Bienaventurados los mansos.
Por: Maria del Carmen Bosch de Gonzales, alumna
Escuela de la Fe, Satelite | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 3 No. 14, Enero -
Febrero 2001
Nuestra sociedad está caracterizada por la crueldad hacia los débiles y la
cobardía delante de los fuertes. La sociedad violenta con respecto a los más
débiles ha perpetuado la lógica de Caín.
Pero la
historia será de los mansos. Esta profecía, oculta en la tercera
bienaventuranza, ha sido retomada en nuestro siglo tan inclemente y vuelta a
lanzar también por los no cristianos, de nombre, pero igualmente herederos de
la nueva mentalidad traída por Cristo, quien se ha definido a sí mismo "Manso y Humilde de Corazón".
La
piedad (dice Dostoiesvski) es la cosa más importante, quizá la única ley de la
existencia humana, no es la mirada de superioridad compasiva, sino una forma de mirar con
verdadera "simpatía" o
co-sufrimiento. Es una bondad copartícipe de los dramas de otros; es ternura
interior, que se expresa en la decisión de no usar jamás la violencia con los
otros. Es un proyecto de sufrir siempre en primera persona antes que hacer
sufrir a los demás.
La
mansedumbre incide, desarma, reconstruye. Es verdaderamente el arma formidable
de los inermes, que se vende sólo con la fuerza del amor. El hombre manso es fascinante no
en cuanto que aturde, sino en cuanto deja una huella.
La
tercera bienaventuranza... "Bienaventurados los
mansos" (Mt 5,5) exige una potenciación de un proceso, porque es
un andar a contracorriente empinada. El camino siempre en subida,
aquí se hace más inaccesible. De
hecho, como especificación de amor, pide una actitud para alcanzar el punto
más alto; amar como Cristo nos ha amado.
Nosotros
sabemos que las bienaventuranzas constituyen un manifiesto proclamado por
Jesús. Él es el pacifico, el bendito manso, el Cordero: "he aquí el Cordero de Dios" (Jn 1,29),
es la indicación de Juan el Bautista, según cuenta Juan el Apóstol, que era
testigo ocular de la escena.
La visión
del Apocalipsis es paradójica. El Cordero resucitado es el Señor dominador y
salvador. Es "el cordero que hace de
pastor" (Ap 7,17). La categoría bíblica de cordero implica la
mansedumbre, el sacrificio para la salvación. La
categoría de pastor incluye potencia para gobernar y guiar a la meta de Dios,
sólo quien guía a la vida hace historia. El cordero incide y plasma. El lobo
arrebata y pasa.
Mateo usa
tres veces el adjetivo "manso". En
el primer caso lo aplica a los destinatarios de la tercera bienaventuranza, en
los otros lo refiere a Cristo. Jesús se autodefine "manso
y humilde de corazón" (Mt 11,28-30).
En realidad, la humilde mansedumbre del Maestro es una forma de misericordia,
entendida como corazón vuelto a los míseros; y
así, está orientada a cada hombre, que será siempre un pobre hombre, candidato
a la extrema pobreza del ser que es la muerte.
La
mansedumbre de Jesús, se nos revela como esperanza para todo tiempo, única
salvación del hombre de hoy, aplastado por la duda, por la esclavitud, marginación,
opresión política. La mansedumbre de Jesús es fortaleza para el hombre que
se entrega confiado a él.
La
no-violencia no es una táctica es una convicción. Emerge no de arroyitos
desvanecidos, ni vive en atmósferas enrarecidas; es un comportamiento enérgico
e incisivo. La violencia indica debilidad, tiende a considerar al hombre como
objeto y no como sujeto, como medio y no como fin.
La
no-violencia es manantial de acciones válidas por estar fundada sobre valores;
es perdurable pues surge de la conciencia. Es una prueba de honestidad sin
tapujos; en su raíz es decir "sí" a
la cultura de la posesión de sí mismo y del servicio.
Es la fe la que fortalece el entusiasmo y la
energía para la lucha no violenta, la que sostiene los pasos vacilantes a la
hora en que se hace más sutil la tentación de recurrir a la violencia.
El
contexto de la célebre cita de Mateo, que habla de ofrecer al otro la mejilla,
tiene también este sentido ampliado: no te opongas
al malvado como adversario, sino resístele como benefactor; es decir, como
hombre que promueve el bien y contribuye a actuario haciéndolo más hombre,
cuando menos, dándole una oportunidad para ayudarlo en esta empresa.
MANSEDUMBRE COMO PEDAGOGÍA
Otra
condición para la mansedumbre es la amplitud de horizontes; el manso es
entonces un proyectado; ante todo, más allá de sí mismo. Solo así se construye
el verdadero sí mismo. El crecimiento del hombre sigue siempre la ley del
boomerang en el mal y en el bien. Yo me hago hombre en la medida en que sé
salir de las angustias de mi ser. Domingo Sabio, conversando con Don Bosco,
el santo fundador de los salesianos, traducía inmejorablemente el mensaje de
su maestro sobre la santidad con el amor al centro, en estos términos "He entendido: Debo
ser como el fruto maduro, que tiene el hueso por dentro y la pulpa por fuera,
debo ser duro conmigo mismo, tierno con los demás".
PROBAR PARA CREER, CREER PARA PROBAR
Hoy el
hombre, -para usar una viva imagen de Pablo VI-, "Está
armado por dentro". Sólo con un pacto que desarme interiormente, se
podrá esperar un desarme externo; el desarme interior se llama mansedumbre y
dulzura. El externo, proyección del primero, se llama paz social y todos los
demás planteamientos dependen de éste, de la enseñanza de hombres mansos como
signo. Hemos subrayado que la bondad mansa no es una teoría: es una
experiencia; la bienaventuranza de la mansedumbre no es un teorema, es un
compromiso, es un don de Dios y una elección de vida.
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