Un niño nada más se dedica a ser feliz, a amar y seguir amando, a conocer el mundo, a asombrarse, a llorar, pero siempre puede perdonar cualquier ofensa.
Por: Nicolás Estrada, LC | Fuente: Catholic.net
Hay momentos en la vida de todo hombre en los que parece que el mundo se
viene abajo, momentos cuando perdemos el norte de nuestra vida, cuando se
ocultan las esperanzas que teníamos, cuando falla ésa persona que tanto
amábamos, cuando perdemos las oportunidades, cuando parece que todo el universo
nos da la espalda.
Es normal que todos tengamos sueños e ilusiones, que elaboremos un proyecto de
vida, unos planes de felicidad y nos lancemos a alcanzarlos. Para esto
necesitamos ayuda en nuestro camino, sea un amigo, sea un familiar, sea nuestra
pareja; somos sociales por naturaleza. Estas personas, poco a poco con su
cercanía y cariño se van ganando un lugar en nuestra vida y nuestro corazón.
Pero siendo sinceros, somos humanos, propensos a caídas, fallos, infidelidades,
decepciones... y puede ser que quienes más amábamos resultan ser quienes más
daño nos hacen, o a quienes más daño hacemos.
Depresión, tristeza, amargura, desazón, aburrimiento, ira son reacciones
normales cuando esto sucede. El mundo pierde su sentido, las flores su color,
el cielo su majestad, las montañas su altura, los mares su inmensidad, ya nada
es igual, nos duele que la vida sea así. Quien más, quien menos, pero la
depresión poco a poco nos va apagando las ganas de vivir.
Pero el mundo sigue, y el reloj seguirá contando indiferente segundo a segundo,
sea que los aprovechemos, aprendiendo de los errores, propios o ajenos, o sea
que los perdamos en lamentaciones estériles.
A todo esto vienen muy bien unas palabras y un ejemplo de Cristo: las palabras:
“Quien no sea cómo un niño no entrará en el reino de
los cielos”. Y es que un niño nada más se dedica a ser feliz, a amar y
seguir amando, a conocer el mundo, a asombrarse cuando llega algo nuevo, a
llorar cuando es el caso, pero siempre con corazón noble puede perdonar
cualquier ofensa que le hagas y volver a jugar contigo después de un momento
mientras se tranquiliza. El niño es el resumen del evangelio. !Qué bueno es dejar la seriedad a un lado y tomar la vida
como niños! Seguramente los problemas tendrían otro color.
Ahora, pasando al ejemplo de Cristo, lo podemos ver camino del calvario, en su
momento más difícil, vendido por su discípulo, abandonado por sus seguidores,
negado por su principal apóstol, tratado como basura, lastimado, escupido,
ultrajado. Ya luego de tantas ofensas, camino del calvario, tiene el valor no
solo de levantarse de las caídas y de seguir adelante, sino también de seguir
haciendo el bien, consolando a las santas mujeres, perdonando a sus
perseguidores, buscando la redención de la humanidad. Ejemplo abrumador para
nuestros momentos de dificultades, incluso al borde de la muerte, Cristo supo
renunciar a sí mismo y afrontar la vida, levantarse y no quedarse hecho un mar
de lágrimas o lamentaciones.
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