jueves, 8 de octubre de 2009

ESPERAMOS QUE DIOS CUMPLA PROMESAS QUE NUNCA HA HECHO Y NO APROVECHAMOS LA QUE HA HECHO


THOMAS D. WILLIAMS, SACERDOTE

El problema más grande que afrontan los católicos hoy en día es una crisis de confianza en Dios, afirma el sacerdote Thomas D. Williams, LC, autor del libro ¿Can God Be Trusted? Finding Faith in Troubled Times («¿Se puede confiar en Dios? Cómo tener fe en tiempos difíciles»), que se publica ahora en los Estados Unidos.

«El mundo de hoy está lleno de traición», declara en su libro, «traición de padres, de amigos, de esposos, de sacerdotes, de instituciones. Pero los problemas más profundos comienzan cuando empezamos a cuestionar la fidelidad de Dios. Muchos hoy sencillamente no están convencidos que Dios cumple sus promesas, y esta desconfianza puede destruir nuestra vida espiritual».

En esta entrevista ZENIT pide al P. Williams, profesor de teología en Roma y comentarista para el canal de televisión norteamericano CBS, que nos explique la naturaleza de esta crisis y los caminos hacia una solución que ofrece en su libro.

-¿Por qué publica un libro en el que se pregunta si Dios es de fiar?
Comencé este libro hace tres años, cuando empecé a darme cuenta cómo a menudo en conversaciones espirituales los problemas de las personas vuelven al tema de la confianza en Dios. Me parecía que todos tenemos problemas con la confianza y que muchas de nuestras dificultades en la vida espiritual están de algún modo ligadas a una falta de confianza en Dios.

Por otra parte, es admirable cómo la Biblia - tomemos, por ejemplo, el libro de los Salmos - insiste una y otra vez de la importancia de la confianza en Dios, como núcleo de la vida espiritual. Dios quiere que se le tenga confianza, y casi nos implora que dependamos de Él incondicionalmente. No hay cosa más difícil, ni cosa más importante, para la vida cristiana.

Este libro responde a muchas de las dudas que la gente tiene acerca de la fidelidad de Dios y lo he escrito especialmente para los que verdaderamente quisieran fiarse de Dios, pero que por alguna razón tienen problemas con la confianza.

-¿Cuáles son algunos de estos problemas?
Para escribir este libro, junté un equipo de investigadores que me ayudaron a entrevistar a centenares de personas de la calle sobre su confianza en Dios. Quería estar seguro de que no estaba solamente proyectando mis propias experiencias y pensamientos, sino que más bien respondía a las dudas, a las dificultades y a las preguntas que la gente de hoy realmente tiene.

Las respuestas a estas entrevistas me iluminaron mucho, y comprendían una vasta gama de actitudes, desde personas cuya confianza en Dios parecía inamovible hasta otros que sencillamente creen que Dios no es fiable. La mayoría de las respuestas cayeron en medio de los dos extremos, y expresaron un profundo deseo de confiar en Dios pero con muchas dificultades para hacerlo en la práctica.

-¿Por ejemplo?
A veces estas dificultades provienen de una serie de traiciones que se pueden remontar hasta a la primera infancia. A las personas que se sienten defraudadas por sus padres, por ejemplo, muchas veces les cuesta confiar en Dios (que se presenta como «Padre»). Otros han experimentado la traición de sacerdotes, lo cual ha llagado profundamente sus relaciones con Dios y con la Iglesia. Otros llegan incluso a culparse a sí mismos, llegando a la conclusión de que no son dignos de la fidelidad ajena. Y cuando uno ha sufrido de esta manera en las relaciones interpersonales, resulta difícil que no pase después a sus relaciones con Dios.

Pero otros en cambio realmente se sienten defraudados por Dios mismo. En nuestras encuestas muchas personas afirmaron que habían dado a Dios su plena confianza, pero que les había fallado. Ellos se fiaron de Él, pero Él no dio la medida. Ésta tiene que ser una de las experiencias más dolorosas que hay, y teníamos que tratarla en el libro.

-¿Qué dices a una persona que se siente traicionada por Dios mismo?
Lo que no puedes hacer es predicar. Nadie quiere que le digas que se equivoca, que no es justo con Dios o que imagina el asunto. No se puede, y no sería constructivo.

Aquí trato de hablar más como un compañero de camino que un maestro. Todos hemos tenido que afrontar situaciones semejantes a éstas y tenemos que ayudarnos los unos a los otros para superar los obstáculos a la fe y la confianza.

El primer paso para recuperar la confianza puede venir de la comprensión de que Dios no es indiferente a nuestro sufrimiento. No es apático ni distante ni despreocupado. De hecho, verdaderamente «siente nuestro dolor» hasta más profundamente que nosotros mismos. ¿No es esto el mensaje de la cruz, en la cual Jesucristo escogió padecer con nosotros y por nosotros?

-¿Hay otros caminos para superar nuestra desconfianza?
Creo que hay muchos. Dedico dos capítulos del libro a un tema que considero fundamental: el ajuste de nuestras expectativas de Dios. Soy convencido de que muchas veces (aunque no siempre) nuestras experiencias de traición proceden de un malentendido fundamental. ¡Esperamos que Dios cumpla promesas que nunca ha hecho, y en cambio no aprovechamos plenamente de las promesas que nos ha hecho!

Todos tenemos necesidad de revisar nuestras expectativas de Dios. ¿Quién es Dios para mí? ¿Qué es lo que me ha prometido? ¿Qué cosas espero de él que nunca ofreció?

Por ejemplo, Jesucristo jamás prometió que si le seguimos todo irá suavemente en nuestra vida. No prometió seguridad del empleo, ni liquidez económica, ni perfecta salud ni matrimonios ideales ni muchas otras cosas que de hecho quisiéramos tener. De hecho, lo que prometió Jesucristo a sus seguidores fue una parte de su cruz, todos los días.

-Así que ¿lo que tenemos que hacer es redimensionar nuestras expectativas a un nivel más razonable? ¿Esperar menos para no ser decepcionados?
No, no. ¡Justo lo opuesto! las cosas que normalmente esperamos de Dios (y sobre las cuales nos enfadamos cuando no las recibimos) son bienes temporales, no eternos. Nos duele no tenerlas, pero esto mismo puede ser un camino a un corazón más puro y prioridades más claras. Dios no nos promete menos que esto, ¡sino mucho más.

Mira algunas de las cosas maravillosas que Jesucristo sí nos promete: Promete decirnos siempre la verdad. Promete amarnos siempre, incondicionalmente. Nos promete todo lo que necesitamos para llegar al cielo. Promete que nunca nos exigirá más allá de lo que podemos dar. Promete estar siempre con nosotros y nunca dejarnos solos. Promete dar sentido y valor a todos nuestros sacrificios, labores, pruebas y luchas. Promete ser nuestro premio eterno. ¡Estas cosas no son menos importantes que la seguridad del empleo! ¡Son mucho más grandes! Y Dios es el único que puede ofrecer tales promesas y cumplirlas.

-Algunos dicen que la confianza en Dios es sólo una excusa para gente perezosa que no quiere tomar responsabilidad para sus propias vidas. ¿Tiene una respuesta para ellos?
Se trata de una queja típica y comprensible, y sí intento responderle en el libro. Confianza y responsabilidad no se excluyen mutuamente, sino que son complementarias. La clave está en identificar bien cuál es nuestra parte y cuál es la parte que corresponde a Dios. La virtud de la humildad nos ayuda a darnos cuenta de que dependemos de Dios para muchas cosas. No podemos caminar solos por la vida; necesitamos la gracia y la amistad de Dios en cada momento.

Pero este reconocimiento sincero de nuestra dependencia de Dios no nos debería llevar a la abdicación de nuestras responsabilidades. Dios nos creó libres, capaces del compromiso y capaces de llevar a cabo nuestros proyectos. A fin de cuentas, no se trata de «o Dios o yo» sino que nos invita a una corresponsabilidad con Él.

Recuerde que Jesús no sólo compara sus seguidores a los pájaros del cielo y los lirios del campo. También nos compara al administrador fiel, que sabe cómo distribuir la comida a los siervos en el momento oportuno (Lucas 12,42). Nos compara a los servidores encomendados con los bienes del dueño, para administrarlos y «negociar» con ellos (Lucas 19,13). Recuerda a sus discípulos que los obreros son pocos, y les pide que rueguen «al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lucas 10,2). Jesucristo quiere que confiemos, ¡pero también quiere que nos ensuciemos las manos y trabajemos!

-En resumen, este libro está destinado a reforzar la confianza de las personas en Dios
Absolutamente. Todos pasamos por momentos duros, y a veces lo que más necesitemos es que alguien nos mire a los ojos y nos recuerde que Dios es fiel, que la confianza es posible, y que a pesar de nuestras penas más profundas e incluso nuestros remordimientos, ¡somos amados!
Karna Swanson/Zenit

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