Divina Liturgia Bizantina en memoria de los mártires greco-católicos.
Fuente: Vatican News
Esta mañana Francisco preside la celebración de la
Divina Liturgia Bizantina en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Miles
de fieles están presentes en la plaza de la Mestská športová hala de
Prešov.
La comunidad greco-católica es una comunidad pequeña, sin embargo, fue
fuertemente perseguida durante la época comunista.
La comunidad greco-católica es una de las Iglesias orientales unida al
Papa y hace de interfaz en la unión entre oriente y occidente. Esta celebración
en particular hace presente la preocupación de Francisco por las minorías y
confirma la unidad y cercanía entre las Iglesias.
UN CRISTIANISMO SIN
CRUZ SE VUELVE ESTÉRIL
«Nosotros —declara san Pablo— proclamamos a un Mesías
crucificado […], fuerza y sabiduría de Dios», indica el Papa en su
homilía, y añade: “el Apóstol no esconde que la
cruz, a los ojos de la sabiduría humana, representa todo lo contrario: es
«escándalo» y «locura» (1 Co 1,23-24).
La cruz era instrumento de muerte, y sin embargo de
allí ha venido la vida”.
Francisco recuerda que el día de hoy, 14 de
septiembre, la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Cruz, y
en particular nos hace presente la imagen del evangelista Juan al pie de la
cruz: “Contempla a Jesús, ya muerto, colgado del
madero, y escribe: «El que lo vio da testimonio» (Jn 19,35).
San Juan ve y da testimonio”.
¿QUÉ VE JUAN AL PIE
DE LA CRUZ?
A esta pregunta el Papa responde: “lo que
han visto los demás”. Esto es: “Jesús,
inocente y bueno, muere brutalmente entre dos malhechores (…) la enésima
demostración de que el curso de los acontecimientos en el mundo no se modifica:
a los buenos se los quita del medio y los malvados vencen y prosperan. A los
ojos del mundo la cruz es un fracaso”.
El Papa nos advierte de “detenernos en esta
primera mirada, superficial, de no aceptar la lógica de la cruz; de no dejar
que Dios nos salve”. En suma, nos advierte de “No
aceptar, sino sólo con palabras, al Dios débil y crucificado, es soñar con un
Dios fuerte y triunfante. Es una gran tentación”.
“Pero un cristianismo sin cruz es mundano y se
vuelve estéril” insiste Francisco y nos anima a ver con más profundidad la
realidad de la cruz: “San Juan, en cambio, vio en la cruz la
obra de Dios. Reconoció en Cristo crucificado la gloria de Dios. Vio que Él, a
pesar de las apariencias, no era un fracasado, sino que era Dios que
voluntariamente se ofrecía por todos los hombres”.
Jesús “eligió el camino más difícil: la
cruz”, dice Francisco, porque “allí, donde
se piensa que Dios no pueda estar, Dios ha llegado. Para salvar a cualquier
persona que esté desesperada quiso rozar la desesperación, para hacer suyo
nuestro más amargo desaliento gritó en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué
me has abandonado?».
EL GRITO DEL
ABANDONADO, EL GRITO QUE SALVA
Este es un grito que salva, afirma Francisco: “Salva
porque Dios hizo suyo incluso nuestro abandono. Y nosotros, ahora, con Él, ya
no estamos solos, nunca”.
Francisco nos indica que para ver la gloria de la cruz tenemos que “detenernos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón,
si no nos dejamos sorprender por sus llagas abiertas por nosotros, si el
corazón no se llena de conmoción y no lloramos delante del Dios herido de amor
por nosotros”.
El Papa también nos pide poner atención a cualquier reduccionismo de la
cruz: “No reduzcamos la cruz a un objeto de
devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia
religiosa y social”.
DAR TESTIMONIO
“Si se ahonda la mirada en Jesús, su rostro
comienza a reflejarse en el nuestro, sus rasgos se vuelven los nuestros, el
amor de Cristo nos conquista y nos transforma” indica el Papa, quien
seguidamente recuerda: “¡Cuántas personas generosas aquí en Eslovaquia
sufrieron y murieron a causa del nombre de Jesús! Un testimonio realizado por
amor a Aquel que habían contemplado largamente. Tanto, hasta el punto de
asemejarse a Él, incluso en la muerte”.
LA CRUZ, FUENTE DE
UN NUEVO MODO DE VIVIR
“La cruz no quiere ser una bandera que enarbolar,
sino la fuente pura de un nuevo modo de vivir. ¿Cuál? El del Evangelio, el de
las Bienaventuranzas. El testigo que tiene la cruz en el corazón y no solamente
en el cuello no ve a nadie como enemigo, sino que ve a todos como hermanos y
hermanas por los que Jesús ha dado la vida” dice Francisco.
A continuación, el Papa refiriéndose al testigo de la cruz dice: el testigo de la cruz “no usa los caminos del engaño y
del poder mundano”, tampoco “quiere
imponerse a sí mismo y a los suyos, sino dar la propia vida por los demás”;
sigue el Papa, “No busca los propios beneficios”, para
luego vivir de doble manera, que no es “el
testimonio del Dios crucificado”.
El Papa dice, el testigo de la cruz persigue la estrategia del Maestro, “que es el amor humilde. No espera triunfos aquí abajo,
porque sabe que el amor de Cristo es fecundo en lo cotidiano y hace nuevas
todas las cosas desde dentro, como semilla caída en tierra, que muere y da
fruto”.
El Papa finalizó la homilía haciendo un llamado: “Conserven el amado recuerdo de las personas que los han amamantado y
criado en la fe. Personas humildes, sencillas, que han dado la vida amando
hasta el extremo (…) Los testigos engendran otros testigos, porque son dadores
de vida. Y así se difunde la fe (…) Y hoy el Señor, desde el silencio vibrante
de la cruz, te dice también a ti: “¿Quieres ser mi testigo?”.
El Papa, invocando la intercesión de la Santa Madre de Dios dice: “pidamos la gracia de convertir la mirada del corazón al
Crucificado. Entonces nuestra fe podrá florecer en plenitud, entonces los
frutos de nuestro testimonio madurarán”.
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