¿Cómo debemos rezar? Si Cristo nos ha revelado la Santísima Trinidad, que es la identidad más profunda de Dios, ¿cómo debemos incluir a cada una de las Personas Divinas en nuestra oración?
Partamos de lo teológico. Me
parece que no es exagerado afirmar que toda la vida cristiana se edifica sobre
un hecho fundamental: Dios se nos ha dado y nos
invita a responder a su donación. Este
intercambio amoroso con la Santísima Trinidad tiene lugar ya en esta tierra,
pues por el bautismo somos hechos nuevas criaturas en Cristo.
Se trata de una nueva vida,
que lleva en sí misma la tendencia a crecer y a desarrollarse hasta llegar a su
plenitud en la vida del cielo. San Pablo nos ha dejado claro que el Espíritu habita en el alma en gracia, derramando en ella sus dones. Sobre todo, la caridad que nos
impulsa a gastar la vida por amor en las tareas de cada jornada. Bajo la moción del Espíritu, la vida interior del cristiano se va
edificando sobre la realidad de
su filiación divina en Cristo.
1. HABITAR EN LA INTIMIDAD DE DIOS
Nos dice el mismo san Pablo en
Efesios, que quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse
a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu
Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza
divina.
Dios se nos da a conocer
mostrándonos su casa, que es su intimidad: un Dios
en tres Personas. Para que tú y yo podamos conocerle no solamente
externamente por las obras de su Creación, sino también cómo es Dios por
dentro. Esta
meditación lo explica muy bien.
¿Cómo entonces
podemos incluir a la Santísima Trinidad en nuestra oración, en la
individualidad de las Divinas Personas? ¡Vamos a investigar en las mismas
fuentes!
2. DESCUBRIR A DIOS EN LA LITURGIA
No sé si sabes, pero la liturgia es el modelo seguro sobre el que basar la piedad personal.
Ahora bien, el objeto de la liturgia es la glorificación de la Trinidad. Este
fue también el centro de la vida y de la muerte de Jesús: dar
gloria al Padre mediante su obediencia y entrega.
Siguiendo el comportamiento de
Cristo, la liturgia tiene estructura esencialmente trinitaria. Partiendo desde
la Santa Misa, que es acción divina, trinitaria, no humana; el sacerdote que
celebra sirve al designio del Señor, se dirige al Padre prestando su cuerpo y
su voz; pero no obra en nombre propio, sino en la Persona de Cristo, y en
nombre de Cristo, a través del Espíritu Santo.
En la liturgia, el bautismo se
administra en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; las oraciones se dirigen al Padre, por el
Hijo, en el Espíritu Santo. Todas
las celebraciones de los sacramentos y sacramentales manifiestan
explícitamente que la salvación viene de la Trinidad y culmina en la
unión con la Trinidad.
Así podemos afirmar que la piedad de cualquier cristiano debe tener estructura trinitaria.
De hecho, la prueba de que
somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
que clama: Abbá, Padre. Es lo que, en definitiva,
hacemos en todo acto litúrgico.
3. SER DÓCILES AL
ESPÍRITU SANTO
La liturgia llama al Espíritu
Santo «dulce huésped del alma». A Él le
debemos todo en nuestra vida interior. También la inhabitación trinitaria, es
decir, que las tres Personas de la Santísima Trinidad habitan
en nuestra alma, cuando estamos en gracia.
De hecho, es el Espíritu Santo
quien nos infunde la gracia, nos une con Cristo, opera nuestra santificación.
Por eso decimos que el Espíritu Santo edifica la Iglesia. De ahí la fuerza con
que los autores espirituales insisten en la docilidad al Espíritu Santo, que es
enviado a nuestros corazones para llenarlos de caridad.
Es
el Espíritu Santo el que nos lleva a tratar a cada una de las personas divinas. Él actúa eficazmente en
nuestros corazones. Decía san Basilio Magno:
«Por el Espíritu
Santo se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de
la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria
eterna»
(Catecismo
736).
Esta meditación
nos
enseña cómo tratar y ser dóciles al Espíritu Divino en orden a nuestra
santidad.
4. APRENDER DE LA
ORACIÓN DE LOS SANTOS
Si partimos de la oración
vocal, podemos encontrar que el Gloria es la oración
Trinitaria por preferencia. Es un desarrollo de la fórmula bautismal
trinitaria a la que se le añadió al final la cláusula por los siglos de los siglos, muy usada entre
los hebreos en la época de los apóstoles. La usamos con mucha frecuencia en las
estaciones, rosario, etc.
Pero hay otra oración vocal
que es muy utilizada, se llama Trisagio
Angélico, y se usa para adorar a la Santísima Trinidad.
Tiene su origen en Oriente hacia el siglo V y se extendió muy pronto por toda
la cristiandad.
Por ejemplo, el Padre San Pío
de Pietrelcina exhortaba a sus fieles a tener gran devoción a la Santísima
Trinidad, especialmente el rezo del Trisagio, y la famosa monja española, Madre
Esperanza de Jesús Alhama, fundadora de las Esclavas e Hijos del Amor Misericordioso,
también lo rezaba diariamente, y cuando surgía algún problema o se veían en
alguna necesidad, inmediatamente comenzaba el rezo del Trisagio con todas sus
monjas y mandaba también que se recitara en todas sus Casas y durante largas
temporadas.
San Antonio María Claret decía
que «la salvación de España se cifraba en tres
devociones: el Trisagio, el Santísimo Sacramento y el Rosario».
La hermana Lucía de Fátima,
durante su estancia en Pontevedra, en junio de 1929, tuvo una visión de la
Santísima Trinidad e igualmente era muy amante de rezar el Trisagio.
¿CÓMO TRATAR A LA
SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA ORACIÓN?
De su vida personal san
Josemaría nos da luces. Tal vez resulte un poco
místico, pero tienen mucho sentido:
«Si amamos a
Cristo con divino atrevimiento nos refugiamos en la abertura que la lanza dejó
en su Costado, se cumplirá la promesa del Maestro: cualquiera que me ama,
observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión
dentro de él».
Y cuando se busca
con sinceridad, en la oración mental, ese trato con el Espíritu Santo, esto es
lo que sucede:
«(…) el
corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas
divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida
sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la
existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el
Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito
vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes
sobrenaturales!».
¡Fabuloso!,
¿verdad? Pero vamos
paso a paso, para comenzar, la devoción a la Santísima
Trinidad se traduce en un empeño amoroso por identificarnos con Jesús. Nos lleva a contemplar su vida,
a vivir como hijos de Dios.
Escrito por: Padre Juan Carlos Vásconez
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