EL ARZOBISPO JULIÁN BARRIO ABRIÓ ESTE 31 DE DICIEMBRE LA PUERTA SANTA DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO.
Este
jueves 31 de diciembre dio inicio el Año Santo Jacobeo con la apertura de la Puerta Santa en la catedral
de Santiago de Compostela, que durará todo el 2021 y que debido a la pandemia el Papa Francisco ha ampliado también al 2022.
Será por tanto un Jacobeo histórico, pues durará dos años.
El Nuncio
de Su Santidad, Bernardito Auza, anunció al término de la Eucaristía con la que
se abrió la Puerta Santa de la Catedral compostelana, la decisión del Santo
Padre, a través de la Penitenciaría Apostólica, de prorrogar el Año
Santo Jacobeo recién inaugurado durante el año 2022.
Tras este
anuncio, y antes de impartir la bendición final, el arzobispo compostelano,
monseñor Julián Barrio, agradeció a Francisco esta decisión, que se adopta para
que los fieles “saquen piadosos propósitos y fuerza espiritual
de vida para testimoniar el Evangelio, en comunión jerárquica y filial devoción con el Sumo Pontífice,
fundamento visible de la Iglesia católica y maestro propio de los sagrados
misterios”, tal y como reza el Decreto expedido por la Penitenciaría
Apostólica.
El Papa
Francisco, en el mensaje enviado al arzobispo de Santiago, con ocasión de la
Apertura de la Puerta Santa quería hacer llegar “mi
afecto y cercanía a todos los que participan en este momento de gracia para toda la
Iglesia, y en modo particular para la Iglesia en España y en Europa”.
Desde el
Vaticano, el Papa Francisco recordaba que “al
ponernos en camino tras las huellas del Apóstol salimos de nuestro propio yo, de esas seguridades a las que nos aferramos, pero
teniendo clara nuestra meta, no somos errantes, que giran siempre en torno a sí
mismos sin llegar a ninguna parte”. El Sumo Pontífice asegura que “al llegar a la Puerta Santa, tres gestos nos recuerdan
el motivo de nuestro viaje”, en alusión a la contemplación en el Pórtico
de la Gloria de la mirada de Jesús, al abrazo al Apóstol y a la participación
en la Eucaristía, que “nos invitan a sentirnos
Pueblo de Dios que hace de sus tradiciones un cántico de alabanza”.
En la
carta, fechada en San Juan de Letrán el pasado día 17 de diciembre, el Santo
Padre, aseguraba que caminar es un proceso de conversión y afirma, recordando a
Manuel Machado, que “se hace camino al andar” y
que “no hay recetas previas, peregrinar debe ser
para nosotros un caminar al paso con el que es Camino, Verdad y Vida, con Aquel
que quiere entretenerse con nosotros, para ofrecernos su compañía y mostrarnos
el sendero de la vida”.
Al indicar
que hay que caminar “haciéndonos prójimos”, el
pontífice señaló que ello “supone el esfuerzo de ir
ligeros de equipaje, sin apegos y vivir en continua tensión hacia ese anhelado
encuentro con el Señor”. Para el obispo de Roma, caminar al lado de
otros “nos ayuda a reconocer en el prójimo un don
que Dios nos entrega para acompañarnos en este viaje”. Y añade que “unirse a otros hace bien y esta experiencia se fragua en
el camino, la hacen los peregrinos todos los días, esperándose, apoyándose,
compartiendo fatigas y logros”.
Más
adelante, el Papa Francisco aludía a la dimensión de la peregrinación como
expresión del ser discípulos misioneros. “La
peregrinación a la tumba del Apóstol”, dice, “se convierte en una llamada a
la misión, a convocar a todos a esa patria hacia la que avanzamos”.
Y añade que “evangelizar supone saber de pan y hogar, la patria prometida a la
que convocamos, en el nombre del Señor, no es un ideal utópico sino una meta
concreta, conocida, recordada, una calidez que nos acompaña y espera. La
calidez del hogar nos hace creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y
del cariño, de la encarnación. El peregrino es capaz de “ponerse en manos del
don de Dios”.
Antes
de agradecer “los esfuerzos de la Archidiócesis de
Santiago de Compostela, así como los de todos los que colaboran en la
realización de este Año Jubilar” y de impartir la Bendición Apostólica, el Papa
Francisco habló de los tres gestos que, al llegar a la Puerta Santa, “nos
recuerdan el motivo de nuestro viaje”. El
primero de ellos, “contemplar en el Pórtico
de la Gloria la mirada serena de Jesús”; el
segundo, “el emotivo abrazo a la imagen del
Apóstol peregrino”, con el que se abraza a la Iglesia entera y se
recuerda que no es una “institución abstracta”, sino
que se encarna “en el santo de la puerta de al
lado”; y el tercero, “la participación en la
liturgia eucarística, el sonido de las campanas, el humo del
botafumeiro, los cantos y las plegarias”, que “nos invitan a sentirnos
Pueblo de Dios que hace de sus tradiciones un cántico de alabanza”.
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