Las cinco formas principales de oración son la bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza.
Fuente: Youcat en español, Ed. DABAR, Madrid, 2012,
No.: 483-489
Las cinco formas principales de oración son la
bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de
acción de gracias y la oración de alabanza. Con cualquiera de ellas elevamos
nuestro espíritu a Dios según nuestras necesidades.
LA BENDICIÓN
Una bendición es una oración que pide la bendición de Dios sobre
nosotros. Toda bendición procede únicamente de Dios. Su bondad, su cercanía, su
misericordia son bendición. La fórmula más breve de la bendición es “El Señor te bendiga”.
Todo cristiano debe pedir la bendición de Dios para sí mismo y para
otras personas. Los padres pueden trazar sobre la frente de sus hijos la señal
de la cruz. Las personas que se aman pueden bendecirse. Además el presbítero,
en virtud de su ministerio, bendice expresamente en el nombre de Jesús y por
encargo de la Iglesia. Su oración de bendición es especialmente eficaz por
medio del sacramento del Orden y por la fuerza de la oración de toda la
Iglesia.
LA ADORACIÓN
Toda persona que comprende que es criatura de Dios reconocerá
humildemente al Todopoderoso y lo adorará. La adoración cristiana no ve
únicamente la grandeza, el poder y la Santidad de Dios. También se arrodilla
ante el amor divino que se ha hecho hombre en Jesucristo.
Quien adora verdaderamente a Dios se pone de rodillas ante Él o se
postra en el suelo. En esto se muestra a verdad de la relación entre Dios y el
hombre: él es grande y nosotros somos pequeños.
Al mismo tiempo el hombre nunca es mayor que cuando se arrodilla ante Dios en
una entrega libre. El no creyente que busca a Dios y comienza a orar puede de
este modo encontrar a Dios.
LA PETICIÓN
Dios, que nos conoce completamente, sabe lo que necesitamos. Sin
embargo, quiere que “pidamos”: que en las
necesidades de nuestra vida nos dirijamos a Él, le gritemos, le supliquemos,
nos quejemos, le llamemos, que incluso “luchemos en la oración” con él.
Ciertamente Dios no necesita nuestras peticiones para ayudarnos. La
razón por la que debemos pedir es por nuestro interés. Quien no pide y no
quiere pedir, se encierra en sí mismo. Sólo el hombre que pide, se abre y se
dirige al origen de todo bien. Quien pide retorna a la casa de Dios. De este
modo la oración de petición coloca al hombre en la relación correcta con Dios,
que respeta nuestra libertad.
LA INTERCESIÓN
PETICIÓN POR LOS DEMÁS
Del mismo modo que Abraham intercedió a favor de los habitantes de Sodoma,
así como Jesús oró por sus discípulos, y como las primeras comunidades no sólo
buscaban su interés “sino todos el interés de los
demás” (Flp 2, 4), igualmente los cristianos piden siempre por
todos; por las personas que sin importantes para ellos, por las personas que no
conocen e incluso por sus enemigos.
Cuanto más aprende un hombre a rezar, tanto más profundamente
experimenta que pertenece a una familia espiritual, por medio de la cual la
fuerza de la oración se hace eficaz. Con toda mi preocupación por las personas
a las que amo, estoy en el centro de la familia humana, puedo recibir la fuerza
de la oración de otros y puedo suplicar para otros la ayuda divina.
LA ACCIÓN DE GRACIAS
Todo lo que somos y tenemos viene de Dios. San Pablo dice “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (1 Cor
4,7). Dar gracias a Dios, el dador de todo bien, nos hace felices.
La mayor oración de acción de gracias es la “Eucaristía”
(en griego “acción de gracias”) de
Jesús, en la que toma pan y vino para ofrecer en ellos a Dios toda la Creación
transformada. Toda acción de gracias de los cristianos es unión con la gran
oración de acción de gracias de Jesús. Porque también nosotros somos
transformados y redimidos en Jesús; así podemos estar agradecidos desde lo
hondo del corazón y decírselo a Dios en muchas formas.
LA ALABANZA
Dios no necesita de ningún aplauso. Pero nosotros necesitamos expresar
espontáneamente nuestra alegría en Dios y nuestro gozo en el corazón. Alabamos
a Dios porque existe y porque es bueno. Con ello nos unimos ya a la alabanza
eterna de los ángeles y los santos en el cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario