«¡Abba! ¡Padre!» (Rom 8, 15)
He
aquí la obsesión y la pasión dominante de Jesús.
Lo
más tierno y lo más doloroso de su vida.
La
ultima razón de su nacimiento, de su apostolado y de su muerte.
Y…, ¿tú?
¿Por qué haces de la santidad laberinto de caminos?
¿Por qué andas al asalto de devociones como quien descubre un
tesoro distinto cada vez?
¿Por qué haces de tu vida religiosa colección de santos, archivo
de virtudes yuxtapuestas, vestido de arlequín?
¿Por qué no fundes todas tus angustiosas pesquisas religiosas en
el remanso apacible y hogareño de un amor filial, total y sereno, en los brazos
del Padre?
«Considerar a Dios como Padre. Pienso que ahí empieza y termina
todo. El resto no pasa de ser una larga, prolija y casi innecesaria deducción» (José María Cabodevilla)
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