SI TODOS SOMOS BUENOS POR NATURALEZA Y NUESTRO ÚNICO OBJETIVO ES LA AUTO-REALIZACIÓN, LA CONFESIÓN CARECE DE SENTIDO: NO HAY PECADOS QUE DEBAMOS CONFESAR.
En una reciente columna en Frontpage, Dennis
Prager critica la idea de que las personas son
esencialmente buenas. La creencia en que los seres humanos son intrínsecamente
buenos es al mismo tiempo “delirante” y “peligrosa”, escribe,
y nos aboca a un gran sufrimiento. Y ofrece diversos e instructivos ejemplos,
tomados de la Historia reciente [el genocidio armenio, el Holocausto, el Gulag,
la Revolución Cultural maoísta, el genocidio en Camboya, el genocidio en
Ruanda..., ndT], de lo que le pasa a la gente que pone su confianza en la
naturaleza humana.
Lo que impulsó a Prager a
escribir esta refutación es el artículo escrito por un rabino ortodoxo en
un respetado portal judío, donde proclamaba que “el
judaísmo postula que las personas son esencialmente buenas”. Esta idea
prevalece desde hace mucho tiempo entre los rabinos no-ortodoxos, pero a Prager
le sorprendió que un judío ortodoxo suscribiese una idea
claramente rechazada por la Torá.
El resto de la Biblia rechaza
igualmente que la naturaleza humana sea esencialmente buena, y el Nuevo Testamento con tanta fuerza como el Antiguo. Lo que
me lleva al punto principal que quería abordar. Durante las últimas seis
décadas, la creencia en la bondad del hombre se ha convertido
en artículo de fe para muchos cristianos, no menos que para los
judíos. Esto es particularmente cierto para muchos protestantes y católicos que
siguen la corriente dominante. Esta creencia ha actuado como una una bola de
demolición contra la Iglesia católica. Numerosas encuestas muestran un masivo descenso en la asistencia a la iglesia entre los católicos (y otros cristianos) y
la correspondiente caída en el número de quienes se identifican como
cristianos.
Cada cual tiene su explicación
sobre el declive de la fe cristiana, pero, para mí, la razón obvia es que los cristianos han sustituido la idea de la condición pecadora del hombre
por la idea de la bondad del hombre. Y cuando haces eso, socavas por
completo el fundamento del cristianismo, a saber, que somos pecadores que necesitamos redención.
Si los seres humanos son buenos tal y como son, entonces no hay necesidad de un
Salvador que nos libere de nuestros pecados.
La Iglesia se opuso durante dos
siglos a la creencia rousseauniana de que las personas nacen buenas.
De golpe, a partir de los años 60, la idea de la bondad natural se puso de moda en la
Iglesia, en particular entre los educadores católicos, los seminaristas y las
congregaciones femeninas.
¿Qué sucedió? Lo que sucedió fue el Movimiento del Potencial Humano.
Se difundió a través de las instituciones católicas en los años 60 y el cambio
fue casi instantáneo. Los sacerdotes empezaron a
buscar más la autorrealización que la santidad,
las clases empezaron a dirigirse como grupos de encuentro y los libros de
texto religiosos fueron reescritos para hacer un hueco a psicólogos populares
como Carl Rogers (1902-1987), Abraham Maslow (1908-1970)
y Lawrence Kohlberg (1927-1987).
Si usted ha leído a alguno de estos autores, puede comprender por qué son
atractivos para los cristianos. En sus escritos no hay nada explícitamente
cristiano, pero sí una potente "sensación"
cristiana.
Sin duda había parecidos entre
los dos sistemas de creencias, pero eran solo parecidos superficiales. Tanto
los cristianos como los creyentes del Potencial Humano nos animaban a “no juzgar” a los demás, pero éstos sostenían que
tampoco debíamos juzgarnos a nosotros mismos.
Ambos sistemas de creencias nos animaban a amarnos los unos a los otros, pero
esos psicólogos afirmaban que no podemos amar a los demás hasta que nos
amemos a nosotros mismos. Es más, para esos
psicólogos, la forma más importante de amor era el amor a uno mismo.
Es bastante fácil equiparar los
principios cristianos a esos principios psicológicos. Después de todo, suenan
parecido; sin embargo, las diferencias suelen ser mayores que las similitudes.
Por ejemplo, Cristo dijo
que debíamos ser “como niños”. ¿Es eso lo mismo que
contactar con nuestro “niño interior”? Bueno, no exactamente. Cristo
hablaba de la inocente desmemoria de los niños, mientras que contactar con
nuestro niño interior suena más como un ejercicio de auto-absorción.
Sin embargo, cuando
profundizamos, el principal atractivo que la psicología del Potencial Humano tiene
para la gente religiosa es que es una especie de religión.
Estos humanistas parecían mostrar
lo que solo puede considerarse como un profundo respeto por la persona humana,
especialmente la persona que realiza su potencial y se convierte en todo lo que
puede ser. Tanto en los escritos de Rogers como en los de Maslow se encuentra
un sentimiento de veneración por la persona
plenamente realizada. Hay
características casi trascendentales en la forma en la que describen a “una persona a pleno rendimiento".
Por tanto, sí, la psicología
humanista es una especie de religión, aunque una religión muy centrada en uno
mismo. Con razón el psicólogo Paul
Vitz titulaba su libro sobre el Movimiento del Potencial
Humano así: La Psicología como religión. El
culto a sí mismo.
La pseudo-religión
de la autoestima se hizo
popular muy rápidamente entre los católicos con formación universitaria; sin
embargo, pocos la reconocían como una religión diferente, pues parecía
acomodarse a la perfección al espíritu del Vaticano II. Roger y Maslow, junto
con muchos otros psicólogos del “siéntete-bien-contigo-mismo”,
se convirtieron en lectura obligada en los seminarios y universidades
católicas. Muchos católicos de todas las edades creían haber descubierto una
forma más ilustrada y avanzada de cristianismo. Era también una religión
mucho menos exigente, porque le aseguraba a
todos que eran estupendos tal y como eran.
No es sorprendente que muchos
católicos comenzaran a abandonar la Iglesia. Habían encontrado
algo mejor, un religión
terapéutica que les permitiría desarrollar sus “infinitos
potenciales” sin el fastidio de ir a la iglesia. Se dio el caso de una orden entera de religiosas de
la enseñanza que
colgaron los hábitos tras dos años de sesiones de grupo dirigidas por Rogers.
Seiscientas dejaron la Iglesia, y de las 59 escuelas que dirigían cerraron
todas menos dos. A las religiosas les interesaba ahora más su
autorrealización que la enseñanza.
Al mismo tiempo, muchos que se
quedaron en la Iglesia se entregaron por su cuenta a reconvertirla en un centro terapéutico sin prejuicios. El problema es que la
nueva religión era solo una falsificación del cristianismo.
Y quienes la seguían se veían forzados a descartar elementos esenciales del
cristianismo o, si no, a descafeinarlos.
Una de las primeras víctimas fue
la doctrina del pecado original, doctrina
incompatible con las teorías de Rogers y Maslow sobre
la autorrealización. El propio Maslow lo reconocía. En una ocasión afirmó que
si la doctrina del pecado original fuese verdadera, entonces sus teorías serían
insostenibles.
Sin embargo, un número importante
de católicos, ante la disyuntiva de elegir entre la visión de la naturaleza
humana de Maslow y la visión bíblica, se pusieron de parte de Maslow.
Así lo expliqué hace algunos años: "Cada vez que una doctrina católica, como la que
afirma la inclinación del hombre al pecado, chocaba con una doctrina
psicologicista, como la de la bondad humana, se tendía a ocultar
la doctrina católica conflictiva. A los católicos se les transmitía
que la salvación estaba vinculada a la conciencia y aceptación de uno mismo. Se
creía que la conciencia de uno mismo conduciría automáticamente a la aceptación
de uno mismo, porque cuanto más aprendieras sobre ti mismo más
descubrirías las heridas de tu yo interior".
Cuanto más aprendían los
católicos a aceptarse y quererse a sí mismos, menos razón veían
para confesar sus pecados: "Una de las cosas que muchos católicos descubrieron
a la vez es que eran guays, por usar la jerga actual. Convencidos
de su valía, muchos católicos abandonaron el sacramento de la Penitencia.
Casi de la noche a la mañana, las largas filas de confesonarios desaparecieron.
Los católicos habían sido tan bien aleccionados en el evangelio de la
auto-aceptación que no se les ocurría pecado alguno que debiesen
confesar".
No todos los católicos cayeron en
la religión del Potencial Humano, y muchos de quienes lo hicieron acabaron
entrando en razón. Es más, bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto
XVI toda la Iglesia
empezó lentamente a entrar de nuevo en razón. Sin embargo, la elección del
Papa Francisco posibilitó que los
católicos progresistas devolviesen a la Iglesia a la senda psicológica.
Francisco, que en tiempos enseñó psicología, era más partidario de una Iglesia
humanista y sensible. De hecho, la terminología que usa con tanta frecuencia
está sacada directamente del manual de terapia no directiva de Rogers. Así, a Francisco le encanta hablar
de “escucha”, “acompañamiento”, “sensibilidad”,
“diálogo”, “apertura” y “aceptación”. En una reciente audiencia general,
le dijo a los padres de niños con “orientaciones
sexuales diferentes” que no condenaran a sus hijos, sino que los “acompañaran”.
Como señaló un analista [Doug Mainwaring], este consejo “podría
interpretarse fácilmente como una invitación a que los padres ignoren la
enseñanza de la Iglesia, autorizando solo la reafirmación de la homosexualidad
o del transgenerismo”. En varias ocasiones el Papa Francisco ha hecho
afirmaciones del tipo “quién soy yo para juzgar” sobre
comportamientos que son intrínsecamente pecaminosos
según el magisterio de la Iglesia.
Una forma de quitarse de encima
el problema del pecado es declararlo como una simple diversidad.
Comportamientos que antes se consideraban pecaminosos son
vistos cada vez más por los líderes de la Iglesia como expresiones legítimas de la individualidad única
de cada cual. Al mismo tiempo, identidades de género y orientaciones sexuales
que antes se entendían contrarias al plan de Dios se consideran ahora como
diversidades normales.
Pensemos en una reciente
iniciativa en Alemania para cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre la
sexualidad y la identidad de género. La mayoría de los obispos alemanes
celebraron la iniciativa de revisar “afirmaciones
anticuadas de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad”. El
obispo Franz-Josef Bode, de Osnabruck, afirmó que “el mensaje fundamental de la Iglesia es el amor incondicional de Dios
por todas las personas, en su diversidad y su unicidad”.
Pero eso es casi lo opuesto de lo
que encontramos en la Biblia. Aunque el amor de Dios por
nosotros es inmenso, no es incondicional.
En el Antiguo Testamento encontramos que Dios estableció mandamientos que
debemos seguir. Y en el Nuevo Testamento vemos que Jesús dice a sus discípulos:
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn
14, 15).
La idea de que todos debemos
seguir nuestro propio camino, lleve a donde
lleve, puede ser compatible con el Evangelio según Abraham Maslow, pero es
ajeno a la Biblia. Igualmente, el concepto de “amor
incondicional” debe más a
Carl Rogers que a las enseñanzas de la Iglesia. Es una variación de la
insistencia de Rogers de que la primera regla de la terapia no-directiva es la “aceptación incondicional” del cliente por parte
del terapeuta.
La aceptación incondicional puede
tener sentido en una terapia, pero en muchos marcos sociales conduce al caos.
En su artículo, Prager señala que
“la tarea más importante y más difícil de los
padres y de la sociedad es educar buenas personas”. Unos
padres conscientes, sugiere, pondrán límites y condiciones a sus hijos. Pero “quienes crean que han nacido buenos no se concentrarán
en educar buenas personas. ¿Para qué molestarse, si ya somos buenos?”
Muchos problemas de la vida
moderna pueden remitirse a la creencia ingenua de que todas las personas son
esencialmente buenas y de que la naturaleza humana merece confianza. La gente
que asume esto normalmente es la misma que piensa que podemos recortar el
presupuesto de la policía o incluso abolirla sin que eso resulte en un
perjuicio para la sociedad. Esa gente debería dejar de leer libros de
psicología y empezar a leer las noticias.
Una última observación. Como ya
dije, tanto Rogers como Maslow entendían su obra como un gran avance
espiritual. Ofrecían técnicas terapéuticas diseñadas para impulsar a las
personas hasta niveles cada vez más altos de conciencia y aceptación. Rogers habló del advenimiento de un nuevo tipo de
persona enteramente realizada y autosuficiente. Y Maslow,
que no creía en Dios, sí creía en las “posibilidades
divinas” de los hombres. Como observa un sitio cristiano, “habiendo negado la existencia de Dios y su autoridad
moral, era completamente natural que Maslow situase el ‘yo’ como objeto de
adoración”.
Los creyentes del Potencial
Humano aseguraban haber encontrado la forma de desarrollar una persona más
realizada e incluso “divina”. Lo que
realmente ofrecían, sin embargo, no era nada nuevo. Era una simple repetición
de la promesa de la serpiente a Adán y Eva: “Seréis como
Dios”. Los católicos y otros cristianos demostrarían ser sabios si
declinasen la oferta.
Publicado en Frontpage Mag.
Traducción de Carmelo
López-Arias.
Por: William Kilpatrick
William Kilpatrick
es autor de diversos libros sobre el cristianismo, el ateísmo y el islam.
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