Bienvenido al club de los que alguna vez nos hemos sentido incompetentes con Dios, con la familia, con el trabajo, los profesores o los amigos, en fin… con cualquier persona y en cualquier ámbito social.
Pasa que hemos crecido todos
con diversas opiniones que nos acaban haciendo sentir que nunca damos el ancho:
«¿Por qué no hablas más?, ¿por qué no hablas menos?
¡Tienes que ser más rápido! ¡Tienes que ser más paciente!…».
Y muchas otras voces que nos
tomamos como absolutas: que «tenemos que ser» de
otro modo. Pero ¿y si escuchamos la voz de Dios en vez de las demás?
Si no lo hacemos nunca
terminaremos de gustarnos, nos compararemos con otros y terminaremos por hacer
cosas a las que luego no les encontramos ningún sentido.
Nos meteremos al gimnasio, nos
aclararemos la piel, nos vestiremos como ni nos gusta, admiraremos a otros en
redes sociales (para que nos recuerden eso que no somos…) ¿Te suena?, ¿cómo aceptarme a mí mismo entonces?
1. TE PROPONGO ¡QUE SEAS FIEL EN LO POCO!
Queremos ser mega influencers y
dar giras internacionales, ¿por qué nos cuesta ser
gente común? Me encanta pensar en Teresita del Niño Jesús, la maravilla
de su espiritualidad está en la sencillez de su relación con Dios:
«No
se trata de hacer grandes cosas sino de hacer pequeñas cosas con gran amor». Es algo que podemos aprender: no hay mayor o
menor mérito en el tamaño de las cosas que logramos, ¡sino de que lo que
podemos y nos toca lo hagamos con el corazón, con pasión!
Pero si siento que todo lo que
hago es poca cosa, que no sirve de nada, que da igual… acabaremos muertos en
vida. «Aunque conozca todo misterio y ciencia,
aunque entregue todo a los pobres y mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor de
nada me sirve» (1 Corintios).
2. OFRECE LO QUE TENGAS, ¡PERO CON AMOR!
¡Qué vergüenza
me da llegar con Jesús y solo tener cinco panes y dos peces para 2000 personas!
Pienso que
mejor no le doy nada, mejor ni me ofrezco, no vaya a burlarse de mí el Señor. ¡Qué gran trampa la del demonio cuando nos hace sentir
tan poca cosa!
Este joven que se acerca a
Jesús le da ese «poco» que tiene, ¡y Dios lo transforma en mucho! Así el que esconde
su talento: siente que Dios le confía poco, que no merece mucho, que mejor ni
lo arriesga… lo entierra y espera.
María pudo haber dicho «no» a ser madre, ¡pero
confió en Dios y terminó siendo Madre de Dios y del mundo entero! ¿Cómo nos
cambiaría la vida si le ofreciéramos a Dios lo poco que tenemos pero con amor?
3. SÉ ESO QUE ERES Y SÉLO BIEN
Esto decía san Francisco de
Sales. Pero primero ¡tenemos que aceptar lo que
somos! Mientras más tardemos en aceptarnos a nosotros mismos viviremos
una vida que no es la que Dios quiere para nosotros.
Desperdiciamos lo que sí
somos, lo que Dios sí
nos da, lo que sí tenemos por pelearnos deseando otras
cosas: no quiero ser la de los cinco panes, quiero tener 2000 sandwiches.
¿Cómo
voy a ser mi mejor versión si ni siquiera estoy siendo yo? ¿Cuándo voy a saber lo que sueña Dios de mí si yo
sueño con ser alguien que no soy?
4. NO PUEDO SERLO TODO
Creo que aceptar lo que no soy
implica ser más responsable en lo que sí soy. Es decir, dejar de dar vueltas
sobre todas esas ilusiones y poner los pies en la tierra: «En esto soy
buena, esto sí puedo hacerlo y lo haré fructificar».
Piensa en este momento: ¿Qué sí te gusta, qué sí sabes hacer, qué si te sale
bien, dónde sí escuchas tú a Dios? Preguntárnoslo nos ayuda a empezar
ese camino de ser quien Dios nos hizo.
Será desenterrar mis talentos
—aunque no sean todos los que yo quisiera, aunque me dé miedo fallar— y
sacarlos a la luz. «Ustedes son la luz del mundo… Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón, la
ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan,
pues, que brille su luz ante los hombres, que vean estas buenas obras, y por
ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos».
5. NO DESEES SER ALGUIEN MÁS
«Comprendí que
si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala
primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas… La
perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos», contaba Teresita del Niño
Jesús.
Quitémonos las máscaras que
nos hacen ver como lo que no somos. Si yo me acepto buena en algo me tendré que
aceptar mala en otra cosa: tal vez soy muy buena
para las ciencias, pero no para los deportes.
Tal vez soy introvertida o
extrovertida. ¡Nada es mejor o peor! Pero
solo así podré darme cuenta cómo soy sin cambiarme y aceptaré a otros como son
sin querer cambiarlos.
¡Porque así es
Dios! «Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo
oído ¿dónde el olfato? Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su
voluntad» (1
Corintios).
¡Aceptarme,
ser quien soy y serlo bien, es dar gloria a Dios como solo yo puedo hacerlo!
Escrito por Sandra Estrada
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