Insoportables pesadumbres que se presentan en la vida y que debemos afrontar con mucha fe y sobre todo mucha esperanza, sin movernos, hasta que la tormenta haya pasado.
Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net
La vida es superación, búsqueda de un sentido, y el sufrimiento aunque a veces
duele engrandece a quien lo padece, todo ello está reflejado en la famosa
historia de un águila, ese animal tan longevo, majestuoso en su vuelo, de quien
se creía que rejuvenecía cuando cambiaba su plumaje (“de
modo que te rejuvenezcas como las águilas”, dice el Salmo 103, 5 e Isaías. 40,
31): nuestra águila puede llegar a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad,
a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión. Sus uñas están apretadas y
flexibles y ya no consigue tomar las presas para alimentarse. Su pico largo y
puntiagudo, ya muy largo, se curva demasiado hacia el pecho. Las alas,
envejecidas y pesadas, y las plumas gruesas. ¡Volar
se hace ya tan difícil!
Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentarse a un
doloroso proceso de renovación que durará 150 días: consiste en volar hacia lo
alto de una montaña y quedarse ahí, anidar cerca de un paredón. Allí el águila
comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancárselo. Luego debe
esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas.
Cuando éstas comienzan a nacer, comenzará a desplumarse, y a esperar 5 meses,
cuando sale para su vuelo de renovación... a vivir 30 años más.
En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y
comenzar un proceso de renovación; para continuar un vuelo de victoria, debemos
desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor.
Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso
que una renovación siempre trae.
En la vida tenemos crisis, a nivel personal, familiar, profesional, social...
llamamos crisis a la manifestación aguda de un trastorno físico o moral, cuando
se crea una situación tensa y difícil en la vida y hay que resolver un
problema, para volver a un equilibrio, una armonía vital... pero de las crisis
no se sale siempre derrotado, sino que el resultado puede ser un vuelo con alas
nuevas. Los golpes de la vida nos pueden hacer más fuertes, aunque pueden
también hacernos caer en el escepticismo.
A algunos, les viene una tristeza vital, esa "insoportable
pesadumbre del ser", que dicen ahora. Es una tristeza con preguntas
negativas: "¿la vida es sólo esto?, ¿de verdad
esto es todo?" Ante un shock que aturde, absolutizamos aspectos que
no van (de la vida personal, del cónyuge, del trabajo). La mayoría de las veces
aparecen ganas de cambiar de vida, moverse, y es muy fácil equivocarse, pues en
esa situación no podemos ser objetivos, perdemos la visión de conjunto.
Son momentos de desnudez en los que se ha perdido pico y plumas, y hay que
saber estarse quietos, de cara a Dios, esperando que pase la tormenta (exterior
e interior) y vuelva a salir el sol, el pico y las alas, pues como dice la
canción "no hay pena que cien años dure".
Me decía una persona: “Con frecuencia tengo
angustias por un asunto u otro. A mí me gustaría tener más ligereza en este
aspecto, no implicarme hasta este punto, pero no puedo evitarlo...” Pero
precisamente allá encuentra el consuelo de Dios: “Por
cada problema que tenemos, Nuestro Señor tiene muchas soluciones. Realmente
miras la inmensidad del mar y te ves tan poca cosa..., que piensas que arriba
hay alguien que ya sabrá encaminar el problema, más bien que yo. Creo que ha de
pasar el tiempo. Necesito hablar con alguien que analice las cosas sin
involucrarse, alguien que me permita dejarme expresar lo que siento, y así
encontrarme mejor”.
Una intensa vida de oración y la recepción frecuente de los sacramentos serán
el mejor remedio para esos momentos de crisis, pues Dios siempre está ahí
dispuesto a acogernos y escucharnos.
Así, ese proceso de renovación y limpieza nos preparará para una nueva etapa, a
mirar hacia lo que queda de nuestra vida, para afrontar los problemas de cara,
porque la fuerza no se obtiene de acostumbrarse a la derrota sino del proyecto
que se forja en la inteligencia y en el corazón y del esfuerzo en la lucha para
alcanzarlo, con ayuda de la Gracia de Dios.
Llucià Pou Sabaté
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