencia.

La oración se debe centrar en que el Señor rompa los lazos del pasado que está repercutiendo en el presente. Luego se pide al Señor que llene de amor, comprensión, paz, etcétera, aquel momento o circunstancia dolorosa.

En un retiro en Caracas, Venezuela, una religiosa canadiense le contó al P. Emiliano que a pesar de sentirse satisfecha en su vocación y en su apostolado misionero, continuamente cargaba con una tristeza que no sabía explicarnos.

Oramos por su curación interior y durante la oración en lenguas una hermana tuvo una imagen mental de una niña de unos cinco años que lloraba perdida en un bosque, rodeada de pinos y de nieve. Se le preguntó a la religiosa si esa imagen le decía algo, a lo cual ella contestó con lágrimas en los ojos:
-Cuando yo era pequeña, un invierno, salí de casa. Mis huellas se perdieron en la nieve y no podía regresar, ni mis padres sabían dónde buscarme. Duré perdida varias horas, sufriendo mucho, pensando que jamás podría volver a ver a mis padres
Entonces oramos a Jesús, buen pastor, pidiéndole que sanara la herida emocional, ya que Él estaba con ella en aquellos momentos y cómo nunca la ha dejado sola ni ha permitido que se pierda en el camino de la vida. Ella fue curada y volvió la alegría a su vida y a su trabajo. Para nuestro Dios todo es presente y nos cura de nuestros males, aunque ya estén sepultados en el pasado.

La curación de los recuerdos radica en que Jesucristo es el mismo ayer hoy y siempre (Heb 13,8) y los méritos redentores de su muerte y resurrección son siempre presentes y eficaces.

En el ministerio de sanación apropiamos los méritos de la muerte de Cristo para vivir los frutos de la redención en alguna área o momento determinado de nuestra vida. El punto de partida es la certeza de que hace dos mil años, Jesús ya cargó con nuestras dolencias y enfermedades, por la fe nos apoderamos de la victoria de Cristo haciéndola nuestra.

Con la curación interior nace una esperanza para quienes ya se habían resignado a vivir con ciertos hábitos y traumas; se abre una puerta de recuperación para quienes no pueden cambiar por más esfuerzos humanos que hacen y gracias a ellos se rompen las amarras que nos esclavizan al pasado.

Jesús vino a traer vida y vida en abundancia. Nos quiere y nos capacita para ser libres de toda atadura que nos encadene a un triste pasado o una experiencia negativa.

Hay personas que se acercan al sacramento de la Reconciliación para confesar siempre las mismas faltas y pecados. De esta manera el sacramento parece que sólo nos otorga el perdón de Dios, más no la fuerza para salir victoriosos en la lucha contra el pecado. La sanación interior ha venido a liberarnos de esas dependencias que nos esclavizan y no nos dejan volar a la altura de la unión con Dios y la santificación.

¿Esto significa entonces que la curación interior es más eficaz que el sacramento? De ninguna manera, porque es especialmente en el sacramento de la Reconciliación donde la curación interior puede ir más a fondo.

Si los sacerdotes fueran conscientes del poder sanador del sacramento de la Reconciliación no dejarían de usarlo en cada caso. El sacerdote que reduce el sacramento a dar sólo la absolución y no ora por la sanación interior, está reduciendo lamentablemente el poder del sacramento.

Oración por curación interior.
Como todos estamos enfermos por heridas en nuestro pasado, a continuación hacemos una oración de curación interior para que el Señor sane el corazón de los que reconozcan necesitarlo:
§ Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por tu amor nos diste a Jesús.
§ Gracias Padre porque a la luz del Espíritu comprendemos que Él es la luz, la verdad y el buen pastor que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
§ Hoy, Padre, me quiero presentar delante de ti, como tu hijo.
§ Tú me conoces por mi nombre.
§ Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida.
§ Tú conoces mi corazón y conoces las heridas de mi historia.
§ Tú conoces todo lo que he querido hacer y no he hecho.
§ Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome.
§ Tú conoces mis limitaciones, errores y mi pecado.
§ Conoces los traumas y complejos de mi vida.
§ Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de mi corazón.
§ Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas sáname aquí y ahora de mi alma, mi mente, mi memoria y todo mi interior.
§ Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo.
§ Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en mi corazón y dame tu paz.
§ Lléname de amor.
§ Sabemos que el amor echa fuera el temor.
§ Pasa por mi vida y sana mi corazón.
§ Sabemos, Señor Jesús, que tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estoy pidiendo con María, mi madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.
§ Cambia mi corazón y dame un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dame un corazón nuevo.
§ Haz brotar en mí los frutos de tu presencia.
§ Dame el fruto de tu Espíritu que es amor, paz, alegría.
§ Haz que venga sobre mí el Espíritu de las bienaventuranzas, para que pueda saborear y buscar a Dios cada día, viviendo sin complejos ni traumas junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis hermanos.
§ Te doy gracias, Padre, por lo que estas haciendo hoy en mi vida.
§ Te doy gracias de todo corazón porque tú me sanas, porque tú me liberas, porque tú rompes las cadenas y me das la libertad.
§ Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de tú Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios.
§ Te doy gracias, Espíritu Santo, por la fe.
§ Gracias por el amor que has puesto en mi corazón.
§ ¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y Uno!
§ Bendito y alabado seas, Señor.

b.- La oración

Creo que lo que más ayuda a orar por la sanación interior de otros es antes haber recibido esa misma sanación interior. Todo aquel que trabaje en el ministerio de sanación debe haber tenido la experiencia de su sanación interior otorgada por el Señor.

Lo primero que debemos pedir en el ministerio de la sanación es la compasión por los enfermos. La compasión es una característica esencial del corazón misericordioso de Cristo Jesús. El tenía compasión de la gente y por eso la sanaba o le daba alimento.

Sin compasión (sufir-con) nuestra oración es sólo vocal y exterior, no del corazón.

Para la oración de curación interior no existe un modelo que siempre se deba seguir; más bien se debe seguir a Jesús que enseñó y curó al impulso del Espíritu. No conozco método. Jesús no lo tenía.

Sin afán de presentar sino una experiencia de cómo Dios nos ha enseñado a orar por los enfermos, queremos presentar varias pistas que puedan servir a otros; teniendo claro que Dios les puede enseñar otras cosas más.

-En el Nombre de Jesús
Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres y por eso no hay otro nombre dado a los hombres para ser salvados. (1Tim 2,5; Hech 4,12) Sólo Jesús sana, libera y salva. Cualquier cosa que pedimos en su nombre, el Padre nos escucha. (Jn 16,23)

La oración en el nombre de Jesús no se limita sólo a pronunciar el nombre de Jesús sino ante todo tener la confianza en que orando él en nosotros y nosotros en él, el Padre siempre nos escucha.

Algunos, durante la oración de sanación y especialmente en la de liberación, están repitiendo o cantando el santo nombre de Jesús muchas veces. En verdad que hay salud y poder en ese nombre ya que significa "Dios salva" y ya sabemos que la Palabra de Dios realiza lo que contiene.

En el nombre de Jesús se sanan los enfermos. (Mt 7,22; Hech 4,30)

-Por la Sangre de el Cordero
Se implora el valor de la sangre preciosa de Jesús, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y todas sus consecuencias para que nos libere del poder de las tinieblas.

San Pablo afirma que por la sangre de Cristo hemos sido redimidos (Ef 1, 7).

Invocamos la sangre de Cristo Jesús porque a veces atrás de una herida emocional, una opresión, obsesión y hasta enfermedad física se anida un elemento de pecado. Entonces, oramos:
"Por la sangre preciosa de Cristo Jesús te declaro libre de toda atadura y mal que te esté impidiendo vivir en plenitud la vida de Cristo Jesús".

En la asamblea de oración por los enfermos "me tocó sentarme a su espalda, en un nivel más bajo, por lo que no podía verlo. Únicamente escuchaba. Conforme usted hablaba yo me iba metiendo en ese mundo maravilloso de Dios, sin darme cuenta. De repente comencé a percatarme de que algo especial estaba pasando. Me sentí como flotar en el aire, me comencé a bañar en sudor y sentí necesidad de glorificar a Dios en voz alta. Mis lágrimas salían copiosamente. Luego vino la oración por los enfermos. Usted nos hizo meditar en la cruz de Nuestro Señor. Yo me lo imaginaba con toda claridad. En ese mismo momento me sentí sumergida en esa sangre preciosa. Entonces mi llanto era de tristeza por mis pecados. Él me dijo entonces: "Te amo. En todos aquellos momentos de falta de comprensión y consuelo allí estaba yo amándote" (hoy que lo escribo vuelvo a llorar). En ese momento sentí que algo me hacía presión en mi estómago. El Señor curaba entonces mi vejiga y mi uretra que me había quedado cerrada y en mala posición por los partos. Pasé toda la noche alabando al Señor sin poder dormir. De esto hace exactamente un año y no he vuelto a tener molestia alguna. Pero lo más importante es que a partir de haberme sentido inundada por la sangre de Cristo han sucedido cosas maravillosas en mi vida espiritual".
Virginia Díaz de Enríquez.

-Por las llagas de Jesús
Por las llagas de Jesús fuimos curados de nuestras heridas. Por sus heridas hemos sido sanados. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus azotes hemos sido curados.

El siervo de Dios cargó con todas nuestras dolencias y enfermedades para que, libres del temor, pudiéramos servir en santidad y justicia todos los días de nuestra vida.

Por esta razón acostumbramos orar así:
§ "Por las cinco llagas de Cristo Jesús te declaro libre con la libertad de hijo de Dios, redimido por Cristo Jesús".
§ "Señor Jesús, sana por el poder de tus llagas, sana las heridas de los recuerdos... Sana la raíz de este problema que está causando tristeza, odio, miedo, etc.

-Orar en lenguas
Ayuda bastante en la oración interior es la oración en lenguas.

Sólo queremos decir que cuando oramos en lenguas nuestra mente está completamente rendida al Señor para que El nos use como canales de salud.

La oración en lenguas es un instrumento maravilloso que tiene la capacidad de penetrar hasta donde el hombre y la ciencia no son capaces.

El P. Emiliano nos dice que en un retiro sacerdotal en Lyon, Francia, había sacerdotes abiertos al don de lenguas pero había otros que se oponían y hasta se burlaban. El peor de éstos era un sacerdote misionero que trabajaba dando clases de árabe en una universidad de África. El segundo día este sacerdote se puso de pie delante de todos y escribió unos signos muy raros en el pizarrón. Luego, muy conmovido, nos explicó:
-Durante la oración en lenguas de ayer ustedes estaban diciendo esto en árabe; lo cual significa: "Dios hace misericordia".

En toda oración en lenguas "Dios hace misericordia" con nosotros ya que no sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8,26).

-Intercesión de María
También de ella hablaremos después, pero es bueno incluirla aquí para tener una visión de conjunto de estos elementos fundamentales de la oración de curación. Ella es la persona que tiene el carisma de curación de una manera más excelsa porque ella tiene a Jesús, nuestra salud, y ella estaba al pie de la cruz donde el Cordero de Dios fue herido por nuestras rebeldías.

La intercesión de la oración de María se constata por todo el mundo en los santuarios marianos.
Emiliano Tardif: Libro Jesús está vivo

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